LA TARDE SIGUIENTE, Frankie asomó la cabeza en el despacho para ver si Billie estaba allí, pero solo encontró a Elinor. No parecía ella misma: siempre parecía muy contenta cuando la veía.
—¿Dónde está Billie? —preguntó Frankie.
Elinor levantó la cabeza.
—Viene de camino —dijo con voz tenue.
—¿Ha pasado algo? —preguntó Frankie entrando en el despacho.
—No, solo estoy ocupada.
Como si Frankie no tuviera ojos en la cara.
—Muy bien, entonces me largo a ver si la encuentro. Nos vemos dentro de un rato. — Volvió a dirigirse a la puerta.
—Estupendo. Y, otra cosa, Frankie.
La joven se detuvo.
—Estoy contentísima de que volváis a ser amigas.
Bajó corriendo las escaleras y llegó al vestíbulo en el preciso momento en el que Billie entraba por la puerta.
—Ven, tengo que enseñarte una cosa —le dijo cuando se encontraron. Se llevó a Billie hasta el tresillo libre que había junto a la puerta del salón de té. Le mostró el papel que había encontrado en el libro—. ¿Qué te parece?
Billie leyó con un murmullo.
—No lo entiendo. ¿Crees que mi padre le escribió esto a tu madre?
—No lo sé. ¿Es su letra?
Billie asintió.
—Sí que lo es.
Frankie suspiró. Desde luego, primero se lo tendría que haber preguntado a su madre, pero era tan agradable la relación que tenían ahora, que no había querido ponerla en peligro. Anoche su padre había cenado con ellas y se habían vuelto a sentir casi como una familia, pero no se había podido quitar esa nota de la cabeza en toda la velada.
—¿Crees que tuvieron algo? —Frankie se rio como si no se creyera lo que acababa de decir—. Aunque mi abuela una vez dijo que mi madre era una casquivana. ¿Es posible que lo sea?
—Pero ¿y mi padre? ¿Qué clase de canalla sería, en tal caso? —se preguntó Billie—. No, tiene que haber otra explicación. ¿No se lo has preguntado a tu madre?
—No, aunque debería haberlo hecho. Pero ¿mi madre y tu padre? ¿En serio?
—Sería muy raro.
—Habrían sido una pareja tóxica —constató Frankie.
—Del mismo modo que Alexander y mi madre habrían sido una pareja… ¿aburrida?
—Sí, algo así.
Se rieron con una especie de entendimiento. «Billie ya no es tonta», pensó Frankie. «Se ha espabilado en Suecia. Sabe vestirse y tiene confianza en sí misma.» Y quería ir a la escuela de teatro. Todo eso era genial. Envidiaba a Billie porque había encontrado algo que la apasionaba.
—Di lo que crees —le pidió Frankie.
Billie se lo pensó un poco.
—¿Es posible que mis padres hubieran discutido y que mi padre quisiera hablar de ello con Emma?
—Yo también lo he pensado. Que los dos tuvieran una aventura parece demasiado inverosímil. Tu madre es la mejor amiga de la mía.
Billie parecía sobresaltada, y Frankie pensó que más valía cambiar de tema.
—Por cierto, ¿has mirado alguna escuela de teatro? Imagínate que llegas a ser superfamosa, te dan un Oscar o algo así. O quizá un BAFTA. Sería una pasada.
—Ja, seguro. Para empezar, me conformo con que me acepten en alguna parte.
—Estoy segura de que lo conseguirás.
—Gracias, Frankie. Si continúas siendo tan estupenda, es posible que te invite a alguno de mis estrenos —dijo con una sonrisa.
—Ya lo estoy deseando. —Le sonrió con socarronería—. Por cierto, ¿de qué quiere hablar tu madre con todos?
Billie se encogió de hombros.
—No lo sé. Pero luego puedes preguntarle a tu madre qué significa esta nota, porque quisiera saber por qué la escribió papá.
—Me inquieta ver que te preocupa —dijo Frankie.
—No lo sé, pero me parece tan raro. Ni siquiera son amigos.
—¿Verdad? Yo nunca he visto que se hablaran.
—¡Bah! Seguro que nos preocupamos por nada.
«Eso espero —pensó Frankie—. Lo espero de veras.»
FRANKIE ADVIRTIÓ LA tensión que se respiraba en el despacho nada más entrar con Billie. Los padres de ambas estaban allí, sentados juntos en el sofá. Sebastian se reclinaba con aire negligente en una butaca, con las llaves del coche en la mesa de al lado, como si estuviera listo para levantarse y marcharse en cualquier momento. Elinor estaba en una esquina de la habitación y parecía completamente destrozada. Ella que siempre se mostraba tan serena.
—Ajá, ya veo que lo estabais pasando muy bien —dijo Frankie, sentándose en una butaca vacía.
Emma sonrió nerviosa y Alexander tampoco parecía demasiado cómodo.
Frankie miró de reojo a Billie, que se había quedado de pie en medio de la habitación. Parecía preocupada por lo que estaba a punto de ocurrir.
Elinor señaló una silla.
—¿Y si prefiero quedarme de pie? —dijo Billie.
—Quiero que te sientes —le ordenó Elinor con un tono que parecía demasiado cortante para provenir de ella.
Frankie miró a Billie a los ojos. Estaba a punto de suceder algo horroroso. Lo sentía en todo su cuerpo.
Elinor carraspeó.
—Lo que voy a contar ahora afecta a nuestras dos familias y agradecería que nadie dijera nada hasta que haya terminado.