INTRODUCCIÓN
¿PIEDRAS SAGRADAS? ¿Cuántas de
ellas han sido tocadas por lo divino? ¿Podría considerarse
idólatras a quienes creen que en el reino mineral hay entes
espirituales a los que se debe ren- ¿dir culto y adoración? La
piedra es el representante genuino de la solidez, y por ende, de lo
tangible, de lo que se puede tocar, coger con las manos y llevar de
un lado a otro. Es una materia compacta que podemos utilizar y
manipular de diversas formas según nuestros intereses. No hay duda
de que fue el material con el que la Humanidad levantó sus primeros
hogares y santuarios. Por tanto acompaña a lo más íntimo del hombre
desde tiempos inmemoriales.
Tras salir del antro que le
gestaba, cálido y protegido, el homínido era recibido por un mundo
constituido en gran parte por piedras que cumplían diversas
funciones. Unas servían como abrigo; otras, como utensilios; otras
se transformaban en armas destinadas a la defensa o a la agresión;
otras eran la losa bajo la que descansarían sus restos más tarde o
más temprano, tras el último suspiro que les transportaría a un
mundo distinto del físico; muchas adoptarían la forma visible de
sus dioses tutelares.
Se han construido con piedras
los más admirables santuarios. No por casualidad, sino porque eran
materiales tangibles, abundantes, manipulables y poderosos. Lo
sagrado, lo que el hombre considera por encima de sí, lo que
relaciona con su condición trascendente, se manifiesta físicamente
adoptando multitud de formas, para las que las piedras son el
soporte en muchísimas ocasiones. Y lo van a seguir siendo en el
futuro. Por esto muchas de ellas tienen carácter mágico y sagrado,
tanto en su condición de materiales con los que se construyen las
moradas de los dioses, como por ser receptáculos de nuestra
naturaleza espiritual. Además, están repartidas por todos los
rincones de la Tierra, unas en sitios recónditos y desconocidos, y
otras en grandes espacios, a la vista de todos.
Algunas son de tamaño
gigantesco, otras, pequeñas y discretas. Abundan las que han
quedado ocultas por el tiempo, sirviéndose de la maleza, la arena
transportada por el viento, o la desidia de los hombres. Otras, han
sido reutilizadas multitud de veces para otros menesteres distintos
de los originales. Tanto que en numerosos santuarios, tanto
cristianos como de otras religiones, los altares fueron los mismos
donde se adoró y rindió culto a dioses de los panteones
paganos.
Encontraremos piedras sacras en
cualquier sitio a donde vayamos. Por eso debemos abandonar la idea
soberbia de que estamos ante simple materia, grosera e impura, y
contemplarlas con el respeto debido a la sensibilidad de quienes
las reconocieron. Cada una tiene una historia que contar, sobre sí
misma, y sobre los hombres que las incorporaron a su vida,
empleándolas de diversos modos y realizando con ellas
modificaciones admirables. Y, por supuesto, también hablan acerca
de la naturaleza de los grandes dioses y sus cortes, de los
pequeños diosecillos, entidades y submundos,... o cualquier otro
ente espiritual que se nos ocurra.
Piedras sagradas que nos
acompañan desde el nacimiento a la cuna. Si no existiesen, tampoco
nosotros hubiéramos existido nunca, porque, aunque resulte tan
escandaloso como lo fue el descubrimiento de nuestro pasado simio,
nuestra estructura es semejante a la de las piedras.
Juan Ignacio Cuesta