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Capítulo Seis

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CARRIE NO SE PREOCUPÓ por saber de Grey nuevamente. Alguien que estuvo tan encima de ella como él había estado volvería en segundos... y más. Ella se concentró en su trabajo a pesar de que le llevó media hora concienciarse de que era la mejor cita que había tenido en años.

A las dos en punto, terminó y llamó al servicio de automóvil. Ella se había acostado a las tres y levantado a las ocho, se arrastraba por la oficina. Dennis estaba encantado con su trabajo y tenía más para darle. Había planificado quedarse las noches del miércoles y jueves hasta muy tarde. La llamada llegó el miércoles durante el trabajo. Acosada, fastidiosa y preocupada, Carrie contestó la llamada telefónica bruscamente.

“¡Hola!”

“Esa no es la voz suave que ronroneaba en mi oreja anoche.”

“¿Grey?” sonrió ella, imaginando su sonrisa sexy y risueños ojos.

“No puedo dejar de pensar en ti y estoy arruinando mi día laboral, cariño. ¿Vamos a ver a los Yankees y luego a cenar este sábado... asientos al lado de la primera base?”

“¿Sábado?” preguntó ella, sacando su calendario.

“Por favor di “si” así puedo volver a trabajar. ¡Estoy perdiendo dinero!”

“Tengo que trabajar. Puedo escaparme algunas horas,” dijo ella, sosteniendo el teléfono muy cerca por privacidad.

“El juego empieza a las 2 de la tarde. Enviaré un coche que pasará por ti a las 2 y media. Te estaré esperando fuera cuando llegues.”

“¡Maravilloso! ¿El nuevo Estadio Yankee?” Carrie se hundió en su silla de escritorio.

“Ningún otro.”

“Amo el béisbol... pero supongo que lo recuerdas por nuestra conversación.”

“Soy un buen oyente.”

“Es raro en un hombre,” dijo ella, poniendo su pie encima de la papelera.

“Además, tengo una excelente memoria. Recuerdo otras cosas acerca de ti... cosas que necesitan ser practicadas.”

Carrie se sonrojó por el tono de su voz.

“Te veo el sábado, Grey,” dijo ella y colgó cuando él terminó de reír.

Carrie se sentó un momento disfrutando de la idea de ver a Grey nuevamente.

Dennis explotó su globo romántico poniendo su voluminoso ser en la puerta del despacho de Carrie y aclarando su garganta.

“¿Qué pasa este sábado? El sábado trabajamos.”

“Voy a venir temprano y me marcharé a las 14:30 y volveré a las ocho si es necesario. Voy a ver un partido en el nuevo Estadio Yankee.”

“¿Buenos asientos?”

“En la primera base.”

“Supongo que, si después vuelves y eso, no habrá problema. Desearía poder ir contigo.”

Carrie sonrió y mantuvo su boca cerrada en lugar de decirle a Dennis lo complacida que estaba de que el no fuera.

Esa noche, mientras Carrie se metía en su cama para leer un poco, su teléfono sonó.

“No estoy interrumpiendo nada... de ninguna forma, ¿verdad?”

“¡Delia! Claro que no. Estuve trabajando todos los días hasta muy tarde así que no interrumpes nada,” rió Carrie, colocando el libro boca abajo sobre su estómago.

“Eso no es bueno, Carrie. Necesitas un hombre en tu vida. Deberías estar pensando en casarte.” dijo Delia

Carrie se introdujo en su cama.

“Ahora mismo en lo único que pienso es en mantener mi empleo.”

“Oh, claro, claro, había olvidado eso. ¿Cuándo voy a conocer a tu hombre?”

“No es mío y sólo lo he visto un par de veces. El sábado me va a llevar a un partido de béisbol y a cenar,” dijo Carrie con voz suave.

“¡Qué agradable! ¿Lo llevarás a tomar café?”

“Tía Delia, el tío Jackson estaría horrorizado con tus preguntas.”

“¿Lo estás tú?”

“Tengo que volver al trabajo el sábado por la noche.”

“Quizás eso no esté tan mal. Con todo el retraso, cuando estéis juntos, ¡habrán fuegos artificiales de verdad! Duerme bien, ángel.”

Delia colgó el teléfono y Carrie puso el libro a un lado. Apagó la luz y se acostó en su cama pensando cuando tendría tiempo de estar a solas con Grey. No tuvo tiempo de pensar demasiado. Se durmió a los diez minutos.

* * * *

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EL TIEMPO PARECIÓ VOLAR y el sábado llegó rápidamente. Era un maravilloso, soleado y placentero día de septiembre. Carrie llevaba unos tejanos azul claro acampanados, con una camiseta de manga larga color frambuesa y cuello redondo. El conjunto dejaba ver su figura a la perfección. Zapatillas de color azul marino, algunas joyas informales y una chaqueta de cuero, para protegerse del frío aire de la tarde, completaban el atuendo.

Se dirigió hacia la oficina a las 8 de la mañana, sin parar de sonreír. Cuando llegó, los otros miembros del equipo la saludaron con un “hola” malhumorado. Escondiéndose detrás de sus enormes vasos de café Starbucks, Carrie canturreó sus “buenos días” transmitiendo alegría a todos los presentes.

Se pusieron a trabajar rápidamente y ella se mantuvo concentrada hasta las dos y cuarto. Grey era muy riguroso con la puntualidad y ella sabía que el coche estaría esperándola en quince minutos delante de sus narices.

En el aseo de mujeres se retocó el colorete y el labial, agregó rímel y un delineador de ojos liviano. Una gota de su colonia preferida Lilac que le daba ese aroma personal.

“Espero que los Yanks ganen,” dijo Dennis, mientras ella se metía en el ascensor.

El viaje hasta el estadio Yankee fue rápido con poco tráfico para un sábado. Carrie se sentó y miró los botes del Río Hudson mientras el coche aceleraba por la carretera West Side dirección al Bronx. Los rayos de sol se reflejaban en el agua, en los árboles y en las flores del parque Riverside. Una sensación de felicidad la invadió completamente mientras se hundía en su cómodo asiento.

El conductor hizo una llamada rápida mientras se desviaban de la carretera y se dirigían hacia el estadio, Grey la estaba esperando. La tomó entre sus fuertes brazos con un gran abrazo y beso antes de tomar su mano y llevarla al estadio. Ella miró alrededor, sin poder discernir si el estadio parecía una oficina o una prisión moderna. Ella asintió levemente mientras la noción de un enorme banco vino a su mente.

Carrie quedó casi deslumbrada por el verde brillante del césped mientras caminaba y seguía al alto, delgado hombre hasta que llegaron a la mitad de la parte delantera entre la base del bateador y la primera base.

Justo cuando se sentaron, Alex Rodriguez sacó bola. Las aclamaciones eran ensordecedoras y Grey aprovechó la oportunidad para atraerla hacia sus brazos nuevamente. Saltaron, gritaron y rieron.

Una vez sentados, Grey le ofreció comida.

“El nuevo estadio tiene muchísimas opciones de comidas distintas. Puedes comprar los tradicionales perritos calientes con cerveza o soda ó algo más sofisticado. Tienen barbacoa, Dunkin Donuts, incluso ensaladas. ¿Cuál es tu favorita?”

“En el estadio de béisbol ... tiene que ser perrito caliente y soda.”

“¿Helado de Turkey Hill?

“¡Ese es el mejor!”

“Yo comí ese de niño, pero, ¿cómo conoces Turkey Hill?”

“Yo viajo,” dijo ella sonrojándose.

“Algún hombre te lo mostró, ¿verdad?” Sus ojos se achicaron.

“Quizás... Mira, Jeter está volviendo para batear.”

Grey tomó nota y dejó su inquisición acerca de su pasado. La invitó a perritos calientes, soda y helado. Él tomó cerveza. Grey también había salido del trabajo. Se sentó a su lado, llevaba un gorro de béisbol girado hacia atrás en su cabeza, pantalones grises y una camisa de manga larga con las mangas subidas hasta sus codos. Su corbata se había aflojado y colgaba algunos centímetros por debajo de su cuello. Varios botones de su camisa estaban desabrochados, se le veía un poco el bello del pecho. Carrie quería entrar dentro de su camisa y poner la palma de su mano en él. Ella sintió cómo su pulso se aceleraba rápidamente.

Él señaló las características especiales del nuevo estadio, acercándose a ella. Sus ojos siguieron la línea de los brazos de él y el dedo con el que señalaba, pero no podía concentrarse teniéndolo tan cerca. Su aroma la sedujo y pudo sentir su calor masculino irradiando desde su pecho cercano al de ella. Cuando se volvió a sentar, ella lo observó. La gorra informal, su camisa de manga larga revelando sus poderosos antebrazos levemente cubiertos por bello color arena. Sus anchos hombros y pecho estiraban un poco la camisa. Ella adivinó que quizás él no tenía una talla en concreto sino que estaba entre dos tallas. En su apuesto rostro brillaba un poco de sudor debido al sol. Carrie sintió cómo su pulso se aceleraba de nuevo y el calor volvía a recorrer sus venas simplemente con mirarlo y no podía dejar de hacerlo. Ella le quería.

“Mira, va a robar el tercero... Y es una entrada y salida rápida,” dijo Grey, señalando a un jugador que corría hacia la segunda base.

Justo cuando él dijo eso, el corredor de la segunda base comenzó a moverse y el bateador golpeó de una sola vez la bola hacia el centro del campo. El hombre en la segunda marcó un punto y la multitud enloqueció. Grey saltó junto con el resto, gritando y levantando sus manos por encima de su cabeza. Sacó a Carrie de su asiento y la envolvió con sus brazos. Ella apoyó sus manos en su pecho y sus ojos se encontraron con los de él. Él bajó su mirada y acercó sus labios hasta los de ella. Ella se abrazó a él acercándolo aún más. Grey la besó profundamente y de pronto todo el mundo empezó a sentarse. Los fans comenzaron a silbar a la pareja que estaba besándose. Alguien silbó y luego varios se le sumaron con aplausos y más silbidos.

Los fans que estaban alrededor de ellos se reían mientras Carrie se sentía mortificada. Se sentaron nuevamente en sus asientos y se tomaron las manos hasta que el partido terminó. A las cinco y media se dirigieron hacia el estacionamiento donde estaba el Jaguar XK plateado de Grey aparcado.

“Para la cena, pensé en llevarte a Avenida Arthur, ya que estamos por aquí.”

“¿Qué es Avenida Arthur?” preguntó ella, girando su cara hacia él.

“¿Creciste en Nueva York y no sabes que la verdadera Pequeña Italia está en la Avenida Arthur en el Bronx? La mejor comida italiana fuera de Italia y las panaderías... ¡madre mía!” Puso el coche en marcha y comenzaron a pasar por las calles laterales llenas de niños jugando, radios sonando fuertemente, gente agachada en el suelo, jugando a cartas, equipos musicales portátiles con música en idiomas extranjeros. Condujeron calle tras calle pasando por casas históricas de piedra, algunas coloridas, algunas de ladrillo rojo y algún marrón tradicional.

Grey encontró un espacio para aparcar en frente del Firenze, un restaurante italiano. Abrió la puerta para Carrie y la acompañó hasta dentro.

Había una docena de mesas dispuestas de modo comprimido en el pequeño restaurante. Las paredes eran verde oscuro y cada mesa tenía una botella de Chianti con una vela encendida. Llegaron temprano y el lugar estaba prácticamente vacío. Carrie ordenó unos raviolis y Grey pidió pollo parmesano con fideos.

“¿Cómo te ha ido el trabajo hoy?” preguntó Grey, mientras cortaba un trozo de su pollo.

“Estamos trabajando en tres nuevas estrategias para este cliente. A veces me confundo porque estoy trabajando con muchos clientes a la vez. ¿Tu has trabajado hoy también, ¿no?”

Los raviolis parecían derretirse en la boca de Carrie, nunca había comido una pasta tan rica.

“A Susan y a Max les gusta hacer su pre-investigación para mí antes de presentársela a John. John era mi jefe. Cuando se retiró, decidió empezar su propio negocio y me llevó con él. Por supuesto que tuve que poner dinero para comenzar pero no fue problema.”

“¿Cómo hiciste todo tu dinero?” espetó Carrie, sonrojándose posteriormente por el atrevimiento de su pregunta.

Grey la miró y se rió.

“Lo siento. Eso ha sido muy rudo de mi parte, por favor, disculpa mi pregunta.”

“Está bien. Al principio compré casas de pueblo.”

“¿Casas de pueblo?”

“Para poder ahorrar dinero tenía citas con variadas e interesantes caminatas. Caminábamos hasta el Harlem y volvíamos. Noté que la burguesía se estaba moviendo hacia el norte, así que busqué y compré algunas casas, las renové y las vendí con una diferencia de dinero importante,” Grey tomó un sorbo de su vino rojo.

“Bastante astuto,” dijo Carrie, cortando otro pedazo de ravioli por la mitad con su tenedor.

“Eso creo. También compré una para mí y me la quedé.”

“¿Vives en una casa de pueblo?” preguntó ella, con los ojos bien abiertos.

“En la zona norte. No es grande, pero tiene el suficiente espacio para mi... y para... el futuro,” dijo, tosiendo, “gané bastante dinero de esa forma y luego invertí en compañías investigadas exhaustivamente... compañías que estaba buscando para mis clientes. Hice algo así como un veinte por ciento al año.”

“Algún día, si me convierto en una directora creativa, ¿querrás invertir mi dinero por mí?”

Él se rió. “¿Qué tal si te enseño cómo invertir y lo haces tu misma?”

“Me gusta la idea,” dijo ella, sonriendo mientras se limpiaba los labios con la servilleta.

Grey giró su muñeca para mirar su nuevo reloj iPod.

“Es casi la hora. Tengo que conseguir un cheque de lluvia de pasteles para ti como postre.”

Tengo pensado un tipo de postre completamente distinto la próxima vez que nos veamos. Ella ojeó su torso hambrientamente preguntándose cómo sería debajo de su chapa corporativa y le sonrió tras asentirle.

Grey la llevó en su coche hacia la oficina llegando quince minutos antes de tiempo. Se sentaron en el coche besuqueándose como una pareja de adolescentes hasta que ella tuvo que marcharse.

“Me lo he pasado maravillosamente hoy.”

“Ayuda cuando los Yankees ganan,” dijo él, jugando con las llaves de su coche.

“Ah, ¿ganaron? No me di cuenta,” bromeó ella.

“¿Qué?”

“Estoy bromeando. Mi día maravilloso tiene que ver contigo, tontito,” explicó Carrie, abriendo la puerta.

“Te llamaré mañana,” dijo él, cuando ella cerró la puerta.

“Buenas noches”

“Buenas noches, cariño,” dijo, levantando su mano.

Grey puso en marcha su vehículo y se alejó del lugar rápidamente.