No todo es niebla o frío clamoroso
en el límite gris de las coronas
que rematan la tierra. Ni la espera
ni el duro laboreo se prolongan
más allá de la fuerza de los hombres:
Aprieta Dios pero no ahoga.
Como a la más secreta cárcel
llega la fiesta un día y entran las palomas
vulnerando la piel del reglamento,
así viene a la sierra una mañana
de agosto la ascensión de las carrozas.
Suben desde los valles asombrados
por los viales y las trochas,
carros de la costumbre, hoy encubiertos
bajo los mirtos, húmedos de rosas.
Éste es el día del solar herrero,
el reino azul de las pastoras,
el privilegio de sus cintas
sobre las faldas voladoras.
… Y los hombres en corro levantando
una Virgen pequeña, una esperanza
suficiente:
Tregua de unas horas
para sentirse rico en las alturas,
para soñarse libre en el estallo
sin plomo de la pólvora.