LOS TRES DESEOS

CUENTO DE ORIGEN PERSA, HEBREO, HINDÚ O GRIEGO

Un hombre tenía tratos con un demonio. Todo el que perdía algo o tenía seres queridos en tierras lejanas venía a preguntarle al hombre y el demonio se encargaba de obtener la información correcta.

Pero un día el demonio se vio obligado a partir. Antes de irse, le enseñó a su amigo tres encantamientos para obtener tres deseos.

El hombre le pidió consejo a su mujer.

—¿Qué podría pedir?

—Pide algo para probar si es cierto lo que dijo el demonio. ¿Qué te da tanto placer en esta vida como tu miembro viril? Pide que todo tu cuerpo se llene de penes.

Al hombre le pareció muy buena idea. Y en un instante todo su cuerpo estuvo cubierto de penes de pies a cabeza. Le salían de las orejas, de las narices, de los brazos.

—¡¿Qué me has hecho?! —le gritó el hombre a su mujer.

—Bueno, siempre puedes pedir que todos los penes se retiren de ti.

Todos los penes se retiraron del hombre, incluso el original y así se convirtió en un eunuco.

—¿Qué has hecho ahora? ¡No me ha quedado ni siquiera uno!

—Por suerte te queda un encantamiento —dijo ella—. Invócalo y volverás a tener tu miembro original.

Y cuando su pene le fue devuelto, le dijo el hombre a su mujer:

—¿Qué clase de consejo me has dado? ¿Por qué no me aconsejaste que pidiera riqueza o sabiduría?

—Porque si fueras rico o sabio, lo primero que habrías hecho hubiera sido cambiar de mujer.

***

En una versión de ese mismo cuento (perteneciente al ciclo de Sendebar) que figura en Las mil y una noches, hay una variante muy divertida del primer deseo:

«—Pídele en primer lugar —aconsejó la mujer— que te aumente el cipote, que en ése se cifra la perfección del hombre y su placer.

»Hízolo así el hombre y en el acto creciole el miembro hasta adquirir las dimensiones de un pepino descomunal, tal y tan largo que no se podía del todo enderezar. (…)

»—¡Oh! —dijo la mujer—. Yo no pedía tanto, no necesitaba que fuese tan largo que ahora no podría entrar ni por la puerta de una ciudad.»