LILITH, LA PRIMERA MUJER DE ADÁN

MITO JUDÍO

Dios creó a Lilith, la primera mujer, como había creado a Adán. Sólo que en vez de polvo puro, utilizó inmundicia y sedimento.

Adán y Lilith nunca encontraron la paz juntos, porque cuando él quería acostarse con ella, Lilith consideraba ofensiva la postura que él exigía: el hombre arriba y la mujer acostada debajo.

—¿Por qué he de acostarme debajo de ti? —preguntaba Lilith—. Yo fui hecha de polvo igual que tú y por lo tanto soy tu igual.

Como Adán trató de obligarla a la fuerza, Lilith, furiosa, pronunció el nombre mágico de Dios, se elevó en el aire y lo abandonó.

Adán se quejó a Dios.

—Mi compañera me ha dejado.

Dios envió inmediatamente a los ángles Senoy, Sansenoy y Semangelof para que llevaran a Lilith de vuelta. La encontraron junto al Mar Rojo, región que abundaba en demonios lascivos, con los cuales copulaba. Así daba a luz a los lilim (hijos de Lilith) a razón de más de cien por día.

—¡Debes volver a Adán sin demora! —le dijeron los ángeles—. O si no te ahogaremos.

—¿Cómo puedo volver a Adán? —preguntó Lilith—. ¿Cómo puedo vivir como una mujer honesta después de todo lo que he pasado aquí, en el Mar Rojo, con todos estos demonios?

—¡Morirás si te niegas! —le dijeron los ángeles

—¿Cómo puedo morir —volvió a preguntar Lilith— cuando Dios me ha ordenado que mate a todos los niños que pueda hasta el octavo día de vida, el de la circuncisión, y a las niñas hasta el vigésimo día? Sin embargo, si alguna vez veo vuestros tres nombres o vuestra semejanza exhibidos en un amuleto sobre un niño recién nacido, prometo perdonarlo.

Los ángeles accedieron. Pero Dios castigó a Lilith haciendo que un centenar de sus hijos demonios perecieran a diario. Y cuando ella no puede matar a un infante humano porque está protegido con el amuleto, entonces se vuelve con rencor contra los suyos propios.

Lilith no sólo estrangula a los infantes, sino que también seduce a los hombres que sueñan. Cualquier hombre que duerma solo puede ser su víctima.

***

Según Robert Graves, es característico de las civilizaciones en las que se trata a las mujeres como bienes muebles, que deban adoptar la postura recostada debajo del hombre durante el coito, a la que se negó Lilith. Las hechiceras griegas que adoraban a Hécate eran partidarias de colocarse encima, según sabemos por Apuleyo. Y así se ve en las primitivas representaciones sumerias del acto sexual, aunque no en las hititas.