HABÍA SIDO GENIAL pasar unos días en Londres, en su casa, pero volver a Uppsala fue estupendo. Aquí Billie podía pensar libremente, sin preocuparse por lo que sucedía entre su padre y su madre. Había hablado con su madre esa misma mañana, y eso la había calmado.
Billie se estaba planteando intentar entrar en la escuela superior de teatro, pero no pensaba decírselo a sus padres. Las opciones de que la admitieran eran mínimas.
Karl-Johan, en cambio, estaba entusiasmado.
—Te ayudaré. Puedes presentar la solicitud en otoño, y la prueba no será hasta comienzos del año que viene —dijo cuando ella sacó el tema después de una ardiente noche en su cama—. Esa prueba exige mucha preparación, cariño, pero estás muy bien dotada… en todos los sentidos. —Se echó sobre ella, le tomó la cara entre las manos y le mostró su cariñosa sonrisa—. Bella, maravillosa Billie, estaré sentado en primera fila el día de tu debut en el Dramaten.
¿Cómo era posible que lo que hacía solo unos meses la asustaba tanto ahora le resultara tan familiar? Cuando salía a escena, era como volver a casa y ponerse algo cómodo.
Ya no faltaba mucho para el estreno de Casa de muñecas y estaba deseando que llegara ese momento, pero al mismo tiempo le encantaba ensayar. La compañía funcionaba cada vez mejor, y Billie sentía que se conocía mejor a sí misma a medida que iba ahondando en su personaje. Era asombroso.
—Eres buenísima, es evidente que tienes que ir a la escuela superior de teatro —dijo Annika, que la apoyó aún más que Karl-Johan, si cabe—. Ya quisiera yo tener tu valor. No queda nada de aquella chica reservada que era incapaz de imaginar que pudiera formar parte del grupo de teatro.
—Sí, ¿verdad que es extraño?
Cuando iba a clase en la universidad, le resultaba difícil prestar atención a lo que decía el profesor. Los sistemas financieros y las maneras de presentar los informes ya no le interesaban. Se pasaba el día soñando despierta, pensando en grandes estrenos, obras de teatro difíciles de interpretar y papeles complicados.
Pero ¿cómo lograría entrar en la escuela de teatro? Eso era más difícil que entrar en Medicina. Si no lo lograba, podría seguir actuando en el teatro amateur y estudiar Económicas para conseguir un trabajo, pero ya entonces sabía que en tal caso sería muy infeliz. Tenía que entrar, no había otra opción.
—Aunque lo lamento por mí —continuó diciendo Annika—. Me gusta tenerte en la habitación de al lado.
—Y a mí también, ya lo sabes. Pero, pase lo que pase, siempre seremos amigas, ¿no?
Annika era la mejor amiga que había tenido nunca. Incluso a su abuela le había gustado, y eso no era poca cosa.
—Estoy pensando en aceptar la oferta de tu madre de trabajar en verano en el Flanagans.
—¿En serio? ¡Sería estupendo! Puedes decírselo cuando venga.
—Tú también estarás allí en el verano, ¿verdad?
—Sí, claro que sí, aunque no sé lo que voy a hacer con Karl-Johan.
—¿Cómo de enamorada estás en una escala del uno al cien?
Billie frunció el ceño. Estaba muy enamorada, pero cien parecía mucho.
—Sesenta y nueve —respondió al fin, después de pensar en lo último que habían hecho.
—¿Qué? Yo pensaba que era el hombre de tu vida.
—Hasta ahora sí. Es maravilloso, tanto en el teatro como en casa —dijo con una sonrisa.
Annika iba a salir esa noche con unos compañeros y Karl-Johan tenía que echar una mano en el trabajo, de manera que Billie por una vez pasaría la noche sola. Le vendría bien. Leería todos los documentos de ingreso y luego pensaría en la mejor forma de preparar la prueba para entrar en la escuela de teatro.
¿Siempre había tenido esa vocación? Que ella supiera, nadie de su familia había tenido interés por subirse a un escenario, y ahora el teatro era casi lo único en lo que podía pensar. Durante los ensayos sentía algo indescriptible, y le había dicho a Annika que era como entrar en otra dimensión, en una más segura. Al oírlo, su amiga se había reído, pero eso era porque no vivía el teatro de la misma manera. Para ella, no era más que una actividad divertida a la que dedicar su tiempo libre. Para Billie, el teatro se estaba convirtiendo poco a poco en algo muy distinto: sentía que podría renunciar a casi todo a cambio de la oportunidad de subir al escenario y contar una historia.