LA POBRE MUJER ENFERMA

CUENTO RUSO

Este matrimonio parecía vivir en buena armonía. Sólo que la mujer estaba gravemente enferma. Eso era, al menos, lo que creía el marido.

Lo cierto es que cuando él no estaba, la mujer se levantaba muy alegre y daba fiestas y comilonas. Cuando el marido regresaba, todo estaba en su sitio y la mujer otra vez enferma, gimiendo, caída sobre un banco como si se hubiera esforzado por levantarse de la cama.

El marido, que la quería mucho, lloraba de pena.

Pensando adónde lo podía mandar, con tal de que fuera bien lejos, a la mujer se le ocurrió pedirle a su marido que fuera a buscarle un medicamento a Crimea. Por el camino el hombre se encontró con un soldado.

—¿Adónde vas, buen hombre?

—Voy a Crimea, en busca de una medicina.

—¿Quién está enfermo?

—Mi mujer.

—Yo soy médico: vuelve conmigo y quizá pueda curarla.

Dieron media vuelta y el campesino se encontró otra vez frente a su pajar. De la casa salía el sonido de muchas voces y la música de una balalaika.

—Tú mejor quédate aquí. Si es necesario, pasa la noche en el pajar. Yo entraré a ver qué le pasa a tu mujer.

El soldado empujó la puerta, que estaba abierta y vio a la mujer de su nuevo amigo bailando muy entusiasmada delante de un buen mozo que taconeaba con brío. Sobre la mesa había una buena cantidad de vodka.

El soldado se tomó una copa y se lanzó también él a bailar. A la mujer le cayó muy bien ese muchacho tan apuesto, tan simpático y ocurrente. Bailaron y se divirtieron hasta la mañana.

Era hora de hacer el desayuno y la mujer le pidió al soldado que fuera a buscar paja para encender el fuego.

—Ya que vas al pajar, trae toda una gavilla —le pidió.

El soldado fue al pajar, metió al marido dentro de una gavilla de paja, la ató con una cuerda y se la cargó a la espalda para llevársela a la mujer.

Ella estaba muy contenta y de buen humor y se puso a cantar.

—A Crimea se fue un marido,

tardará mucho en volver,

fue a buscar una medicina

para curar a su mujer,

a su pobre mujer enferma,

nadie nunca sabrá de qué.

—¡Vamos, soldadito! ¿Por qué no cantas conmigo esta canción tan divertida?

Pero el soldado empezó una canción diferente:

—Escucha, gavilla, montón de paja

lo que ocurre en esta casa.

—Qué canción tan fea la tuya —decía la mujer—. Vamos, canta conmigo que la mía es mejor:

—A Crimea fue un marido

tardará mucho en volver…

Y cantaba alegremente a los gritos. Pero el soldado, con voz todavía más fuerte, siguió adelante con su canción:

—Escucha gavilla, hato de paja

lo que ocurre en esta casa.

Descuelga ese látigo

que está en la pared

para que la cures

a quien yo bien sé.

Y la gavilla de paja escuchó bien, porque empezó a moverse de una manera rara, reventó la cuerda, se desparramó la paja y apareció el marido. Agarró el látigo y fue a darle con todas las ganas a la mujer.

Aunque no venía de Crimea, ése sí resultó santo remedio. La mujer sanó para siempre y nunca más se quejó de estar enferma.

***

Una más entre tantas mujeres que se fingen enfermas para no trabajar, infiel por si fuera poco y burladora de su marido, esta mujer rusa recibe el castigo que le corresponde. Mientras que en América Hispana basta a veces con amenazarlas, parece evidente que las mujeres rusas son mucho más contumaces, ya que rara vez se las reduce con menos esfuerzo que una tremenda paliza.