POR QUÉ NO TIENE SENTIDO ESTAR CELOSO DE UNA MUJER
CUENTO MANDE, PUEBLO DEL ÁFRICA
El joven rey de Kaarta temía y odiaba al valiente Surro Sanke. Quería matarlo, pero no encontraba ninguna excusa.
Surro Sanke se burlaba de él. Delante de sus consejeros, le hizo una apuesta:
—Puedes matarme mañana mismo si logras hacer que me ponga celoso.
El rey, furioso porque lo desafiaban, le preparó una trampa.
Eligió a tres hombres jóvenes y apuestos y les pidió que fueran a visitar a la mañana siguiente a las tres mujeres de Surro Sanke, que se acostaran con ellas y que se quedaran allí hasta que el marido volviera.
Surro Sanke se fue a su casa. Cuando quiso entrar a la habitación de su primera mujer, vio que al lado de ella había un hombre vistiéndose.
Sin decir nada, cerró la puerta y fue a la habitación de la segunda mujer. Otro hombre salió de allí, se puso en cuclillas y orinó.
Cuando abrió la puerta de su tercera mujer se golpeó la frente con la frente de otro hombre que estaba saliendo. Muy tranquilo, cerró también esta puerta.
—¿Alguien preparó comida para mí? —preguntó entonces en voz alta, en medio del patio.
Sus tres mujeres salieron con las calabazas llenas de comida, cada una acompañada por un hombre. Los tres jóvenes quisieron irse, pero Surro Sanke insistió en que se quedaran a comer con él.
—Mis mujeres han preparado suficiente comida para los cuatro, los invito a comer conmigo.
Cuando los amantes de sus mujeres se fueron, Surro Sanke los acompañó hasta el portón, les indicó el camino y a cada uno le regaló un poco de rapé y unas nueces de kola como provisiones para el camino.
Los tres hombres llegaron ante el rey.
—Se puede matar a Surro Sanke —le dijeron—. ¡Pero es imposible lograr que se ponga celoso!
A su pesar, el rey estaba admirado. Mandó a llamar a Surro Sanke y le preguntó:
—¿Cómo es posible que no tengas celos?
—Te lo explicaré. Un día, treinta hombres salimos juntos de cacería. Nos alejamos demasiado. Nada nos salía bien. Durante tres meses anduvimos por la estepa sin lograr ninguna presa y sin ver a ninguna mujer. Un día logramos apoderarnos de una y, ansiosos como estábamos, la poseímos los treinta, uno tras otro. Así pasamos otros tres meses y cada noche cada uno de nosotros se acostaba con la mujer. Después conseguimos atrapar otra mujer y decidimos que quince de nosotros compartirían a una de las mujeres y los otros quince tendrían a la otra. Se lo dijimos a ellas. Entoces se fueron las dos a buscar agua. Cuando llegaron al pozo, la mujer que estaba con nosotros desde hacía tres meses tiró al pozo a la recién llegada y la mató diciendo: «¿Cómo? ¿Tendré que acostarme ahora nada más que con quince hombres cada noche? ¡No estoy dispuesta a soportarlo!» Desde ese día no tengo más celos.
***
Los mande son un pueblo africano que habita el borde norte de los montes Futa Djalon, asentamiento del antiguo reino de Mali. Los mercaderes mande tuvieron mucha importancia en la difusión del Islam en África occidental.
Nada ilustra mejor que este cuento la eterna fantasía masculina de ese pozo sin fondo que es la mujer, siempre hambrienta, imposible de satisfacer, dispuesta a tomar tantos hombres como pueda.