Ese niño que miro y que me mira

Hizo falta este agosto sin orillas

en la mañana que no mueve el viento,

estar en vacación desde la nube

hasta la paz tendida de los huesos.

El sol parece quieto en su camino.

Ningún latido en el compás del tiempo.

Repliego la mirada hacia mi hondura

y es un niño sin voz lo que contemplo.

Torpe para nadar, le duele el agua.

Torpe para los saltos y los juegos.

—Torpe, torpe… —le dicen.

Y él me mira.

Tiembla una luz delgada entre sus dedos.

Nunca se alzó bastante hasta los nidos.

Torpe, si no era en alcanzar los sueños.

Agua miope y dulce va a sus ojos.

Yo me conozco naufragando en ellos.