PANDORA
MITO GRIEGO
Zeus estaba furioso. Prometeo se había burlado de él, robando el fuego del Olimpo para llevárselo a los hombres. Pero nadie se burla impunemente de Zeus.
El castigo de Prometeo fue terrible. Encadenado al Cáucaso, todos los días un águila le devoraba con su pico el hígado, que todas las noches volvía a crecer.
—¡También los hombres deben ser castigados! —tronó Zeus—. Les daré un mal con el que todos gocen en su corazón, mientras abrazan su propia ruina.
Y Zeus creó a la mujer.
Rompió a reír el padre de los hombres y los dioses y ordenó a Hefesto que mezclase tierra y agua. Con ese barro, debía formar un cuerpo de virgen, hermoso y adorable, parecido a las diosas inmortales, con la voz y la fuerza de un ser humano.
Mandó que Atenea la instruyese en sus labores, en el tejido y las tareas femeninas. Mandó que la dorada Afrodita circundase de gracia su frente y ciñese su cintura, imprimiéndole el doloroso deseo y las ansias que devoran los miembros. Las Gracias y la Persuasión colgaron collares de oro alrededor de su cuello. Y las Horas la adornaron con guirnaldas de flores.
A Hermes, el mensajero, le encargó que infundiese en la mujer espíritu de perra y corazón ladino. Y el mensajero forjó en su pecho mentiras y palabras falaces. Por último, la dotó de la palabra y la llamó Pandora, por ser un regalo de todos los dioses. (Pan: todos; dora: regalo.)
Una vez terminado el señuelo fatal, irremediable, Zeus mandó que Hermes le llevara a Epimeteo ese maligno regalo de los dioses.
Prometeo le había advertido a su hermano Epimeteo que jamás aceptara un regalo de Zeus, que debía devolverlo a su origen, para evitar que el mal se extendiera entre los mortales.
Pero la tentación fue demasiado grande. Epimeteo no pudo resistirse al divino atractivo de Pandora.
En esas lejanas épocas, la humanidad vivía libre del mal. En una vasija bien cerrada había guardado Prometeo todas las desdichas de la humanidad, diciéndole a Epimeteo que se guardara jamás de abrirla.
Sin embargo, la curiosidad de la mujer pudo más que todas las advertencias. Pandora levantó la tapa del vaso y salieron de él, como monstruosos insectos, la dura Fatiga y las Enfermedades, el Dolor y la Vejez, la Tristeza, la Muerte y la Desdicha, la Locura, el Vicio y la Pasión. En forma de nube volaron fuera de la vasija y atacaron a Epimeteo y a Pandora, hiriéndolos por todas partes y luego atacaron a la raza de los mortales, esparciéndose por el mundo.
Desde entonces, son incontables los males que vagan entre los hombres: llena está la tierra de males, llena está la mar. Los morbos caen sobre los hombres de día o los visitan por la noche en silencio: el prudente Zeus les quitó la voz, para que nadie tenga modo de advertirlos y esquivarlos.
Sólo quedó, en el fondo, retenida por Pandora, que apenas atinó a volver a tapar el frasco, la Esperanza Engañadora. Y gracias a ella los hombres pueblan todavía este mundo de pesares, gracias a ella, o tal vez por su culpa, no se han quitado todavía la vida para dejar de sufrir: cada día la Esperanza los vuelve a disuadir con sus mentiras.
***
En Los trabajos y los días, Hesíodo relata el mito griego de la creación de la mujer. Una vez más, nos enfrentamos a la idea de un ser que no pertenece a la humanidad, un regalo (en este caso un regalo envenenado) que los dioses le hacen al hombre. Pandora aporta a la historia todo los males que sufre el hombre. Las hijas de Pandora, es decir, las mujeres, son un peligro para los hombres. Como su madre, se adornan con atavíos engañosos y manifiestan el mismo carácter perverso. En la literatura griega suele aparecer la idea de la mujer como la antítesis del hombre, su contracara negativa.