Las posturas inarmónicas |
«El dolor es una percepción violenta y desagradable que provoca una repentina alteración emotiva del sujeto y una respuesta conductual de defensa...»
MARIO TIENGO
La cefalea tensional es un tipo de cefalea muy común, cuyas causas se conocen muy poco. De hecho, es inespecífica: no es vascular, como la migraña, ni tampoco está ligada a un proceso orgánico, como las cefaleas secundarias. Esta cefalea se debe, con toda probabilidad, a la contracción de los músculos de la cabeza y el cuello.
Hay dos tipos de cefalea tensional: la episódica y la crónica. La primera es desencadenada generalmente por factores ambientales o de estrés mental, y puede ser resuelta con la ingesta de analgésicos simples, o bien con la interrupción del elemento estresante y tras un breve periodo de relajación. La segunda forma de cefalea, la crónica, se manifiesta prácticamente a diario, es continua, con fluctuaciones en la intensidad del dolor durante la jornada. El dolor se asemeja a una pesadez, a una opresión alrededor de la cabeza o bien en toda ella (holocraneal).
La cefalea puede afectar a una zona muy amplia, que se extiende del cuello a los hombros, y a veces puede afectar a la parte central de la espalda hasta la zona lumbar
El dolor puede irradiarse con bastante frecuencia hacia el cuello, la espalda y, a veces, hasta la región lumbar. Algunos pacientes con cefalea tensional padecen alteración del sueño con despertares precoces, síntoma de una probable asociación con la depresión. La actividad física —a diferencia de lo que ocurre con la migraña— mejora sensiblemente el dolor. Cuando la responsable de la cefalea es la tensión, la relajación y algunos ejercicios para desentumecer los músculos pueden solucionar fácilmente el problema. Pero esto no es todo; también puede ayudar lo siguiente:
— cumplimentar un diario sobre la cefalea;
— asegurarse de que la postura en el trabajo sea la correcta: una silla adecuada y a una altura conveniente pueden bastar para prevenir la cefalea;
— evitar estar sentados mucho tiempo: conviene interrumpir los viajes largos en coche o el trabajo en la oficina a intervalos regulares para realizar algunos ejercicios;
— comenzar a practicar una actividad física: correr, nadar, ir en bicicleta o incluso un paseo al aire libre ayudan a relajarse;
— analizar la cama: un colchón o una almohada demasiado duros o demasiado blandos pueden provocar al despertar una cefalea tensional.
Cuando se habla de cervicalgia —o más comúnmente de «las cervicales»— se hace referencia a un dolor localizado en el cuello. El dolor parte del cuello y desde ahí se irradia a la espalda y, en los casos más graves, a los brazos, dificultando los movimientos. A menudo, además, se asocia a dolor de cabeza. De cualquier forma, los cuadros dolorosos son muy variables, debido a que en esta zona hay diversas estructuras sensibles al dolor.
En la inmensa mayoría de los casos (80-85 %), el origen del dolor está en una leve alteración que afecta a las estructuras mecánicas situadas en la región de las primeras vértebras de la columna: se trata de músculos, ligamentos, discos intervertebrales y articulaciones posteriores que garantizan tanto el movimiento (el cuello presenta una movilidad extrema para permitir que la mirada se dirija en todas las direcciones), como la sujeción (el cuello, estructura muy delgada, sostiene la cabeza, que es muy pesada). Basta, de hecho, un esfuerzo inadecuado —que puede ser brusco e instantáneo o prolongado— a la altura del cuello para que se produzca una lesión de estas estructuras.
El cuello está diseñado para el movimiento, al igual que el resto del cuerpo. La vida cotidiana, en cambio, nos lleva, en la mayoría de los casos, a estar quietos, demasiado quietos. Las demandas funcionales que hacemos a nuestro cuello a menudo no son muy adecuadas: buscamos un objeto y, en vez de girar la cabeza, mantenemos una postura fija; estamos sentados ante un ordenador y tendemos a estirar el cuello... Estas situaciones conllevan, inevitablemente, una contractura de la musculatura, porque falta la respuesta del movimiento: el músculo se ha contraído, preparado para reaccionar ante un estímulo externo de movimiento que debería haber, pero que no hay; como consecuencia, continúa contraído (esfuerzo prolongado). Estas situaciones acarrean de forma inevitable una contractura de la musculatura cervical, con la consiguiente aparición de dolor.
En definitiva, un estrés mecánico exagerado e incorrecto, respecto a lo que estas estructuras pueden soportar, causa dolor. En estos casos, a menudo, hay que incluir el estrés que, al originar una contracción de la musculatura, favorece la aparición del dolor.
Al igual que para la cefalea tensional, a la cual acompaña a menudo, se experimenta una notable mejora con el movimiento.
Se denomina así a un dolor localizado en la región dorsal de la columna. A menudo, la dorsalgia se debe a una postura incorrecta durante el trabajo, que tiende a aumentar la llamada cifosis dorsal, es decir, la curvatura natural que traza la columna y que con la edad se acentúa. En estos casos, generalmente, el dolor tiende a localizarse con mucha frecuencia entre los dos omoplatos, es más intenso al caer la tarde, se acentúa cuando se está mucho tiempo de pie y disminuye con el reposo.
La lumbalgia es un dolor que se manifiesta en la región lumbar, y se trata de una de las afecciones más frecuentes hoy en día. Se ha dicho que el dolor de espalda es «el precio que el hombre debe pagar por haber pasado de ser un cuadrúpedo a la bipedestación»; con esta afirmación se entiende que, en términos de evolución, este paso es todavía reciente, y que, por tanto, aún no estamos perfectamente adaptados.
Los trastornos funcionales más frecuentes, no ligados a la presencia de daños anatómicos, hay que atribuirlos a:
— alteraciones de las funciones posturales de la columna lumbar por anomalías en el ángulo lumbosacro;
— alteraciones de la función cinética por anomalías del ritmo lumbo-pélvico.
El ángulo lumbosacro es aquel ángulo formado por la última vértebra lumbar y la primera vértebra sacra. Toda variación en la medida de este ángulo (sobre todo de aumento) provoca estímulos anómalos en la columna, con la consiguiente posible aparición de dolor.
Ángulo lumbosacro, constituido por la última vértebra lumbar y la primera sacra. Cada variación de este ángulo determina estímulos anómalos en la columna vertebral, con la consiguiente aparición del dolor
El ritmo lumbo-pélvico, en cambio, es la rítmica inversión de la curvatura lumbar que se produce cada vez que inclinamos el tronco hacia delante y volvemos luego a la posición erguida.
Ritmo lumbo-pélvico
La más mínima variación puede provocar dolor. Las causas pueden estar en la actividad laboral o lúdico-deportiva, así como en el mantenimiento de determinadas posturas.