No hay que ir más lejos para ver un niño
caído dulcemente sobre pajas
en olor de pobreza.
Y por que todo
se parezca a aquel tiempo, no le faltan
las bestias, con su aliento más que humano,
ni la miel, ni la leche, ni la música
que hace el aire bailando por las ramas.
Cada vez que sucede, van los hombres
recordando que Dios les es amigo.
Y los viejos se miran en los ojos
recién hechos, y callan sus preguntas.