No se inventó la rueda. Ya la tierra
nació sobre su pecho soportando
la lentitud sagrada de los bueyes
y el destino remoto de los carros.
¿De qué niebla, de cuáles lejanías?
¿A qué límite van acompasados?
Llevan entre sus ejes la paciencia
y una lengua colgando a cada lado.
Llevan también un hombre. A veces canta.
Luego torna al silencio resignado.
Vuelve a cantar. Vuelve a callar. El tiempo
es suyo: Va cuesta arriba, y despacio.
… Y el tiempo va rodando los caminos
vecinales. Y un lunes preguntamos
por dónde hemos de ir, y no hay respuesta,
y no hay respuesta, y nos quedamos quietos
sin voz hasta que vienen a llamarnos.
Oímos nuestro nombre y apellidos
y nos suenan como un río lejano
perdiéndose entre peñas… Es el día.
Seguro el día y puntual el carro.
Detrás está un respeto de sombreros.
Vamos a la frescura de los prados.
¡Carro a la fiesta! Suavizadas llantas
por una vez nos llevan cuesta abajo.