Para ti, amor, ¿qué podría
que no te haya dado ya?
Para mi tierra secana,
conchas donde suene el mar.
Para el pecho de los padres,
mi pecho sin nada más.
A mi hermano, la guitarra
más redonda de abrazar.
Para la iglesia una Virgen
de palo jacarandá.
Cintas para las hermanas,
pero a la pequeña, más.
A mi ciudad, mil cerezos.
Bien hay donde los plantar.
Para mí no traigo nada.
Sólo la voz y el cantar.
Vedme las manos vacías,
rico de solemnidad.