Romance del quinhentos y aún

Ribatejo, Ribatejo,

el Tajo impaciente va.

Nunca le apremiara tanto

su camino hacia la mar.

Por la mar llegan noticias,

correos vienen y van

que cuentan la maravilla

de mundos sin estrenar.

A los pastores les pesan

sus montes sobre el costal.

El segador que segaba

soles de plomo a jornal

pide ganar tierras propias

donde siegue propio el pan.

Curtidores y alfareros,

qué ocasión para inventar

materia nueva a las manos:

por cueros, el tafetán,

y en vez de barro, oro y plata

amorosos de labrar.

—«Te traeré dones de seda

y medallas de coral».

La mujer que se quedaba

no se conforma al galán:

—«Más vale la flor silvestre

que rosas de aventurar».

El mozo promete ausencias,

jura y más vuelve a jurar,

labios de mujer oscura

él nunca los besará.

Los pechos que andan desnudos,

¡qué los haya de mirar!

—«Pechos los que yo te diera,

aún más blancos que el azahar».

—«Con la seda que te traiga,

cama de oro donde holgar,

y un pájaro parlotero

que llaman lorito real».

Ya se desprenden los brazos.

El río impaciente va.

La mujer queda contando

otoños de soledad

donde dicen Portoalegre,

¡qué nombre de equivocar!


(Un camión que marcha a Francia

se esconde en la oscuridad.)