El periódico vino de negro
a decir que murió don Raimundo.
Don Raimundo, mi amigo, ¿por dónde
van ahora tus pasos ocultos?
Siete curas en fila te cantan
sin perder el compás de difuntos
porque sigas entero viviendo
en la altura de los plenilunios.
Y yo creo, yo creo, yo creo
por tu nombre que fue don Raimundo
y lo es y será para siempre
como un manto de luz sólo tuyo.
Miro pájaros, peces y flores,
tristes bestias de Dios, los arbustos…
Cuando mueren se mueren del todo
porque acaba su nombre en el humo.
Pero a mí me decís don Antonio,
y aunque en tierra me acuesten desnudo,
don Antonio seré para siempre,
compañero de ti, don Raimundo.