Cuando descanso los ojos
y voy flotando en el sueño,
lo que escucho todavía
es el sonido del hierro.
Todo sonaba en la tienda
enemiga del silencio:
los clavos sobre el platillo
de la balanza cayendo
y el choque de las caderas
redondas de los pucheros.
La chapa galvanizada
en hornos altos de fuego
vibraba, curvada y dulce
materia de los calderos.
Las guadañas se escogían
arrancándoles el eco.
¡Todo un bosque de metales
y yo perdido en su centro!
Podré olvidar el color
de las cosas que me vieron
crecer desde los estantes,
pero su canción no puedo.
Lo que sonaba en la tienda
vuelve en la niebla del sueño,
tan claro que me pregunto
si estoy soñando despierto.