El patio

Madre caminaba conmigo por el patio;

arrancaba pequeñas hojas de las plantas,

las partía con sus dedos

y las acercaba a mi nariz.

Como un acto de magia,

el viento esparcía al mismo tiempo

aromas intensos y palabras bellas:

albahaca, laurel,

romero, decía Madre;

y a mí se me abrían las fosas nasales

como a los monitos de los libros de ciencia.

Entonces cerraba los ojos.

Luego ponía en mis labios

las hojas arrugadas,

molidas entre dedo y dedo,

y ahí descubrí

que todas las palabras bellas

tienen un sabor

que jamás olvidamos.

Si les contara

a qué me saben las palabras

bicicleta, elefante, amor.

Si tan solo les contara

a qué sabe la palabra sueño.