SE DICE DE MÍ
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Los defectos de la mujer no son innumerables. Están cuidadosamente enumerados en muchos textos. Son curiosas, interesadas, codiciosas, charlatanas, desleales, malvadas, celosas, descontentas, insatisfechas, insaciables, mentirosas, falsas, engañadoras, indóciles, desobedientes, mandonas, rezongonas, exageradas, exigentes. En la sabiduría popular la mujer es vista a veces como una pobre tonta, pero otras veces como una inteligencia peligrosa al servicio del mal, lista para corromper a los hombres. En cambio, los autores que escriben con nombre y apellido, sobre todo los más modernos, se esfuerzan por demostrar su estupidez. En la modernidad, las mujeres plantean un problema de competencia que antes no existía, por eso se hace necesario descalificar su inteligencia. Las citas de mujeres que defienden la inferioridad intelectual de la mujer demuestran que la misoginia es una cuestión social y no masculina.
Pero además, las mujeres son hijas, esposas, madres, y en cada una de esas relaciones ejercen su daño de una manera particular.
Si todas las mujeres, en todas las posibles relaciones con el hombre, pueden ser vistas como amenazadoras, hay tres avatares (a veces concurrentes) que tienen un lugar especial en la literatura popular. Son las viejas, las viudas y las suegras.
Las viejas han perdido las únicas ventajas de ser mujer: no pueden ser madres ni pueden ser bellas. A las viudas se las acusa de ser infieles al muerto y peligrosas para los demás hombres. Y las suegras son suegras: no es necesario dar explicaciones sobre un folklore tan vigente.