A un poeta catalán

Un límite delgado

la forma de los cuellos

el vuelo de los ojos

el olor mismamente

distinto en las imprentas

y el que León lloviese

lentas tardes de ropa.

Cantábamos la trébede.

Ay vosotros los rubios patroncitos de vela.

Crecíais sin sabernos.

Vuestros bolsos azules

repletos de visados

y tantas lenguas vivas.