Acontece que a veces ni una aldea
con unidad de vida se declara
en leguas de silencio a la redonda.
El monte hace las vidas separadas.
En soledad enciende una familia
cada día su lumbre, que levanta
una señal perdida en el paisaje
hacia el azul dominio de las águilas.
Esta forma de estar hace a los hombres
de una seca madera resonada
donde el eco del mundo cumple el sitio
en que hubieran crecido las palabras.
El hombre habla hacia dentro y se contempla
en el espejo cóncavo del alma.
Lo que sabe lo aprende con su pena.
Si pregunta a lo alto, Dios se calla.