Me abandonaste, mujer, porque soy muy pobre
Y por tener la desgracia de ser casado.
Qué voy a hacer si yo soy el abandonado,
Abandonado sea por el amor de Dios.
—“El Abandonado”
La desgracia tengo de ser tanto pobre como huérfano de tu afecto. Espinita de mi alma, granito de arena en mi zapato, tesoro de mi vida, muñequita apasionada que ha partido en dos mi corazón, dime, belleza cruel a la que adoro, por qué me atormentas. Cuando la esperanza de tus caricias brotó en mi alma, la felicidad floreció en mis amaneceres. Pero ahora que has arrancado mis sueños dorados, tiemblo desde este cáliz doloroso como a la lluvia arrojada una delicada flor. Regresa a mí, vida mía, y acaba con este absurdo dolor. Si no, en vano habrá sido para Rogelio Velasco su amor.
Un capricho de tu coqueta alma de mujer. Hasta que la muerte nos separe, dijeron tus ojos, mas no tu corazón. Todo, todo una ilusión. Confieso que estoy perdido entre la angustia y el olvido. Y si ahora disuelvo mis lágrimas en el vicio, has de saber, mi reina, que sólo tú eres mi perdición. Nunca será el mismo mi frágil corazón.
Pero la Providencia sabía lo que me esperaba, el día en que inocentemente llegué a tu puerta. Vestido con mi uniforme y cargado con las herramientas de mi oficio, sin saber que el destino me aguardaba, toqué al portón. Abriste los brazos, mi cielo, pero dejaste cerrado tu precioso corazón.
Infesta a tu casa la duda como una plaga; tal vez yo pueda exterminarla. Si Dios lo quiere, quizás estas sentidas palabras te convenzan. Quizás el amor puro que te ofrecí no era suficiente y ahora otro saborea tu dulce néctar. Pero nadie te amará tan honrosa y fielmente como Rogelio Velasco te ha amado.
Todo lo que puedo ofrecerte es esta humilde confesión, aunque otros te tienten con joyas y riquezas. Hasta la vida daría por tus exquisitas joyas. Mas pobre de mí. Bien dicen que de poeta y de loco todos tenemos un poco.
Al infinito doy una serenata como un ruiseñor pequeño y triste; solo, completamente solo en el mundo. ¿Cómo puede un amor tan tierno y dulce convertirse en la cruz de mi pesar? No, no, no logro concebir que ya no recibiré tus preciados labios otra vez. Mis ojos cansados de sufrir, mi corazón de latir. Si quizás un momento cristalino antes del amanecer o del anochecer me recuerdas, tráeme solamente un racimo de lágrimas para poner sobre mi tumba sedienta.
Tan TAN