¡A ver!, gritó Marco. ¿A qué se parece
el sonido de una rama que se quiebra?
Suena a un vaso que se raja, dijo Juliana.
No, es más como un helado
que se cae del cono, dijo Lluvia.
¡No! ¡Claro que no! En realidad suena
al gritito que se da cuando uno se sienta
en una silla mojada, reclamó Guayo.
¡Y, no! Es más como un dulce que se derrite
en el bolsillo, dijo Sofía.
Como romper una silla, o despegarle la cabeza
a una muñeca, aclaró Gabriel.
O quizá como hacerse pipí en la cama,
o más bien como pegarse un chicle en el cabello,
dijo Lluvia entre carcajadas.
¡No!, grité yo. Suena como cuando a un barrilete
se le rompe el hilo y desaparece en el cielo.
No, porque entonces sonaría igual que un globo que
se te suelta de la mano, me reclamó Mateo.
El tío Totó que estaba en el patio escuchándonos, rezongó:
¡Chicos! Esos no son sonidos.
A lo que todos respondimos en coro:
¡Claro que sí!