CAPÍTULO 2

No morir de una enfermedad pulmonar

 

 

 

 

 

La peor muerte que he presenciado jamás es la de un hombre con cáncer de pulmón. En aquella época, era residente en un hospital de salud pública de Boston. Al parecer, que los presos murieran entre rejas era negativo para las estadísticas de las prisiones, por lo que se trasladaba a los presos con enfermedades terminales a mi hospital para que pasaran allí sus últimos días, a pesar de que no podíamos hacer mucho por ellos.

Era verano y en la planta de presos no había aire acondicionado; bueno, al menos para los pacientes ingresados. Nosotros, los médicos, podíamos retirarnos a los confines helados de la sala de enfermería, pero los pacientes, esposados a las camas, sólo podían estar ahí, postrados en el caluroso piso superior del elevado edificio de ladrillo. Cuando los traían por el pasillo frente a nosotros, dejaban tras de sí un rastro de sudor.

La noche en que murió el hombre del que le hablaba estaba en uno de mis turnos de 36 horas. Entonces trabajábamos semanas de 117 horas. Es asombroso que no matásemos a más pacientes. Por la noche sólo quedamos dos, yo mismo y un médico pluriempleado que cobraba 1.000 dólares por dormir. Así que la mayor parte del tiempo estaba solo para cubrir a los cientos de pacientes de la planta, algunos de los más enfermos entre los enfermos. Y fue una de esas noches en que, amodorrado y entre la neblina de la falta de sueño, recibí la llamada.

Hasta entonces, en todas las muertes que había presenciado, el paciente, o bien ya estaba muerto al llegar, o bien moría durante unos de los «códigos» cardiacos, en que intentábamos reanimarlos desesperadamente (y casi siempre sin éxito).

Esta vez no fue sí.

Tenía los ojos como platos, luchaba por respirar y las manos esposadas se aferraban a la cama como garras. El cáncer le estaba llenando los pulmones de líquido. El cáncer de pulmón lo estaba ahogando.

Mientras se revolvía, desesperado, suplicante, mi mente entró en modo médico. Repasé todos los protocolos y procedimientos, pero no había mucho que hacer. El paciente necesitaba morfina, pero la guardábamos en el extremo opuesto de la planta y me iba a ser imposible llegar a tiempo, no digamos ya volver para administrarla. No era muy popular en la planta de presos. Una vez había denunciado que uno de los guardias había pegado a uno de los presos enfermos y, como recompensa, recibí amenazas de muerte. No me dejarían pasar por las puertas a la velocidad necesaria. Supliqué a la enfermera que fuera a buscarla ella, pero no volvió a tiempo.

La tos del paciente se convirtió en un borboteo. «Todo irá bien», dije. Inmediatamente, pensé «Menuda estupidez para alguien que está muriéndose ahogado». Otra mentira más en la probablemente ya larga cadena de condescendencia por parte de otras figuras de autoridad a lo largo de su vida. Impotente, dejé de ser médico y pasé a ser persona. Le di la mano y me agarró con todas sus fuerzas, para acercarme hacia su rostro, cubierto de lágrimas y desfigurado por el miedo. «Estoy aquí. Estoy contigo», dije. Seguimos mirándonos a los ojos hasta que murió asfixiado, frente a mí. Fue como mirar cómo torturaban a alguien hasta la muerte.

Respiré hondo. Ahora, imagine cómo sería no poder respirar. Tenemos que cuidar bien de nuestros pulmones.

 

 

Al igual que en muchos países industrializados, las enfermedades pulmonares son la segunda causa de muerte en Estados Unidos, donde matan a unas 300.000 personas al año. Y al igual que la primera, la enfermedad coronaria, muchos casos podrían prevenirse. Hay muchos tipos de enfermedad pulmonar, pero las tres que matan a más personas son: el cáncer de pulmón, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y el asma.

El cáncer de pulmón es el cáncer que acaba con más vidas. La mayoría de las 160.000 muertes anuales consecuencia del cáncer son un resultado directo del tabaquismo. Sin embargo, una dieta saludable puede ayudar a mitigar los efectos dañinos del humo del tabaco sobre el ADN, además de, quizás, impedir que el cáncer de pulmón se extienda.

La EPOC mata aproximadamente a unas 140.000 personas al año, ya sea por las lesiones a los diminutos sacos de aire de los pulmones (enfisema), ya sea por la inflamación y el engrosamiento de las vías respiratorias, taponadas por la mucosidad (bronquitis crónica). Aunque no hay cura para las cicatrices permanentes que la EPOC deja en los pulmones, una dieta rica en frutas y verduras podría ayudar a ralentizar el avance de la enfermedad y a mejorar la función pulmonar de los 13 millones de personas que la sufren.

Finalmente, el asma, que siega 3.000 vidas cada año, es una de las enfermedades crónicas infantiles más frecuentes. Y, sin embargo, podría prevenirse en gran medida con una dieta más sana. La investigación sugiere que añadir raciones diarias de fruta y verdura puede reducir tanto el número de casos de asma durante la infancia como la cantidad de ataques de asma que sufren quienes padecen la enfermedad.

 

 

CÁNCER DE PULMÓN

 

En Estados Unidos se diagnostican unos 220.000 casos de cáncer de pulmón cada año y la enfermedad causa más muertes anuales que los siguientes tres tipos de cáncer juntos (colon, mama y páncreas).[1] En cualquier momento dado, hay casi 400.000 estadounidenses viviendo bajo la oscura sombra del cáncer de pulmón.[2] A diferencia de lo que sucede con la enfermedad coronaria, que aún no se ha reconocido como consecuencia directa de una dieta que obstruye las arterias, se reconoce ampliamente que el tabaco es, con diferencia, la causa más habitual de cáncer de pulmón. Según la Asociación Americana de Neumología, el tabaquismo es un factor en hasta un 90 por ciento de todas las muertes por cáncer de pulmón. Las probabilidades de que un varón fumador desarrolle cáncer de pulmón se multiplican por 23 respecto a las de un no fumador y las de las mujeres fumadoras se multiplican por 13 respecto a las no fumadoras. Y los fumadores no se perjudican únicamente a sí mismos; cada año se atribuyen miles de muertes al humo que inhalan los fumadores pasivos. El riesgo de desarrollar cáncer de pulmón para las personas no fumadoras aumenta entre un 20 por ciento y un 30 por ciento si se exponen con regularidad a humo de cigarrillo.[3]

Ahora, las advertencias en los paquetes de cigarrillos están por todas partes, pero durante mucho tiempo, grupos de interés poderosos enterraron la relación entre el tabaquismo y el cáncer de pulmón, del mismo modo que, en la actualidad, se oculta la relación entre algunos alimentos concretos y otras causas de muerte importantes. Por ejemplo, en la década de 1980, Philip Morris, la tabacalera estadounidense más importante, lanzó el conocido Whitecoat Project (Proyecto Bata Blanca). La multinacional contrató a médicos que publicaran estudios escritos por otros y en los que se negaba la relación entre el tabaquismo pasivo y las enfermedades pulmonares. Este lavado de cara, junto a las ingeniosas campañas de publicidad de la industria tabacalera, como los anuncios parecidos a dibujos animados, ayudó a enganchar a generaciones enteras a sus productos.[4]

Si, a pesar de todas las evidencias y avisos, aún sigue fumando, el paso más importante que puede tomar ahora es dejar de hacerlo. Ahora. Por favor. Los beneficios son inmediatos. Según la Sociedad Americana Contra el Cáncer, tan sólo unos veinte minutos después de haber dejado de fumar las pulsaciones cardiacas y la tensión arterial bajan. Al cabo de unas semanas, mejoran la circulación sanguínea y la función pulmonar. Al cabo de unos meses, las células «aspiradoras» que ayudan a limpiar los pulmones, retirar el moco y reducir el riesgo de infección empiezan a crecer de nuevo. Y al cabo de un año de haber dejado de fumar, el riesgo de sufrir una enfermedad coronaria asociada al tabaquismo será la mitad que el de un fumador.[5] Tal y como hemos visto en el primer capítulo, el cuerpo humano tiene una capacidad milagrosa para curarse a sí mismo, siempre que no insistamos en lesionarlo una y otra vez. Unos sencillos cambios en la alimentación pueden ayudar a hacer retroceder el daño que haya podido causarle el humo del tabaco.

 

 

BRÓCOLI A MONTONES

 

En primer lugar, es importante entender los efectos tóxicos que el tabaco ejerce sobre los pulmones. El humo del tabaco contiene productos químicos que debilitan el sistema inmunitario y que hacen que el organismo sea más susceptible a la enfermedad, además de entorpecer su capacidad para destruir las células cancerosas. Al mismo tiempo, el humo del tabaco puede dañar el ADN celular, con lo que aumentan las probabilidades de que las células cancerosas aparezcan y se reproduzcan.[6]

Los científicos suelen estudiar a fumadores crónicos para comprobar la potencia de las intervenciones dietéticas a la hora de prevenir los daños al ADN. Un grupo de investigadores reunió a fumadores de larga duración y les pidió que consumieran 25 veces más brócoli que el occidental medio (en otras palabras, un tallo al día). En comparación con los fumadores que no consumían brócoli, los que sí, presentaron un 41 por ciento menos de mutaciones de ADN en su torrente sanguíneo durante diez días. ¿Fue únicamente porque el brócoli impulsó la actividad de las enzimas purificadoras del hígado, que ayudaron a eliminar las sustancias cancerígenas antes de que llegasen a las células de los fumadores? No. Incluso cuando se extrajo ADN de los fumadores para exponerlo a un agente químico que se sabe que daña el ADN, el material genético de los que habían consumido brócoli presentó daños significativamente menores, lo que sugiere que comer verduras como el brócoli podría reforzarnos a nivel subcelular.[7]

No vaya a pensar que esto significa que si come un tallo de brócoli antes de fumarse un paquete de Marlboro contrarrestará completamente los efectos cancerígenos del humo del tabaco. Porque no es así. Sin embargo, mientas se esfuerza en dejar de fumar, verduras como el brócoli, la col y la coliflor pueden ayudarle a frenar el daño.

Es muy posible que los beneficios de la familia del brócoli (crucíferas) no se detengan ahí. El cáncer de mama es el cáncer interno más habitual en las mujeres occidentales, pero el de pulmón es el más letal. Aproximadamente un 85 por ciento de mujeres con cáncer de mama siguen vivas cinco años tras el diagnóstico, pero las cifras se invierten cuando hablamos de cáncer de pulmón: el 85 por ciento de mujeres fallecen en un periodo de cinco años tras ser diagnosticadas de cáncer de pulmón. El 90 por ciento de las muertes se deben a la metástasis, que es la extensión del cáncer a otras partes del cuerpo.[8]

El brócoli contiene algunas sustancias que podrían detener la metástasis. En un estudio de 2010, los científicos depositaron una capa de células cancerosas procedentes de un pulmón humano en una placa de Petri y limpiaron la franja central. Al cabo de 24 horas, las células cancerosas habían empezado a propagarse y al cabo de 30 ya habían vuelto a cubrir el espacio completamente. Entonces, los científicos vertieron algunos compuestos procedentes de verduras crucíferas sobre las células cancerosas y éstas dejaron de propagarse.[9] Aún no se ha comprobado en ensayos clínicos si comer brócoli ayuda o no a prolongar la supervivencia de los pacientes con cáncer de pulmón, pero lo bueno de las intervenciones dietéticas saludables es que, como no tienen efectos secundarios nocivos, pueden sumarse a cualquier otro tratamiento que se haya elegido.

 

 

EL TABACO CONTRA LA COL RIZADA

 

Los investigadores han descubierto que la col rizada (una verdura de hoja verde oscura a la que se conoce como la «reina de las verduras») podría ayudar a controlar los niveles de colesterol. En un estudio, se pidió a treinta varones con hipercolesterolemia que ingirieran entre tres y cuatro chupitos de zumo de col rizada a diario durante tres meses. Eso equivale a ingerir unos 13 kilogramos de col rizada, o la cantidad que un occidental promedio consume en un siglo. ¿Qué pasó? ¿Se volvieron verdes y empezaron a hacer la fotosíntesis?

No. Lo que sucedió es que la col rizada redujo sustancialmente los niveles de colesterol malo (LDL) y aumentó los del bueno (HDL)[10] como si los participantes hubieran corrido 480 kilómetros.[11] Al final del estudio, la actividad de los antioxidantes en el torrente sanguíneo de la mayoría de participantes se había disparado pero, curiosamente, en una minoría no presentó cambios. Lo ha adivinado. Eran los fumadores. Se cree que los radicales libres como consecuencia del tabaco bastaron para eliminar los antioxidantes del organismo. Cuando fumar anula el efecto antioxidante de 13 kilogramos de col rizada, sabe que es la hora de dejarlo.

 

 

LA CÚRCUMA BLOQUEA LOS EFECTOS CANCERÍGENOS

 

La cúrcuma es la especia india que da al curry su característico color dorado. Además, parece que podría ayudar a prevenir parte del daño que fumar provoca al ADN. Desde 1987, el Instituto Oncológico Nacional estadounidense ha analizado más de un millar de sustancias para determinar su actividad «quimiopreventiva» (de prevención del cáncer). Sólo una docena de ellas llegaron a los ensayos clínicos, pero una de las más prometedoras es la curcumina, el pigmento amarillo chillón de la cúrcuma.[12]

Los agentes quimiopreventivos pueden clasificarse en distintos subgrupos en función de qué estadio de cáncer ayudan a combatir: los bloqueantes de agentes cancerígenos y los antioxidantes ayudan a prevenir la mutación inicial de ADN que activa el cáncer y los antiproliferativos impiden que los tumores existentes crezcan y se extiendan. La curcumina es especial, porque, al parecer, pertenece a los tres grupos. Es decir, potencialmente, podría ayudar a prevenir y/o detener el desarrollo de las células cancerosas.[13]

La ciencia ha investigado cómo afecta la curcumina a la capacidad de varios agentes cancerígenos para mutar el ADN y ha concluido que, efectivamente, la curcumina es efectiva como antimutágeno ante varias sustancias que suelen causar cáncer.[14] Sin embargo, los experimentos se hicieron in vitro, es decir, en una probeta de laboratorio. No sería ético exponer a seres humanos a agentes cancerígenos para determinar si contraen cáncer o no. Sin embargo, a alguien se le ocurrió la brillante idea de encontrar a un grupo de personas que, por voluntad propia, ya tuvieran agentes cancerígenos corriendo por sus venas: ¡fumadores!

Una manera de medir el nivel en el organismo de agentes químicos con capacidad para mutar el ADN es verter gotas de orina de la persona en cuestión sobre bacterias en una placa de Petri. Las bacterias, como todos los seres vivos del planeta, comparten el ADN como lenguaje genético común. Como era de esperar, los científicos que llevaron a cabo este experimento descubrieron que la orina de los no fumadores provocaba muchas menos mutaciones de ADN: tenían muchos menos agentes cancerígenos fluyendo por su organismo. Sin embargo, cuando se administró cúrcuma a los fumadores, el índice de mutación de ADN descendió en hasta un 38 por ciento.[15] No les dieron píldoras de curcumina, sino menos de una cucharadita diaria de la cúrcuma normal que se compra en cualquier tienda de comestibles. Obviamente, la cúrcuma no puede contrarrestar por completo los efectos del tabaco. Incluso cuando los participantes en el estudio llevaban un mes consumiendo cúrcuma, la capacidad para dañar el ADN que tenía la orina de los fumadores seguía superando a la de los no fumadores. Sin embargo, los fumadores que hacen de la cúrcuma un elemento habitual en sus dietas, pueden paliar parte del daño.

Los efectos anticancerígenos de la curcumina van más allá de su capacidad para, potencialmente, prevenir las mutaciones de ADN. Parece que también ayudan a regular la muerte celular programada. Las células están preprogramadas para morir de forma natural y dejar así espacio para células nuevas. Es un proceso al que llamamos apoptosis (del griego ptosis, caída, y apo, lejos). En cierto sentido, el cuerpo se reconstruye a sí mismo cada pocos meses[16] gracias a los materiales de construcción que le proporcionamos mediante la dieta. Sin embargo, hay células que se quedan más de lo que debieran: las células cancerosas. De algún modo, consiguen desactivar el mecanismo de autodestrucción y no mueren cuando se supone que deberían hacerlo. Y como siguen dividiéndose, acaban por formar tumores y extenderse por el cuerpo.

¿Cómo afecta la curcumina a este proceso? Al parecer, puede reprogramar el mecanismo de autodestrucción en las células cancerosas. Todas las células tienen receptores de muerte que activan la secuencia de autodestrucción, pero las células cancerosas pueden desactivar los suyos. Sin embargo, parece que la curcumina los reactiva.[17] La curcumina también puede matar directamente células cancerosas activando las caspasas, unas «enzimas ejecutoras» en el interior de las células cancerosas que fragmentan sus proteínas y las destruyen desde dentro.[18] A diferencia de la mayoría de fármacos de quimioterapia, contra los que las células cancerosas pueden desarrollar resistencia con el tiempo, la curcumina afecta simultáneamente a varios mecanismos de la muerte celular, por lo que, en principio, dificultaría que las células cancerosas eviten la destrucción.[19]

Se ha descubierto que la curcumina es efectiva contra varias otras células cancerosas in vitro, como las de cáncer de mama, cerebro, sangre, colon, riñón, hígado, pulmón y piel. Por motivos que aún no se entienden del todo, la curcumina no afecta a las células no cancerosas.[20] Por desgracia, la cúrcuma aún no se ha estudiado en ensayos clínicos para determinar su capacidad para prevenir o tratar el cáncer de pulmón, pero como a dosis culinarias no es perjudicial, le sugiero que intente encontrar modos de incorporar esta especia en su dieta. En la segunda parte del libro le sugeriré varias maneras de hacerlo.

 

 

FUMADORES PASIVOS EN LA COCINA

 

Aunque la mayoría de casos de cáncer de pulmón son atribuibles al tabaquismo, aproximadamente una cuarta parte de los mismos se dan en personas que no han fumado jamás.[21] Algunos de los casos se explican porque los pacientes han sido fumadores pasivos, pero también pueden haber estado expuestos a otro humo cancerígeno: el de la freidora.

Cuando calentamos grasa hasta la temperatura necesaria para freír y ya se trate de grasa animal, como la manteca, o de grasa vegetal, como el aceite de oliva, libera al aire sustancias tóxicas volátiles con propiedades mutagénicas (capaces de causar mutaciones genéticas).[22] Esto sucede incluso antes de llegar a la temperatura que hace que la grasa empiece a humear.[23] Si fríe alimentos en casa, es muy posible que ventilar bien la cocina reduzca el riesgo de cáncer de pulmón.[24]

El riesgo de cáncer también puede depender de lo que se fría. Un estudio sobre mujeres en China concluyó que las fumadoras que freían carne cada día tenían el triple de probabilidades de desarrollar un cáncer de pulmón en comparación con las fumadoras que freían otros alimentos a diario.[25] Se cree que esto sucede debido a un grupo de agentes cancerígenos, llamados aminas heterocíclicas, que se forman cuando el tejido muscular se somete a temperaturas elevadas. (Hablaremos más acera de esto en el capítulo 11.)

Aunque separar los efectos de los humos de la carne de los efectos de comer la carne en sí puede resultar muy complicado, un estudio reciente sobre mujeres embarazadas y la cocina a la barbacoa intentó diferenciarlos. Cuando cocinamos carne a la brasa, también se producen hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), que son uno de los agentes cancerígenos probables en el humo del tabaco. Los investigadores descubrieron no sólo que la ingestión de carne a la brasa durante el tercer trimestre se asociaba a bebés con menos peso al nacer, sino también que las madres que sólo se habían expuesto al humo de la parrilla también tendían a dar a luz a bebés de bajo peso. La exposición a este humo también se asoció a un menor tamaño craneal, un indicador de volumen cerebral.[26] Estudios sobre contaminación atmosférica sugieren que la exposición prenatal a hidrocarburos aromáticos policíclicos podría traducirse en efectos adversos sobre el futuro desarrollo cognitivo de los niños (evidenciado en coeficientes intelectuales significativamente inferiores).[27]

Incluso el mero hecho de vivir junto a un restaurante podría suponer un riesgo para la salud. Los científicos estimaron el riesgo de contraer cáncer a lo largo de la vida en personas que vivían cerca de escapes de humos de restaurantes chinos, de restaurantes convencionales y de restaurantes de barbacoa. Aunque la exposición a los humos de los tres tipos de restaurante dio como resultado la exposición a niveles no seguros de HAP, los restaurantes chinos fueron los peores. Se cree que esto se debe a la cantidad de pescado que se cocina allí,[28] ya que se ha visto que los humos del pescado frito contienen niveles muy elevados de HAP, capaces de dañar el ADN de las células pulmonares humanas.[29] Dado el aumento del riesgo de contraer cáncer, los investigadores concluyeron que no era seguro vivir junto a un escape de humos de un restaurante chino durante más de uno o dos días al mes.[30]

¿Y qué decir del tentador aroma del beicon frito? Los humos que se emiten cuando se fríe beicon contienen un tipo de agentes cancerígenos llamados nitrosaminas.[31] Aunque toda la carne puede despedir humos potencialmente cancerígenos, las carnes procesadas, como el beicon, son las peores: un estudio de la Universidad de California en Davis concluyó que el humo del beicon cuadriplica las mutaciones de ADN respecto al humo que producen las hamburguesas de ternera fritas a temperaturas parecidas.[32]

¿Y el beicon de tempeh? El tempeh es un producto de soja fermentada que se utiliza para producir varios sustitutos de la carne. Los investigadores compararon los efectos mutagénicos de los humos producidos al freír beicon o ternera con los de los humos producto de freír tempeh. Concluyeron que los humos del beicon y la ternera eran mutagénicos, pero que los del tempeh no. Aun así, no es buena idea comer alimentos fritos. Aunque no se detectaron cambios en el ADN tras la exposición a humo de tempeh, el tempeh frito sí que causó algunas mutaciones en el ADN (aunque 45 veces menos que la ternera y 346 veces menos que el beicon). Los investigadores sugirieron que estas conclusiones podrían explicar la mayor incidencia de cáncer de pulmón entre los cocineros y la menor incidencia en general entre los vegetarianos.[33]

Si ha de estar cerca de beicon y huevos fritos, intente limitar su exposición con una parrilla al aire libre. Los estudios demuestran que la cantidad de partículas que se depositan en los pulmones se multiplican por diez cuando se fríe en el interior respecto a cuando se fríe al aire libre.[34]

 

ENFERMEDAD PULMONAR OBSTRUCTIVA CRÓNICA

 

La enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), como el enfisema o la bronquitis crónica, dificulta la respiración y empeora progresivamente. Además de las dificultades para respirar, la EPOC puede provocar tos severa, un exceso de producción de moco, sibilancias al respirar y presión en el pecho. Afecta a más de veinticuatro millones de estadounidenses.[35]

El tabaquismo es, con diferencia, la primera causa de EPOC, pero hay otros factores que también pueden contribuir, como la exposición prolongada a la contaminación atmosférica. Aunque, lamentablemente, aún no hay cura para la EPOC, hay buenas noticias: una dieta saludable podría ayudar a prevenirla o a impedir que empeore una vez que se presenta.

Datos recogidos desde hace cincuenta años demuestran que el consumo elevado de frutas y verduras se relaciona positivamente con una buena función pulmonar.[36] Añadir tan sólo una ración de fruta al día podría traducirse en una reducción del 24 por ciento del riesgo de fallecer por EPOC.[37] Por otro lado, dos estudios similares de las universidades de Columbia y de Harvard concluyeron que el consumo de carne curada (como el beicon, la mortadela, el jamón, las salchichas de Frankfurt, las salchichas y el salami) podrían aumentar el riesgo de desarrollar una EPOC[38],[39]. Se cree que se debe a los nitritos (unos conservantes) que hay en la carne, que podrían compartir las propiedades lesivas para los pulmones de los nitritos de desecho que hay en el humo del tabaco.[40]

¿Y si ya tiene la enfermedad? ¿Pueden los mismos alimentos que parecen ayudar a prevenir la EPOC ayudar en su tratamiento? No conocimos la respuesta a esta pregunta hasta que en 2010 se publicó un estudio pionero. Se separó aleatoriamente en dos grupos a más de cien pacientes con EPOC: a la mitad se les pidió que aumentaran el consumo de fruta y verdura, mientras que la otra mitad siguió con su dieta habitual. A lo largo de los tres años siguientes, el grupo que siguió con su dieta habitual empeoró, tal y como era de esperar. Por el contrario, el avance de la enfermedad se detuvo en el grupo que consumía más fruta y verdura. Y no es sólo que su función pulmonar no empeorara, sino que, de hecho mejoró un poco. Los investigadores sugirieron que podía deberse a una combinación del efecto antioxidante y antiinflamatorio de la fruta y la verdura, junto a la probable disminución del consumo de carne, que se cree que actúa como prooxidante.[41]

Independientemente de cuál sea el mecanismo de acción, una dieta con más alimentos de origen vegetal podría ayudar tanto a prevenir como a detener el avance de esta enfermedad mortal.

 

ASMA

 

El asma es una enfermedad inflamatoria que se caracteriza por ataques recurrentes que estrechan e inflaman las vías respiratorias, lo que provoca dificultades para respirar, sibilancias y tos. Aunque puede aparecer a cualquier edad, lo más habitual es que lo haga durante la infancia. Es una de las enfermedades crónicas más frecuentes en los niños y su prevalencia aumenta a cada año que pasa.[42] Por ejemplo, en Estados Unidos, veinticinco millones de personas sufren asma y siete millones de las mismas son niños.[43]

Un estudio pionero demostró hace poco que la incidencia del asma varía drásticamente en distintos puntos del globo. El International Study of Asthma and Allergies in Childhood (Estudio Internacional sobre el Asma y las Alergias durante la Infancia) siguió a más de un millón de niños en casi cien países distintos, lo que lo convirtió en el estudio más amplio que se haya llevado a cabo jamás sobre esta enfermedad. El estudio descubrió diferencias de entre veinte a sesenta veces en la prevalencia del asma, las alergias y el eccema.[44] ¿Por qué la prevalencia de la rinoconjuntivitis (escozor en los ojos y moqueo nasal) varía desde el 1 por ciento de los niños en algunas regiones de India, por ejemplo, hasta el 45 por ciento en otros lugares?[45] Aunque factores como la contaminación atmosférica y el índice de tabaquismo pueden desempeñar un papel, las asociaciones más significativas no tenían que ver con lo que llegaba a los pulmones de los niños, sino con lo que les llegaba al estómago.[46]

Los adolescentes que vivían en regiones donde se consumían más alimentos con almidón, cereales, verduras y frutos secos tenían muchas menos probabilidades de presentar síntomas crónicos de sibilancias, rinoconjuntivitis alérgica o eccema alérgico.[47] Los niños que ingerían dos o más raciones de verdura al día presentaban la mitad del riesgo de sufrir asma alérgico.[48] En general, la prevalencia del asma y de los síntomas respiratorios parece ser menor entre las poblaciones que consumen más alimentos de origen vegetal.[49]

Los alimentos de origen animal se han asociado a un aumento del riesgo de asma. Un estudio sobre más de cien mil adultos en India concluyó que las probabilidades de que los que comían carne a diario, o incluso ocasionalmente, sufrieran asma eran significativamente más elevadas que entre los que excluían por completo la carne y los huevos de su dieta.[50] Los huevos (junto a los refrescos) también se han asociado a ataques de asma en niños, junto a otros síntomas respiratorios, como sibilancias, dificultades para respirar y tos inducida por el ejercicio físico.[51] Se ha visto que eliminar los huevos y los lácteos de la dieta mejora la función pulmonar de los niños asmáticos al cabo de tan sólo ocho semanas.[52]

Es posible que el mecanismo por el que la dieta influye sobre la inflamación de las vías respiratorias esté en la fina capa de fluido que forma la interficie entre el revestimiento de las vías respiratorias y el aire del exterior. Este fluido usa los antioxidantes que obtiene de las frutas y verduras ingeridas para actuar como la primera línea de defensa ante los radicales libres que contribuyen a la hipersensibilidad, la contracción y la producción de moco de las vías respiratorias asmáticas.[53] Los productos de desecho de la oxidación pueden medirse en el aliento y se reducen significativamente cuando se pasa a una dieta basada en alimentos de origen vegetal.[54]

Entonces, si los asmáticos comen menos frutas y verduras, ¿empeora su función pulmonar? Investigadores australianos intentaron retirar fruta y verdura de las dietas de pacientes asmáticos, para ver qué sucedía. Al cabo de dos semanas, los síntomas del asma habían empeorado significativamente. Resulta interesante que la dieta pobre en frutas y verduras que se utilizó en el estudio (una restricción a un máximo de una ración de fruta y dos de verdura al día) es la típica en las sociedades occidentales. En otras palabras, la dieta que usaron experimentalmente para empeorar la función pulmonar y el asma de los sujetos es, de hecho, la dieta occidental estándar.[55]

¿Podemos mejorar el asma añadiendo fruta y verdura a la dieta? Los investigadores repitieron el experimento, pero esa vez aumentaron el consumo de fruta y verdura a siete raciones diarias. El mero hecho de añadir unas cuantas frutas y verduras a la dieta diaria consiguió reducir a la mitad la tasa de exacerbación de los pacienes.[56] Ese es el poder de una alimentación sana.

Si son los antioxidantes, ¿por qué no tomar un suplemento y ya está? Al fin y al cabo, tomarse una pastilla es más fácil que comer una manzana. Muy sencillo: parece que los suplementos no funcionan. Los estudios han demostrado repetidamente que los suplementos de antioxidantes no ejercen ningún efecto beneficioso sobre las enfermedades respiratorias o alérgicas, lo que subraya la importancia de comer alimentos enteros en lugar de intentar ingerir elementos o extractos aislados en forma de pastillas.[57] Por ejemplo, el estudio de Harvard sobre la salud de las enfermeras concluyó que las mujeres que obtenían niveles elevados de vitamina E de una dieta rica en frutos secos parecían tener la mitad del riesgo de padecer asma que las que no, pero las que tomaban suplementos de vitamina E no presentaban beneficio alguno.[58]

¿A quién cree que le fue mejor? ¿A un grupo de pacientes de asma que consumieron siete raciones diarias de frutas y verduras o a un grupo que ingirió tres raciones más quince «equivalentes a raciones» en forma de pastilla? Ciertamente, no pareció que las pastillas ayudaran en absoluto. La mejoría en la función pulmonar y en el control del asma sólo se evidenció en los sujetos que habían aumentado la ingesta real de frutas y verduras, lo que sugiere claramente la gran importancia de consumir alimentos enteros.[59]

Si añadir unas cuantas raciones diarias de frutas y verduras puede ejercer un efecto tan significativo, ¿qué sucedería si los pacientes de asma siguieran una dieta compuesta íntegramente por alimentos de origen vegetal? Investigadores suecos decidieron poner a prueba una dieta estrictamente vegetal en un grupo de pacientes con asma severa que no mejoraban a pesar de los mejores tratamientos médicos: 35 pacientes con asma de larga duración y confirmada por médicos, 20 de los cuales habían sido ingresados en hospitales por ataques agudos durante los dos años anteriores. Uno de los pacientes había recibido infusiones intravenosas de emergencia en un total de 23 ocasiones, otro informó de que lo habían hospitalizado en más de cien ocasiones, y otro incluso había sufrido una parada cardiaca tras un ataque: tuvieron que reanimarlo y enchufarlo a un ventilador.[60] Eran casos muy graves.

De los 24 pacientes que cumplieron con la dieta basada en alimentos de origen vegetal, el 70 por ciento mejoraron tras cuatro meses y el 90 por ciento mejoraron al cabo de 12 meses. Y estamos hablando de personas que no habían mejorado en absoluto durante el año anterior al cambio de alimentación.[61]

Al cabo de tan sólo un año de comer de forma más saludable, todos los pacientes excepto dos pudieron reducir las dosis de la medicación que tomaban para el asma o abandonar los esteroides u otros fármacos por completo. Las medidas objetivas, como la función pulmonar y la capacidad de esfuerzo físico mejoraron. Al mismo tiempo, y de forma subjetiva, algunos pacientes dijeron que habían mejorado tanto que sentían que «tenían una vida nueva».[62]

No había grupo de control, así que es posible que parte de la mejoría se explique por el efecto placebo, pero lo bueno de las dietas saludables es que todos los efectos secundarios son positivos. Además de mejorar en su control del asma, los sujetos del estudio perdieron un promedio de ocho kilogramos de peso y tanto los niveles de colesterol como los valores de tensión arterial mejoraron. Por lo tanto, desde una perspectiva de riesgos-beneficios, definitivamente vale la pena dar una oportunidad a la dieta basada en productos de origen vegetal.

 

 

La presentación y la prognosis de las enfermedades pulmonares más letales pueden diferir ampliamente. Tal y como hemos explicado, el tabaquismo es, con gran diferencia, la primera causa de cáncer de pulmón y de EPOC, pero otras enfermedades, como el asma, suelen aparecer en la infancia y pueden asociarse a varios factores contribuyentes, como el bajo peso al nacer o las infecciones respiratorias recurrentes. Aunque dejar de fumar sigue siendo el modo más efectivo de prevenir los peores tipos de cáncer de pulmón, podemos ayudar al organismo a reforzar sus defensas si seguimos una dieta rica en alimentos de origen vegetal, que nos protegen. La misma dieta que parece ayudar a quienes padecen un asma grave también podría ayudar a prevenir la aparición de estas tres enfermedades.

Si usted ya es una de los millones de personas en el mundo que sufren una enfermedad pulmonar, aún puede marcar una diferencia si deja de fumar y cambia su alimentación. Nunca es demasiado tarde para empezar a vivir y a alimentarse de forma más saludable. El cuerpo humano tiene una capacidad de recuperación asombrosa, pero necesita ayuda. Si incorpora alimentos que contienen elementos que ayudan a combatir el cáncer y aumenta el consumo de frutas y verduras, ricas en antioxidantes, es muy posible que pueda reforzar sus defensas respiratorias y, así, respirar mejor.

En mi práctica clínica, cada vez que siento que no tengo tiempo para abordar el tabaquismo o los malos hábitos de alimentación de un paciente, me detengo un instante y pienso en la terrible muerte de aquel hombre en Boston. Nadie merece morir así. Y me gustaría pensar que nadie tiene por qué.