AGRADECIMIENTOS

Un proyecto como éste transforma a cualquiera en ave de rapiña. Recogemos ideas e información con voracidad y nos olvidamos en seguida de todo lo que es propiedad intelectual de otros. Por suerte, casi todos los investigadores académicos, a pesar de la fama que tienen, son fantásticamente generosos con su tiempo y sus ideas. Yo me he aprovechado de esta generosidad en concreto en las dos instituciones en las que más tiempo he dado clases, la Universidad Macquarie de Sidney y la Estatal de San Diego de California. Procuraré mencionar a todas las personas con quienes estoy en deuda, aunque hay muchas más a las que no podré mencionar porque no recuerdo sus nombres. Tengo las sugerencias, los enfoques y las bibliografías tan metidos en la cabeza que soy incapaz de recordar de dónde salieron; a veces incluso me tienta creer que son hallazgos míos. Lo único que se me ocurre es pedir disculpas por estas amnesias y dar las gracias de un modo general a los amigos y colegas que tuvieron paciencia suficiente para comentar conmigo los problemas de esa historiografía a gran escala que me fascina desde hace más de una década.

En especial, deseo dar las gracias a Chardi, que es narradora profesional y junguiana. Fue ella quien me convenció de que lo que yo enseñaba era en realidad un mito de creación. También quiero expresar mi agradecimiento a Terry (Edmund) Burke, que da un curso sobre «gran historia» en Santa Cruz, California. A él le debo la convicción de que había llegado el momento de escribir un manual sobre la materia, con la esperanza de animar a otros colegas a dar cursos parecidos. Burke me dio además valiosos (y a veces dolorosos) varapalos críticos durante las primeras etapas de la redacción del manuscrito. Y ha sido una constante fuente de estímulo.

También estoy en deuda con cuantos participaron como profesores o tutores en el curso de gran historia que dirigí en la Universidad Macquarie entre 1989 y 1999. Los menciono por orden alfabético: David Allen, Michael Archer, Ian Bedford, Craig Benjamin, Jerry Bentley, David Briscoe, David Cahill, Geoff Cowling, Bill Edmonds, Brian Fegan, Dick Flood, Leighton Frappell, Annette Hamilton, Mervyn Hartwig, Ann Henderson-Sellers, Edwin Judge, Max Kelly, Bernard Knapp, John Koenig, Jim Kohen, Sam Lieu, David Malin, John Merson, Rod Miller, Nick Modjeska, Marc Norman, Bob Norton, Ron Paton, David Phillips, Chris Powell, Caroline Ralston, George Raudzens, Stephen Shortus, Alan Thorne, Terry Widders y Michael Williams. Y quiero dar las gracias asimismo a la Universidad Macquarie por el período de excedencia durante el que redacté el primer borrador de este libro.

Ciertas personas han apoyado de manera especial la idea de gran historia y algunas han dado cursos a escala macrohistórica. John Mears empezó a impartir un curso con este enfoque casi al mismo tiempo que yo, y siempre ha sido un partidario entusiasta de la idea. Tom Griffiths y sus colegas dieron un curso de gran historia en la Universidad Monash a principios de los años noventa. Johan Goudsblom dio otro en la Universidad de Amsterdam y también ha sido un partidario entusiasta del proyecto. Su colega Fred Spier escribió el primer libro que hay sobre esta disciplina, una ambiciosa y sólida defensa de la construcción de una «gran teoría unificada» que abarque las ciencias sociales y las naturales (The Structure of Big History: From the Big Bang until Today). Entre quienes han manifestado interés y apoyo o han impartido cursos parecidos quisiera citar a George Brooks, Edmund Burke III, Marc Cioc, Ann Curthoys, Graeme Davidson, Ross Dunn, Arturo Giráldez, Bill Leadbetter y Heidi Roupp. Durante el congreso que la American Historical Association celebró en Seattle en enero de 1998, Arnold Schrier presidió un simposio sobre la gran historia en el que se presentaron trabajos firmados por mí, por John Mears y por Fred Spier, y en el que escuchamos un agudo comentario de apoyo de Patricia O’Neal. Gale Stokes me invitó a hablar de la gran historia en un simposio sobre «la interrelación de las escalas» que tuvo lugar en San Francisco en enero de 2002, durante el congreso de la American Historical Association.

Mencionaré igualmente a cuantos han leído o comentado el borrador de algunos capítulos del libro. Además de algunos ya citados, quiero recordar a Elizabeth Cobbs Hoffman, Ross Dunn, Patricia Fara, Ernie Grieshaber, Chris Lloyd, Winton Higgins, Peter Menzies y Louis Schwartzkopf. En 1990 el profesor I. D. Kovalichenko me invitó a dar una charla sobre gran historia en la Universidad de Moscú y Valerii Nikolayev me invitó a dar otra en el Instituto de Estudios Orientales de Moscú. Stephen Mennell me pidió que hablara de macrohistoria en una conferencia que convocó hace casi diez años, y Eric Jones sacó unas conclusiones muy valiosas de aquella ponencia. Ken Pomeranz me envió un capítulo manuscrito de su libro sobre la «gran divergencia», no publicado todavía, y me invitó a hablar de gran historia en la Universidad de California-Irvine. Durante estos últimos años he dado charlas sobre gran historia en diversas instituciones australianas, como las universidades Macquarie y Monash, y las de Sidney, Melbourne, Newcastle, Wollongong y Australia Occidental; estadounidenses, como las universidades de California-Santa Cruz, la Estatal de Mankato (Minnesota) y la de IndianaBloomington; canadienses como la Universidad Victoria de Toronto; y británicas, como las universidades de Newcastle y Manchester. Durante casi dos años trabajé con John Anderson para dar forma a un artículo teórico sobre las sociedades maximizadoras de poder y riqueza. No llegó a publicarse, pero la colaboración con John me regaló atisbos insospechados de la transición a la modernidad.

Desde septiembre de 1999, en que repartí copias de un manuscrito que todavía no era el definitivo, he recibido comentarios y críticas generosos de diversos colegas. Los menciono por orden alfabético: Alfred Crosby, Arturo Giráldez, Johan Goudsblom, Marnie Hughes-Warrington, William H. McNeill, John Mears, Fred Spier y Mark Welter. También quiero dar las gracias a (por lo menos) dos críticos anónimos elegidos por University of California Press. Marnie Hughes-Warrington enseñó conmigo en mi curso sobre gran historia del año 2000 y me hizo muchas sugerencias valiosas. Como historiógrafa estuvo en condiciones de alertarme sobre algunas consecuencias historiográficas del tema que había pasado por alto. William McNeill me dio ánimo en la larga y generosa correspondencia que sostuvimos a propósito de la redacción previa del manuscrito. Sus comentarios fueron estimulantes y críticos y han contribuido mucho a dar forma a mis ideas. En concreto me convenció de que me tomara más en serio el papel de las redes de intercambio en la historia mundial.

Estoy igualmente en deuda con los muchos estudiantes a los que he dado clases en Macquarie, en «HIST112: An Introduction to World History», y en la Universidad Estatal de San Diego, en «HIST411: World History for Teachers» y «HIST100: World History». Sus preguntas me obligaron a concentrarme en lo importante. Doy las gracias en concreto a los estudiantes que me aportaron datos o me hablaron de hallazgos nuevos localizados en libros que yo no había leído o en Internet, y también a los que, por disfrutar del curso, me convencieron de que valía la pena.

Creo asimismo que debo mucho al personal de University of California Press, a Lynne Withey, Suzanne Knott y otros. Alice Falk se encargó de la corrección de estilo con una minuciosidad aterradora. Su profesionalidad, su amabilidad y su buen humor aligeraron la compleja y a veces difícil transición del manuscrito al libro.

Dado el contenido de este libro, huelga decir que ninguna persona mencionada es responsable de los errores que se encuentren en él y que haberlas mencionado tampoco significa que estén necesariamente de acuerdo con lo que en él se defiende. Me ha sobrado tenacidad para soportar las amables críticas que se han formulado sobre sus primeras versiones, de modo que me corresponde ser el único responsable de los errores que queden en lo que se refiere a hechos, interpretaciones y juicios.

Espero que Chardi, Joshua y Emily piensen que es un regalo que les hago, un pequeño premio que les doy por el regalo que ellos han sido para mí desde hace tantos años.

David Christian