TRABAJO DE HOMBRE
CUENTO DE LIBERIA
Un hombre, su mujer y su bebé habían emprendido un largo viaje a través de la selva. Era difícil abrirse paso entre los árboles y los matorrales. Estaban cansados y hambrientos.
Con gran esfuerzo llegaron al límite de la selva. Ante ellos se extendía una pradera de pastos altos donde pacía una manada de antílopes. Se quedaron inmóviles para no espantarlos. El hombre, entonces, recordó que su mujer tenía ciertos poderes mágicos y pensó que había llegado el momento de usarlos.
—Si te conviertes en leopardo —le dijo—, podrías cazar un antílope. Así tendríamos comida para todos.
Su esposa lo miró fijamente, con expresión de disgusto.
—¿Me lo estás diciendo en serio o es una broma?
El hombre tenía tanta hambre que no podía pensar en otra cosa. Le insistió en que se transformara.
Gruñendo de manera extraña, la mujer se desató al bebé, que llevaba cargado a la espalda, lo puso en el suelo y comenzó a quitarse la ropa. Los rasgos de su cara cambiaban poco a poco. El pelo comenzó a brotar primero en el cuello y después en el resto del cuerpo. Las manos y los pies se convirtieron en garras. Con un rugido aterrador, el leopardo saltó hacia el hombre, que salió corriendo y se trepó a un árbol, dejando al bebé abandonado en el suelo.
Pero el leopardo no atacó al bebé. En cambio, se lanzó sobre la manada de antílopes, consiguió separar a un pequeño del resto, lo mató y lo arrastró hacia el árbol adonde su marido seguía trepado, temblando de miedo.
—¡Por favor, te lo ruego, vuelve a ser una mujer! —suplicó el hombre.
Ahora la transformación se realizó hacia atrás. Primero volvieron las manos y los pies, después empezaron a desaparecer los pelos del cuerpo y casi simultáneamente el hocico del leopardo se acható, los dientes volvieron al tamaño humano y el animal se conviritió otra vez en una mujer que comenzó a ponerse la ropa sin mirar a su marido.
Recién cuando la joven terminó de atar a su bebé a su espalda, el marido se atrevió a bajar del árbol. Ahora la mujer lo miraba fijamente, con desprecio.
—Nunca vuelvas a pedirle a una mujer que haga un trabajo de hombre —le dijo.
Una mujer debe trabajar en la granja, cocinar, cuidar de los cultivos, traer agua, pero cazar y traer carne para la familia es trabajo de hombre.
***
Liberia es un país africano de curiosa formación. En 1822, en Estados Unidos, la Sociedad Americana de Colonización decidió que la mejor manera de librarse de la incómoda población de negros liberados de la esclavitud, era enviarlos como colonos a esa zona de la costa de África. En 1847, Liberia declaró su independencia.
Este cuento liberiano utiliza el recurso de lo fantástico para dejar claramente establecido cuáles son las tareas que le corresponden a cada sexo. ¡Y nada de mezclar o confundir! Que una mujer sea capaz de cazar, no significa que desee hacerlo. Sólo en los últimos cincuenta años y en buena parte gracias a los avances tecnológicos, y a la posibilidad de controlar la natalidad, los roles sociales del hombre y la mujer han comenzado a ser intercambiables.