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Dejadme que pregunte,

cuando estoy más cercano

de quien todo lo escucha,

el nombre, el nombre, el nombre

de aquel mar tan profundo,

pozo de los vagidos

de la tierra,

residencia de algas

con vocación de pan,

vivero de estos robles,

el mar donde aspiraban

las ramas y los ojos

que ahora pueblan la cumbre

donde mi voz es sólo

una señal perdida,

unas alas minúsculas

en el batir lentísimo

de todo lo que existe

hacia el azul más alto.