Lucy Anguiano, niña tejana que huele a maíz, como a chips Frito Bandito, como a tortillas, algo parecido a ese olor tibio a nixtamal o a pan la manera como huele su cabeza cuando se te recarga pa’ver una muñeca de papel o en el porche acuclilladas sobre las canicas y cambiamos este cristal bonito que te deja una estrella azul en la mano por ese ojo de gato gigante con una espiral verde chapulín en el centro como el jugo de los insectos en el parabrisas cuando vamos a la frontera, como la sangre amarilla de las mariposas.
¿Comites alguna vez comida pa’perros? Yo sí. La truena con los dientes como si fuera hielo y luego abre la bocota para que veas que sí es cierto y allí dentro sólo hay una lengua rosa que da vueltas como un gusano ciego y Janey va y se asoma porque ella es la que dijo Enséñamelo. Pero a mí me cae bien esa Lucy, pelo con olor a maíz y chanclas de hule color aguamarina iguales a las mías que compramos en el K mart por sólo 79 centavos la misma vez.
Me voy a sentar al sol, no me importa si hace un millón trillón de grados afuera, para que se me ponga la piel tan oscura que casi parezca azul donde se dobla como la de Lucy. Toda su familia es así. Ojos como navajazos. Lucy y sus hermanas. Norma, Margarita, Ofelia, Herminia, Nancy, Olivia, Cheli y la Amber Sue.
Puerta con mosquitero sin mosquitero. ¡Zas! Perrito mechudo mordiéndose sus pelos negros. Sillón gordo en el porche. Algunas de las ventanas pintadas de azul, otras de rosa, porque su papi ’taba cansado ese día o se le olvidó. Mamá en la cocina le da de comer ropa a la lavadora de rodillos y la ropa sale toda tiesa y torcida y aplastada como papel. A Lucy se le atoró el brazo una vez y tuvo que gritar ¡Amaaá! y su mamá tuvo que poner la máquina en reversa y la mano volvió a salir con el dedo negro y luego se le cayó la uña. ¿Pero se te quedó el brazo aplastado como la ropa? ¿Qué le pasó a tu brazo? ¿Te lo tuvieron que inflar? No, sólo el dedo y ni siquiera lloró tampoco.
Inclínate sobre el barandal del porche y tiende el calcetín rosa de la bebé Amber Sue encima de la camiseta floreada de Cheli y los pantalones de mezclilla de la Ofelia sobre la costura de adentro de la blusa de Olivia, sobre el camisón de franela de Margarita para que no se estire y entonces tomas las camisas del trabajo de su papi y las cuelgas de cabeza así y de este modo la ropa no se arruga tanto y ocupa menos espacio y no gastas tantas pinzas. Todas las niñas usan la ropa de todas, menos Olivia, que es bien coda. No hay ni un niño aquí. Sólo niñas y un papá que casi no está en casa nunca y una mamá que dice ¡Ay! Estoy bien cansada y tantas hermanas que no hay tiempo ni pa’contarlas.
Estoy sentada en el sol aunque es la hora más caliente del día, la hora en que las calles se marean, cuando el calor te hace un sombrerito en la cabeza y tuesta bien bien el polvo y el zacate y hace que todo sude, todo se llene de vaho y huela como a maíz dulce.
Quiero acariciar la cabeza de unas hermanitas y acostarme con ellas en la misma cama, unas en la cabecera y otras en los pieses. Creo que sería bien lindo dormir con hermanas a las que les pudieras gritar a una por una o a todas juntas, en lugar de dormir sola en el sillón que se estira de la sala.
Cuando llegue a casa, abuelita me va a decir ¿Qué, no te dije? y me van a dar porque se supone que iba a usar este vestido otra vez mañana. Pero antes voy a brincar de un colchón miado y viejo en la yarda de los Anguiano. Voy a rascarte tus piquetes de mosco, Lucy, para que te den comezón y luego les vamos a pintar encima caritas sonrientes de Mertiolate. Vamos a intercambiar zapatos y ponérnoslos en las manos. Vamos a caminar a la casa de Janey Ortiz y decirle ¡Nunca jamás en la vida vamos a ser tus amigas otra vez! Vamos a correr a la casa de espaldas y vamos a correr a la casa de frente, mirando dos veces debajo de la casa donde se esconden las ratas y voy a meter un pie ahí porque me dijistes que no me atrevía, el cielo tan azul y el paraíso dentro de esas nubes blancas. Voy a arrancarme una costra de la rodilla y me la voy a comer, a estornudar encima del gato, a darte tres lunetas de chocolate que he estado guardando para ti desde ayer, a peinar tu pelo con mis dedos y a trenzarlo en trencititas chiquitititas bien lindas. Vamos a saludar con señas a una señora que no conocemos en el camión. ¡Hola! Voy a echarme una marometa en el barandal del porche de enfrente aunque se me vean los chones. Y vamos a recortar muñecas de papel que dibujamos nosotras mismas y colorear su ropa con crayolas, mi brazo prendido de tu cuello.
Y cuando nos miramos a los ojos, nuestros brazos pegajosos por la paleta gemela de naranja que compartimos, podríamos ser hermanas, ¿verdad? Podríamos ser, tú y yo esperando a que se caiga un diente y el ratón con el dinero. Tú estás riendo algo en mi oído que me hace cosquillas y yo hago Ja Ja Ja Ja. Yo y ella, esa Lucy mi amiga, que huele a maíz.