NUNCA CONFÍES EN TU MUJER

CUENTO JUDÍO

Había un hombre cuyo padre le aconsejó antes de morir que jamás le contara un secreto a su mujer. Este hombre quería mucho a su esposa y estaba convencido de que ella lo amaba también sin límites. Cierta vez decidió poner a prueba las palabras de su padre, para saber si podía confiar en ella tanto como hubiera deseado.

—Esta noche te quedarás con los niños en casa de tu padre. Mi socio viene de viaje, tenemos que hacer las cuentas y necesito tranquilidad.

Apenas ella se fue, el hombre degolló una oveja, arrastró el cadáver sangriento por almohadas y cojines y después lo enterró en el jardín.

Cuando su esposa volvió por la mañana se asustó mucho de ver toda esa sangre.

—¿Qué pasó? ¿A quién heriste?

—Te lo ruego, habla en voz baja —contestó él—. Que no nos oigan los vecinos. Y nunca le cuentes este secreto a nadie. Anoche hicimos las cuentas con mi socio. Yo creí que él me debía dinero, pero resultó que yo le debía a él diez veces más. Cuando me di cuenta de lo que pasaba, me enfurecí. No tenía dinero para pagarle, ni podía conseguirlo. Perdí la cabeza, lo ataqué con un cuchillo y lo maté. Después cavé una fosa en el jardín y lo enterré allí.

Un mes después, el marido se enojó deliberadamente con su mujer y le gritó de mal modo. Cuando ella le contestó en el mismo tono, él le dio una bofetada y siguió con una paliza.

La mujer se echó a llorar amargamente, corrió fuera de la casa y a cualquiera que pasara le gritaba así:

—¡Miren a este feo y malvado esposo mío, asesinó a su socio y lo enterró en el jardín!

Pronto llegó la cuestión a oídos del gobernador de la ciudad, que llamó al hombre y lo interrogó.

—¿Qué has hecho? ¿Has vertido sangre inocente? Porque aquella que comparte la cama contigo ha levantado testimonio contra ti y lo que dice parece cierto.

—Mi señor —explicó el hombre, contándole toda la historia—. Esto es lo que me pasó y el resto es falso. Por favor, vengan a mi jardín para ver lo que tengo allí enterrado.

Cuando el gobernador desenterró la oveja y comprobó que lo que decía el hombre era verdad, lo dejó ir recordándole:

—Ten cuidado de hacer caso a las palabras de tu padre, porque su recomendación fue muy sensata.

***

El dominio y mal uso del poder maligno de la palabra está íntimamente asociado a la imagen de la mujer en el folklore judío. En los cuentos las mujeres suelen aparecer como charlatanas y totalmente incapaces de guardar un secreto. Este cuento usa una conocida prueba de confidencialidad, en que la mujer fracasa. Sin embargo, esta mujer no deja escapar el secreto involuntariamente: se está defendiento en forma muy deliberada de un marido que la golpea. Por otra parte, la enseñanza que pretende impartir el cuento choca con otro consejo no menos judío: «Préstale tu oído a todos, tu mano a tus amigos, pero tus labios solamente a tu esposa», dice un refrán en idish.