Alfred Rosenberg, «Vermerk über Unterredung beim Führer am 14. 12. 1941» («Apuntes sobre una entrevista con el Führer el 14 de diciembre de 1941»), reproducido en Nürnberger Prozess, vol. 27, pp. 270-73 (1517-PS).
A modo de introducción le pregunté al Führer por mi discurso en el Palacio de Deportes y señalé algunos puntos que me parecían requerir consulta. El Führer pensaba que el discurso ya estaba escrito antes de la declaración de guerra de Japón, esto es, en otras circunstancias, pero que independientemente de eso había que reflexionar sobre algunos puntos. Dijo que quizá no era oportuno que pretendiera yo decir oficialmente que Ostland permanecería en poder de Alemania. A eso le dije que también yo me he anotado sobre ese punto que tal vez sería mejor asegurar que Ostland permanecería bajo la protección de Alemania. El Führer opinaba que tan solo debía dejar claro que los territorios jamás volverían a estar en manos de los bolcheviques y, desde la perspectiva alemana, que ya estaban asegurados.
Sobre la cuestión judía dije que quizá tendría que cambiarse ahora tras la decisión la nota sobre los judíos de Nueva York. Dije que en mi opinión no había que hablar de la erradicación del judaísmo. El Führer aprobó esa posición y dijo que nos habían lastrado con una guerra y que habían traído consigo la destrucción, conque no era de extrañar que las consecuencias les afectaran primero a ellos.
El Führer dijo además que no veía adecuado exhortar en este momento a los otros pueblos a colaborar, pues podrían ver en ello el fundamento para reclamar después un derecho. Él lo hace caso por caso en negociaciones particulares. Le dije que yo también me lo había anotado como pregunta particular. Y que redactaría de nuevo con mayor cautela y conforme a sus directrices los párrafos correspondientes.
El Führer aprobó sin reservas que yo abordara el conflicto en Asia. Le entregué a continuación el esbozo de un edicto de tolerancia religiosa con el que el Führer estuvo de acuerdo tras reflexionar detenidamente sobre él ... En respuesta a la consulta de un jefe militar en los territorios ocupados del Este sobre el enlace matrimonial entre miembros de la Wehrmacht y los habitantes de estas zonas, el Führer dijo que durante esta guerra no podía celebrarse ningún matrimonio. Después de la guerra las cosas podrían flexibilizarse dependiendo de las metas trazadas y de la relación de consanguineidad.
Después traje a colación la relación con el comisario del Reich Koch y le dije al Führer que algunas afirmaciones suyas delante de los oficiales del OKW habían causado la impresión de que tenía audiencia directa con el Führer y de que, por lo demás, pensaba gobernar sin Berlín. Había pronunciado frases semejantes en presencia de mis colaboradores, que era él el que hacía la política, y en una ocasión me había dicho que se veía a sí mismo como un coordinado. Ya le había dejado claro que la suya era una relación de servicio y nada más. Por lo demás, había hablado ahora con él y confiaba en que se hubiera alcanzado claridad sobre el conjunto de su labor. Solo quería pedirle al Führer que no volviera a recibir a Koch solo sino únicamente en mi presencia. El Führer estuvo inmediatamente de acuerdo.
Informé después al Führer de la visita del general Kitzinger. Me había comunicado que tenía el encargo de trillar la cosecha. Se le había prometido con este fin el envío de varias divisiones, pero no había llegado ninguna. Incluso le habían quitado más unidades. El Führer dijo que dispondría las cosas para que esto no fuera así y le dieran las divisiones. En relación al estado de los presos, Kitzinger había comunicado que en los campos de su territorio morían diariamente en torno a 2.500 presos por extenuación, y que de todas maneras ya no estaban en condiciones de ingerir buena comida, por lo que habría que contar que no iban a quedar muchos.1 Por lo demás la fuerza de trabajo era suficientemente grande, el campo estaba incluso superpoblado.
Le pregunté al Führer además si había revisado la memoria sobre el uso de legiones turcas,2 lo que ya suponía puesto que el OKW había emitido la orden de que junto a la legión turco-azerbaiyana se formaran otras legiones caucásicas. El Führer asintió, y yo advertí una vez más sobre el peligro de un movimiento panturánico. Informé además de la solicitud de los tártaros de Crimea de Constantinopla y la petición de visitar los campos de prisioneros y de examinar a sus compatriotas. Le dije al Führer que había rechazado la petición, a lo que asintió sin reparos. Lo único que se podía hacer —dijo— era separar en consideración a Turquía a los doscientos cincuenta tártaros de Crimea prisioneros, también en el trato que se les daba. Por lo demás el Führer subrayó de nuevo que su intención era depurar más adelante Crimea de arriba abajo. Le comenté que me estaba devanando los sesos para ver qué nuevos nombres le poníamos a las ciudades, y pensé llamar Gotemburgo a Simferópol y Theoderichhafen a Sebastopol (esto último por indicación del propio Führer). Luego presenté al Führer una propuesta para la regulación de las fronteras entre Transnitria y Mijolaiw, pues tal y como estaban las cosas los rumanos podían visitarnos inesperadamente en todas las plantas astilleras; para evitarlo solo se requería una pequeñísima regulación. Ya le había presentado la propuesta al mariscal de campo Keitel. El Führer examinó el proyecto en el mapa y estuvo de acuerdo con la propuesta de regulación.
Por último anuncié al Führer mi propósito de viajar en enero a Riga y de visitar también, claro está, otras regiones el año que viene. Le pedí al Führer que me autorizara a unir varios vagones en un tren especial. Ya había entablado en Holanda negociaciones para la adquisición de los coches. Al Führer le pareció obvio y natural y accedió a mi petición.
A continuación hice entrega al Führer de una carta, ya antes mencionada, de un erudito japonés que versaba sobre la concepción japonesa y nacionalsocialista del mundo en contraste con el cristianismo, de lo que estuvimos un buen rato hablando. El Führer se llevó consigo el informe, que le cautivó inmediatamente.
[firma:] Rosenberg
Berlín, el 16 de diciembre de 1941
R/H.