Dice Jorge Valdano que el fútbol es el principal tema de conversación en el mundo. Es un espacio discursivo que habilita planos de inclusión, donde opinan sabios y recién llegados, expertos en partidos históricos y aficionados que apenas recuerdan la formación de sus equipos. Su importancia cultural atraviesa edades, géneros y clases sociales y es capaz de concentrar la mirada de todo el planeta durante un campeonato mundial.
El Papa Francisco lo sabe y, como buen comunicador, ha incorporado a su gestualidad ingredientes de este fenómeno social. Desde que era obispo, y veía que a sus misas iban el goleador Scotta o el arquero Irusta, cultiva esa cercanía.
Encontré una homilía de Bergoglio que construye una metáfora a partir de la posición del arquero, agazapado, con los guantes bien calzados, dispuesto a revolcarse o a poner la cara ante un pelotazo revirado. Así les dijo a los catequistas, en el Encuentro Arquidiocesano 2012:
Jesús recibía la vida como venía, no con envase de lujo. “La vida es ésta y yo la recibo”, decía Jesús. Como en el fútbol: los penales tenés que atajarlos donde te los tiran, no podés elegir dónde te los van a patear. La vida viene así y así la tenés que recibir, aunque no te guste.
Años atrás, cuando estaba por llegar el año 2000, Bergoglio ofreció una misa ante 25 mil chicos en la Bombonera, el estadio más famoso de la Argentina. La hizo decorar con globos y organizó allí una suelta de palomas. “El amor supone ayudar, en especial a los que más lo necesitan”, les dijo a los espectadores, que pasaban alcancías por las tribunas, con la idea de juntar dinero para niños de las villas. Seis años después, el cardenal llenó de niños la cancha de Vélez y les pidió que “construyan espacios de amor, para que no haya más chicos abandonados o revolviendo la basura”. La elección de estos escenarios no fue casual. Los arcos, la entrada a los vestuarios, las reminiscencias físicas a jugadas que los chicos vieron alguna vez contribuían a la fascinación de ese momento en el que, de paso, escuchaban algo de la Biblia. Bergoglio tenía bien presente la popularidad de ambos estadios, donde en su momento cantaron Mercedes Sosa, Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat —en Boca—, Freddie Mercury, Paul Simon y Elton John —en Vélez—. Donde San Lorenzo había obtenido el pasaje de vuelta a la Primera División.
Se podría armar un equipo completo de personas vinculadas al fútbol que fueron distinguidas por Bergoglio.
Gabriel Batistuta, goleador de la Selección argentina y artillero del Fiorentina, fue uno de los que estrechó la mano del arzobispo en una ceremonia donde la Iglesia reconocía a referentes sociales.
—Gané cuatro scudettos y en mi casa no conservo los trofeos, pero para éste premio que me da usted, voy a hacer un lugar en mi repisa, se lo prometo —le dijo el Bati al cardenal. Se refería a una escultura en forma de cruz que abrigaba a un olivo, árbol de copa ancha y tronco grueso, símbolo de paz, testigo de los rezos de Cristo, con ramos que sirven para consagrar atletas olímpicos o adornar el escudo de las Naciones Unidas. Era la estatuilla del premio Juntos Educar, que reconocía a maestros de la vida, personas que ayudaban al prójimo con su arte, su música, sus talentos y su solidaridad.
El premio de Bergoglio y la Vicaría Episcopal de Educación del Arzobispado de Buenos Aires fue recibido también por el Cholo Simeone, jugador de la Selección y, en su momento, entrenador del Ciclón.
El Beto Acosta, sexto goleador histórico de San Lorenzo, con 123 tantos en 276 partidos, fue otro de los homenajeados. Lejos de la solemnidad, el cardenal le dio la estatuilla y le preguntó: “¿Por qué te retiraste, Beto, no ves que no le hacemos un gol a nadie?”
El premio Juntos Educar combinaba calle con erudición. Elogiaba por igual a un maestro rural, a un profesor universitario, al sabiondo Antonio Carrizo, al polifacético Alejandro Dolina, al pianista Mariano Mores, al técnico de Las Leonas Sergio Vigil y al conductor de televisión Víctor Sueiro, el hombre que, una vez, volvió de la muerte.
Había más fútbol en esos premios: los técnicos Carlos Griguol, José Pekerman y Carlos Bianchi fueron también sus beneficiarios, al igual que Horacio Elizondo, el árbitro que dirigió la final del mundial de Alemania 2006 entre Italia y Francia.
El Papa sabe también que, cuando muestra la camiseta de San Lorenzo, recibe a un jugador ejemplar o rescata los valores solidarios que hacen fuerte a un equipo, no está pensando en la tabla de posiciones, sino en comunicar más allá, en el idioma ecuménico de la gente de a pie. Por eso, Francisco multiplica los gestos futboleros y logra un acercamiento mayor a los fieles, una jugada comunicativa con destino de gol.
Hasta los jefes de Estado sintonizan la onda, como el español Mariano Rajoy, un hombre que se define como “abonado del Real Madrid, socio del Pontevedra, accionista del Celta e hincha del Dépor”. De hecho, Rajoy le llevó a Francisco la camiseta de la Selección española autografiada por los últimos campeones del mundo.
—¡Ah, muy bien, toda firmada! Le agradezco mucho. De haber sabido que me traía esto, le daba la de San Lorenzo —festejó el Papa.
—Ah, sí, sí, hemos leído —le contestó Rajoy sobre su simpatía deportiva.
Cuando eso pasó, yo conversaba en Buenos Aires con Matías Lammens, a quien se le disparó otra idea:
—Tenemos que mandarle veinte camisetas ya, para que las use en su protocolo. Es claro que quería regalarla él también. Y sin publicidad, solo azul y roja, con el escudo, como tiene que ser.
El Barcelona, que con Messi en cancha ganó veinte torneos y es el equipo más famoso del planeta, también detectó este costado afín de Francisco y su dirigencia se apuró en invitarlo al Camp Nou para presenciar un partido. Lo hizo con una carta donde increíblemente, con un tono más propio de los tiempos de gloria sanlorencista de 1946, el Barça quiso compararse con San Lorenzo, al menos por el rojo y el azul de ambas instituciones.
Esa nota de invitación, cursada el 3 de abril de 2013 y firmada por el presidente del club catalán, Sandro Rossel, y sus figuras argentinas Leo Messi y Javier Mascherano, señalaba:
Su Santidad,
Mediante estas líneas, me complace transmitirle el testimonio de mi más sincera felicitación por el reciente nombramiento como máximo mandatario de la Iglesia Católica.
Como presidente del FC Barcelona, es un honor poder compartir con usted algo más de nuestro común interés futbolístico, en el cual la coincidencia de colores de nuestros equipos es más que evidente, puesto que mis orígenes maternos más directos proceden de la Argentina, país al que me siento muy unido.
Es por estos motivos que me complacería que pudiera asistir, en el momento en que lo crea oportuno, a presenciar un partido desde el Palco del estadio Camp Nou y disfrutar de la calidad de nuestros jugadores, principalmente de dos de sus compatriotas, Leo Messi y Javier Mascherano, quienes han adherido a esta felicitación mediante sus firmas al pie de esta carta.
Deseándole los mejores augurios en esta nueva andadura que acaba de iniciar, le ruego reciba mi más atento saludo.
Dos semanas después, el sacerdote catalán Miguel Delgado Galindo, tercer hombre en importancia del Pontificio Consejo para los Laicos, se apareció en la plaza San Pedro frente a Francisco con la remera 10 del Barcelona, que, en letra de un chico rosarino, decía “Con mucho cariño, Messi”.
Hasta en las gradas tuvo lugar una simbiosis entre deporte y religión, cuando los hinchas del campeón español colgaron una bandera del astro argentino con un corazón sagrado en el pecho, un manto sacerdotal y la leyenda “El Mesías”.
“Yo le deseo a Francisco mucha luz y energías positivas para conducir al pueblo católico”, fue el mensaje personal de Messi a Su Santidad, que envió a través de la red social china Tencent Weibo.
Maradona también soltó una oración: “El dios del fútbol es argentino, y ahora también el Papa”.
Otro argentino que deslumbró a los españoles, Alfredo Di Stéfano, escribió una columna en el diario Marca donde advirtió que, cuando era niño, quizá haya jugado a la pelota con Jorgito Bergoglio, ya que fueron a la misma escuela y compartieron barrio.
El 13 de mayo de 2013, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, fue recibido por Francisco en la Sala del Tronetto y hablaron de cuestiones delicadas, como los diálogos de paz con la guerrilla de las FARC. Pero cuando pasaron a la Biblioteca Privada de la Santa Sede, tocaron el tema inevitable:
—Usted sabe, Santos, que soy de San Lorenzo, que fue varias veces a jugar a su país.
—Sí, Su Santidad, y nosotros siempre recordamos el paso por la Argentina del Caimán Sánchez y de Iván Córdoba, que fueron grandes jugadores de su equipo.
Efraín Elías Sánchez Casimiro, uno de los mejores arqueros de la historia colombiana, fue nada menos que el sucesor de Blazina y uno de los primeros colombianos en jugar aquí. Vino del Club Atlético Fortuna de Barranquilla en 1949 y al poco tiempo volvió a su país.
Iván Ramiro Córdoba fue el zaguero más rápido que haya pasado por el Bajo Flores. Jugó en San Lorenzo a fines de los ’90 y dejó un sello de calidad en la defensa, línea que era capaz de cubrir él sólo ante un contragolpe rival. Brilló en el Inter y en la Selección colombiana hasta su retiro, en 2012.
Una delantera completa se puede armar con los saludos a Francisco de las principales ciudades futboleras del mundo. “El Papa es argentino, ¡qué orgullo! En cuanto vaya a Italia, espero poder tener una audiencia con él”, escribió el Kun Agüero desde Manchester, Inglaterra, por Twitter.
Los jugadores de la Juventus de Turín fueron a verlo el 22 de mayo de 2013, apenas salieron campeones de la liga italiana. Le regalaron una copia del trofeo (ese es el scudetto) y un buzo del arquero Gianluigi Buffon firmado por todo el plantel. El Papa les agradeció y destacó al deporte como símbolo de unión entre las personas.
Al rato, un poco celosos, se aparecieron jugadores de la Lazio y la Roma, que también le dejaron sus respectivas camisetas, en las horas previas a la final de la Copa Italia que estaban por disputar. Antes del anochecer, Francisco recibió una camiseta más: la del Boston Celtics de la NBA, con la inscripción “The Pope” detrás.
Las selecciones de Italia y de la Argentina jugaron un partido en su honor el miércoles 14 de agosto de 2013. Y los jugadores fueron recibidos un día antes por el Papa Francisco en el Vaticano, en un encuentro sin antecedentes en 2000 años de cristianismo.
Hasta el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, se ubicó en la senda deportiva que ofrece el Papa para dialogar con la sociedad. El hombre que gobierna el planeta del fútbol escribió en un papel con membrete oficial:
Dirijo a usted mis más cálidas y sinceras felicitaciones por su elección como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. Su elección es motivo de felicidad y alegría universales.
El mundo del fútbol también se alegra por su designación, porque ha sabido que Su Santidad es una gran apasionado de nuestro deporte, y de un equipo apodado “la Santa escuadra”… ¡Su elección, Santidad, no podría haber sido más apropiada!
Usted lleva a Roma y al mundo el testimonio de un catolicismo sin límites, presente en la sociedad con una fuerte impronta espiritual y pastoral.
Sin querer poner al mismo nivel la fe en Dios con la fe en el fútbol, ambos tienen valores en común: el fútbol, como la fe en Dios, puede construir puentes, llevar alegría y esperanza y, sobre todo, unir los pueblos de todo el mundo.
Le envío mis más fervientes y sinceros saludos. Le deseo mucha fuerza y que Dios lo proteja. Y que nos proteja, tal vez, un poco a nosotros, a nuestro deporte y a nuestros aficionados, sin importar el color de la camiseta. Lo necesitamos.
En la Argentina, el goleador de Talleres de Córdoba Gonzalo Klusener aseguró que su suerte cambió desde que rezó con un rosario bendecido por Su Santidad. Su equipo ascendió de categoría a poco del comienzo del nuevo papado.
Desde el mandamás del fútbol hasta el último hincha conocen ya la pasión terrenal del Papa. Y la oficina de Ceremonial del Vaticano comenzó a buscar un lugar para la colección de camisetas que va acumulando Francisco. ¿Acaso habrá un espacio futbolero en la Santa Sede? ¿Exhibirán la camiseta del Pipi Romagnoli cerca de los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina?
En sólo dos meses, el Papa recibió media docena de remeras, de San Lorenzo, de España, la de Messi, una de Newell’s, que le mandó el mediocampista Maxi Rodríguez, y una del Inter, que le dio en mano Javier Zanetti. El Pupi le regaló también al Papa la cinta de capitán, con los colores de Argentina e Italia, un libro sobre el Inter Campus, dedicado por el presidente del club, Massimo Moratti, y un banderín con el escudo vaticano.
—Le deseo que tenga un buen papado… y suerte con San Lorenzo también —le dijo a Francisco un periodista uruguayo que cubría la visita del presidente José Mujica al Vaticano, el 1º de junio de 2013.
—Eso es lo importante, que ya vamos cuartos —devolvió el Papa, dando muestras de que sigue los partidos, como cuando era un pibe de barrio.
Fútbol y religión combinan perfectamente en el mensaje Francisco.
El Día Mundial Contra el Trabajo Infantil, ante miles de chicos, desplegó una curiosa fórmula para ahogar el mal que hay en el mundo:
—Si en un estadio, imaginad el Estadio Olímpico de Roma, o el estadio de San Lorenzo en Buenos Aires, en una noche oscura, alguien enciende una pequeña luz, el estadio se ilumina. Hagamos que nuestra vida sea una luz de Cristo. Juntos llevemos la luz del Evangelio a todos los lugares.
Dijo eso, todos rieron con la mención a San Lorenzo y el viento se sumó a la broma: le voló el casquete.