Chica desnuda amando sus rodillas.
Materia del pintor, tronco de música,
pausa en la danza o mármol esperando,
no me la quitaréis,
ni el tejedor de sedas.
Soy yo quien la desvela del lado de la sombra
de la puerta de roble.
Quien recobra el camino de esas manos delgadas
que nunca alzaron leche sino a labio de adulto.
Dedos como perdidos y hacia lejos desde el pelo tienen que haber bajado.
En los ojos detienen aceite de palmera que perfuma
[pañuelos con nostalgia de trenes.
Junto a conchas que fueron nácar y aún son nácar si se estira la luz hasta la piel del lóbulo
desentierran los ecos de lenguas y ventosas como delicia o vuélvete.
Un fulgor solitario de piedra aguamarina está cruzando la mejilla profunda
hasta alcanzar el borde del beso que no alcanza.
Un aliento ovalado empañando el cristal de ese espejo
que vaga junto a cartas y prefijos y suavísimas prótesis.
Ya las palmas cortejan incansables los favores del cuello,
cuello de la mujer,
bisagra aleve donde madrugan aún más que el alba las desolaciones.
Cansadas de antepechos van las flores hermanas abriendo su areola.
Lástima que hacia el yeso de una pared ausente.
Las yemas sabedoras de la calamidad reparten una saliva neutra
que apenas roza y se evapora, y círculos.
Flancos resbaladizos. Pasar de largo y nada.
Pero volver del muslo como quien va trazando flores indiferentes
y aliviar la negrura
con uñas de ciclamen.
Cortinas de arpillera se han corrido de pronto sobre la dilatación de las pupilas.
Cierres de chapa dulce han caído sobre las calles de los escaparates.
Otra luz ha de ser la que silencie todas las conjeturas y alumbre más abajo
y más pura la piel que envuelve al gozne tibio.
Chica mayor sentada sobre el raso.
Eres una canción apagada viniendo de un bosque.
Una conformidad de humo gris y mechones sin cólera.
Una lenta ironía
donde masticas goma de malvavisco y tiempo y un corazón casado de viajante.
Azafata sin mancha mientras la hora se acerca en los relojes céntricos.
Ultima vez te miro antes de que te vistas lo impuro de las botas,
los cristales oscuros sobre armaduras blancas.
El arsenal que arrastras cada tarde a las ocho
por las provincias del interior.