7 de febrero de 2015
—Hola, zorrita, cada vez que te veo estás más linda, con más fulgor, será que estás enamorada.
—Hola, Javi —digo—. Toma asiento, por favor.
Obedece, toma asiento, extiende sus manos, empiezo a trabajar, centrándome, cuidando hasta el más mínimo detalle de lo que hago, respira profundo y pregunta sin rodeos.
—¿Estás o no con alguien?
«Insistente», pienso.
—No, Javi, estoy soltera.
No quiero una relación ahora, no después de tantos malos ratos con Richard, aunque mi cuerpo necesita sexo.
—¿No tenías un marido?
—Tenía un novio y está preso, eso lo sabe el barrio entero —le digo tratando de terminar la conversación, no me gusta hablar de mis cosas con nadie, bueno, sí con Clau. Que, gracias a Dios, no está en casa, sería incómodo que se encuentren y empiecen una de sus jornadas de discusión, no sé cómo diablos pueden ser tan tóxicos ambos.
—Y lo de aquella vez, ¿no quieres repetirlo?
«Aquella vez» en la que la desesperación se apoderó de mis sentidos y acudí a él por recomendación de Clau, dinero a cambio de sexo, una transacción muy rápida y efectiva, pero amo mi trabajo, prefiero trabajar.
—Sabes bien que no me gustan esos asuntos, lo hice por una emergencia.
—Tengo muchísimos amigos que aún preguntan por ti después que subí tu foto. Sabes, he dejado de recibir muchísimos regalos y comisiones por siempre negarte, además, Gilbert también ha quedado muy enganchado contigo.
—¿No te preguntó ninguna amiga? —pregunto con un poco de vergüenza, tratando de no entrar en detalles con lo de Gilbert.
—¡No puedo creerlo, Bianca! ¿Te gustan las chicas?
—Aquí entre nosotros, sí, pero tengo como tres años que no estoy con una, para ser sincera, hace tiempo que ando con ganas de una —expreso muerta de la vergüenza, tragando en seco y procesando que lo que acabo de decir es un pensamiento en realidad.
—Pero debes de tener muchas chicas detrás, eres una zorra hermosa.
Respiro profundo y rebusco para fluir sin sonar tan desesperada o tan tortillera.
—Unas cuantas, pero nada que llame mi atención, me encantan las mujeres femeninas, delicadas, como una de esas chicas que la ves y sientes que es de porcelana, ahora lo que tengo detrás son puras lesbianas con aspecto masculino.
—¿No te gustan las mujeres que se visten como chicos?
—No, ya te dije femeninas, así las prefiero.
—Si quieres, te presento a mi jefa.
—¿Tu jefa? ¿No tenía novia?
—¿A ti quién te dijo eso?
—Clau. —Hace un gesto extraño cuando menciono a Clau.
—Jess nunca tiene novias.
—¿Se llama Jess?
—Se llama Jessica.