Soy de una tierra fría, pero hermosa.
Aquí la nieve, la esperanza helada
de que se alumbre cada madrugada
el destino difícil de la rosa.
Y me basta. Me basta si esta rosa
que al fin ha de nacer inmaculada
se la puedo decir a quien me agrada,
a quien conmigo va y en mí reposa.
Queden en el dorado mediodía
la pronta floración bajo otros cielos
y los mares con lunas navegables…
Yo, con vosotros. Dando cada día
testimonio de cómo entre los hielos
abre el amor sus minas imborrables.