¿Son sus genitales «fáciles de usar» ¿Alguna vez les ha asignado un nombre? ¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de sus genitales? ¿Cuál fue la primera vez que notó que había una diferencia entre usted y el sexo opuesto? ¿Sintió curiosidad por esa diferencia? ¿De qué manera demostró esa curiosidad? ¿Cómo reaccionaron sus padres y otros adultos ante su curiosidad? En su hogar, ¿cuáles nombres se usaban para los genitales? ¿De qué modo se refería su familia a la orina y a la defecación? ¿Cómo describiría ahora sus genitales? ¿Qué significado han tenido en su matrimonio?
Individualmente, dediquen un tiempo a escribir sus respuestas a estas preguntas. Luego hablen el uno al otro de sus respuestas.
El descubrimiento de los genitales se inicia en la primera infancia. Es natural que los niños se los toquen así como meten sus dedos en cada orificio del cuerpo. Cuando tocan sus genitales, descubren una sensación placentera. Si ese descubrimiento genital fue permitido en su caso y aceptado como una secuencia natural de desarrollo, el tocar sus genitales será asociado con sensaciones positivas y placenteras. Si su mano fue quitada y le fue propinado un golpe, considerará que sus genitales son intocables, tal vez incluso una parte de su cuerpo que deba ser temida. De manera semejante, si sus genitales eran nombrados con orgullo, los habrá declarado obra creativa de Dios. Si no fue así, es posible que los vea no sólo como intocables, sino también como innombrables. Si fue al matrimonio con una sensación de disgusto o de fealdad en relación con sus genitales, quizás sea eso lo que se le comunicó mientras crecía.
En una amorosa relación matrimonial, una asociación negativa en relación con los genitales puede ser convertida en una asociación positiva. Eso puede comenzar con el encuentro sexual de esta semana. La tontería de dar nombre a sus genitales y también a los de su cónyuge puede producir un profundo efecto en lo que respecta a su aceptación de sus genitales y su habilidad de compartirlos abierta y libremente.
Esta semana, luego de leer juntos sus respuestas a las preguntas, empiecen a pensar nombres para sus genitales y los del otro. Diviértanse explorando diversas posibilidades. Busquen siempre nombres que tengan una connotación positiva. Por ejemplo, una pareja nombró a los de ella Toyota y a los de él Pontiac por asociación con los comerciales televisivos del momento de esos autos. (El de Toyota era: «¡Oh, qué sensación!», y el de Pontiac: «¡Nosotros creamos emoción!») Tarzán y Juana son otros nombres que han escogido algunas parejas.
Cuando hayan encontrado nombres que ambos disfruten, pueden empezar a hablarle a los genitales de uno y de otro llamándolos por su nombre. «¿Cómo está Juana hoy? Tarzán la ha estado extrañando». Esta apertura hacia los genitales de uno y de otro puede aportar sanidad y alegría a la expresión sexual del uno para con el otro.