Ribatejo, Ribatejo,
el Tajo impaciente va.
Nunca le apremiara tanto
su camino hacia la mar.
Por la mar llegan noticias,
correos vienen y van
que cuentan la maravilla
de mundos sin estrenar.
A los pastores les pesan
sus montes sobre el costal.
El segador que segaba
soles de plomo a jornal
pide ganar tierras propias
donde siegue propio el pan.
Curtidores y alfareros,
qué ocasión para inventar
materia nueva a las manos:
por cueros, el tafetán,
y en vez de barro, oro y plata
amorosos de labrar.
—«Te traeré dones de seda
y medallas de coral».
La mujer que se quedaba
no se conforma al galán:
—«Más vale la flor silvestre
que rosas de aventurar».
El mozo promete ausencias,
jura y más vuelve a jurar,
labios de mujer oscura
él nunca los besará.
Los pechos que andan desnudos,
¡qué los haya de mirar!
—«Pechos los que yo te diera,
aún más blancos que el azahar».
—«Con la seda que te traiga,
cama de oro donde holgar,
y un pájaro parlotero
que llaman lorito real».
Ya se desprenden los brazos.
El río impaciente va.
La mujer queda contando
otoños de soledad
donde dicen Portoalegre,
¡qué nombre de equivocar!
(Un camión que marcha a Francia
se esconde en la oscuridad.)