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29 DE ENERO

Buscando a Tippi

No está aquí. No está en la camilla, a mi lado, ni tampoco en la habitación.

Ha ocurrido.

Estoy viva y estoy sola en un mundo demasiado grande.

Sí, ha ocurrido.

Enferma

Mamá, papá y Grammie están estrujándome distintas partes del cuerpo, y se aferran a mí como si temieran que al soltarme pudiera esfumarme sin más. Dragon está a los pies de la cama. Tiene los ojos inyectados en sangre y la cara pálida y desencajada. Mamá llora a moco tendido. Papá se sorbe los mocos. A Grammie le tiembla la barbilla. Dragon es la única persona que puede articular palabra. —Tu cuerpo está respondiendo bien gracias al dispositivo de asistencia ventricular —me informa—. Y te han metido en la lista. Ya figuras en la lista de trasplantes de corazón, Grace. Una media sonrisa. —Pero Tippi no está recuperándose tan bien. Perdió mucha sangre en la operación y ahora tiene una infección. Está enferma. Está… muy enferma. —Quiero verla —digo—. Quiero estar con ella.

Dragon asiente con la cabeza. —Sabíamos que dirías eso.

Aguantando

Tippi está conectada a un montón de cables y tubos, igual que yo. Está en cuarentena, por lo que la habitación está totalmente aislada. Los médicos mascullan con aire pesimista y la miran con el ceño fruncido desde una esquina, mientras un monitor emite pitidos constantes a su lado.

Siento un escozor terrible en la herida de la cadera. Se me revuelve el estómago. Y veo las estrellas cada vez que trago saliva.

—Colocadme a su lado —digo.

Los médicos me niegan la petición y las enfermeras agachan la cabeza, pues no van a desafiar las órdenes de sus superiores.

—Por favor, dejad que me tumbe a su lado —ruego.

Papá gruñe y, ni corto ni perezoso, empuja mi camilla, que tiene ruedas, lo más cerca que puede de Tippi. —Ayúdame a mover a tu hermana —le dice a Dragon y, de repente, todos los médicos, salen disparados hacia nosotros y, con mucho cuidado, me deslizo sobre la cama de Tippi, junto con una bolsa del tamaño de un ordenador portátil que, por lo visto, es lo que me mantiene con vida.

Siento un pinchazo en el costado y suelto un grito.

Pero Tippi sigue inmóvil.

Su respiración es tan delicada como una telaraña, y la expresión de su rostro desprende serenidad, como si en el fondo ella supiera que ese era su destino.

La estrecho entre mis brazos.

Aguanta.

Muriendo

Por la mañana, Tippi entreabre los ojos, pero la luz es demasiado fuerte y brillante y vuelve a cerrarlos. Le acaricio los labios con la yema de los dedos. —Hola —dice con un hilo de voz, y vuelve a decir—: Hola.

A pesar del dolor, me aferro a ella con todas mis fuerzas, como si quisiera volver a unir nuestros cuerpos.

Tippi hace una mueca de dolor y sacude la cabeza. —Me estoy muriendo —dice.

—No es verdad —miento.

Tippi trata de soltar una risita llena de escepticismo. —Recuerda la promesa que me hiciste —murmura.

¿Qué se supone que debo hacer? No tengo ni idea de qué decir, así que digo lo que a mí me gustaría oír. —Puedes irte, si quieres.

Tippi estira los labios a modo de sonrisa Y cierra los ojos. Cierra los ojos y no los vuelve a abrir.

—Puedes irte —repito—. Vete, vete, vete.

Se ha ido

El doctor Derrick está a mi lado, con su bata blanca impecable y el estetoscopio colgando del cuello como si fuese un collar horrendo.

Papá está a su lado, con una barba más gris y más larga de lo que recordaba. Mamá está en el umbral, sumida en una penumbra siniestra.

—¿Puedes oírme? —pregunta el doctor Derrick.

Puedo oírle pero no muevo un solo músculo.

Parpadeo y él continúa, como si nada.

—Tippi se ha ido —me informa—. Solo puedo decir que lo siento. Lo siento, lo siento muchísimo, aunque sé que no es suficiente.

—Fuera —espeto, y les doy la espalda a todos. Los odio. Los odio a todos.

Tippi

¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? ¿Tippi? Tippi.

Echo de menos a mi hermana

Aúllo y grito y chillo. Echo de menos a mi hermana. —Tippi —susurro en mitad de la oscuridad.

Aúllo y grito y chillo. Echo de menos a mi hermana. —Tippi —suplico desde la penumbra.

Aúllo y grito y chillo. Echo de menos a mi hermana. Aúllo y grito y chillo. Echo de menos a mi hermana.

Echo de menos a mi hermana en cuerpo y alma, en sangre y huesos. Una parte de mí se ha ido con ella, y la echo de menos. —Te quiero —le digo. Y añoro a mi hermana.

—Te echo de menos —le digo. Y añoro a mi hermana.

Y toda esa añoranza, ese anhelo infinito jamás desaparecerá.

Su corazón

Lo quiero para mí. No quiero que se deshagan de él. Lo quiero dentro de mí. Para salvarme la vida. Para salvarlo a él. Para salvarla a ella. A lo que queda de ella.

—El corazón de Tippi no era lo bastante fuerte como para utilizarlo en un trasplante —murmura la voz del doctor Derrick. —Y, de todas formas, ya es demasiado tarde. Ha pasado demasiado tiempo.

Y sé que es verdad. Pero es una lástima. Tippi siempre tuvo un corazón muy fuerte.

Convalecencia

Una enfermera con el pelo cardado y recogido en un moño se coloca a mi lado. Un guante de látex me presiona el brazo.

Siento un ardor en mi interior que se va extendiendo por todo mi cuerpo. Siento varios golpes en todos los huesos, un ruido seco dentro de las costillas, un dolor punzante en cada centímetro de mi piel, como si me estuvieran inyectando trocitos de cristal.

El suplicio es agotador y no parece acabar nunca.

Es mucho más desgarrador de lo que jamás habría imaginado.

Suelto un graznido y el látex me agarra todavía con más fuerza. —¿Te duele? —pregunta la enfermera.

—Sí —contesto.

Toquetea una bolsa de líquido transparente que cuelga junto a mi camilla, como si una dosis de morfina pudiera ser la solución a mis problemas. —Pronto estarás mejor —asegura.

¿Pero cómo puede estar en lo cierto? ¿Cómo es posible que un medicamento pueda aliviar todo este dolor?

Susurros junto a mi camilla

Necesita un poco de aire fresco. Necesita más medicación. Necesita estar en su casa. Necesita nuestras plegarias. Necesita tener cerca a su familia, a sus amigos. Necesita llorar la muerte de su hermana, hablar, reír. Necesita agua, medicación, silencio, tiempo.

Pero no necesito nada de eso.

Solo necesito a Tippi.