Por fin

Dos mujeres están sentadas, una a cada lado de la mesa, cada una con un texto anillado.

Uno (con aire afligido) - Hemos hecho bien al no invitar al autor, ¿verdad? Todavía queda mucho por hacer. 

Dos (con mirada de inteligencia) - Oh la la. 

Uno - Su primera obra era muy buena, sin embargo... Muy divertida. No lo entiendo. 

Dos - Escribir la segunda es siempre más difícil. Lo sabe todo el mundo. 

La primera empieza a hojear el texto y lee con expresión siniestra. La segunda lee también pero de través, mirando a la otra e intentando pasar las páginas a la vez que ella. La otra se interrumpe para ponerla de testigo.

Uno - Mire, vamos por la página 3 y no se ha reído ni una sola vez.   

La segunda asiente con expresión abrumada.

Dos (con una sonrisa comercial) - ¿Le apetece un café? 

La otra ni siquiera se molesta en decir que no y  sigue leyendo y pasando páginas. De repente se detiene en una réplica y empieza a desternillarse de risa. 

Uno - Esto si que es bueno, ¡graciosísimo! 

Sigue riendo aún más fuerte bajo la mirada de la segunda que no sabe por qué página va, y que trata de averiguarlo más o menos discretamente acechando el texto que tiene enfrente.

Uno (viendo que la otra sigue sin troncharse) - ¿No lo encuentra gracioso usted? 
Con gran alivio, la segunda acaba de encontrar la réplica en cuestión. 

Dos - Sí, claro que sí... (Esforzándose por reír pero con la risita falsa  que no acaba de arrancar) Es muy bueno verdaderamente. Aquí es donde se ve y se nota el pulso de su primera obra. 

La primera vuelve a ponerse seria y de nuevo vuelve a pasar páginas a medida que avanza en la lectura   

Dos (enardeciéndose) - Ah, esto tampoco está nada mal.   

Se escacha de risa con toda sinceridad, sin tapujos, como que no puede parar de reír. Hasta que se da cuenta del aire consternado con que la mira la otra.

Uno - ¿Lo encuentra usted gracioso?   

Dos - Es verdad que no resulta muy elegante, pero... 

Uno - Ah, bueno, porque ya empezaba  a preocuparme un poquitín... Personalmente no soporto esa clase de humor. 

Dos - Hay que reconocer que resulta un tanto pesado. Nos había acostumbrado a otro tipo de humor, algo más... Eso seguro. 

Las dos mujeres siguen pasando páginas. De repente se paran las dos en la misma y empiezan a sacudirse bajo el impulso de una risa pesada que crece en intensidad. Ambas ríen juntas hasta las lágrimas. Poco a poco, la primera se empieza a calmar, seguida de la otra.

Uno - No, confieso que es realmente bueno... (Retoma su aire siniestro) Por lo menos nos ha hecho reír porque... ¿Cree usted que esto va a hacer reír a un público de verdad?   

Dos - No es seguro. 

Uno - Mmm... 

Dos - A lo mejor resulta un tanto desfasado. 

Uno - No, haría falta algo todavía más impertinente pero un poco más como si dijéramos... 

Dos - Políticamente correcto. 

Uno - Mmm... 

La primera  parece reflexionar en profundidad mientras la otra la  observa poniendo cierta distancia, dudando si intervenir. 

Uno - Se me ha ocurrido algo...   

Dos - Si... 

Uno -  ¿No sería más gracioso para la gente si el prota fuera un negro?   

Dos - Un negro... 

Uno - ¿Sabe cómo son por ejemplo los dominicanos?   

Dos - Claro, mi compadre es dominicano. 

Uno - Este descuido, esta animalidad (Tronchándose viva) Este acento para partirse... Es gracioso el acento antillano. Eso puede hacer reír al gran público. Y con la crisis, ¡la gente tiene ganas de reír, por Dios!     

Dos - Claro. De pasar un buen rato y no darle más vueltas a la cabeza. 

Uno - Yo digo que un dominicano o nada. ¿Le pega eso al autor?   

Dos - No hay problema, es cosa mía. ¿Sigue sin querer el café? 

Uno - Creo que por fin tenemos algo.   

Dos - Que cambia completamente el punto de vista de la obra.   

Uno - Estoy segura de que vamos a montar el chiringuito. Qué pasa, a veces tampoco  es para  tanto.  Sólo falta  encontrarle... 

Dos - Cuestión de oficio, como diría uno que yo me sé.  

Uno - ¿Se acuerda de su primera obra? 

Dos - Aquella donde cuenta la muerte de su padre.   

Uno - Si yo no hubiera insistido en que  ocurriera en la edad de las cavernas...   

Dos - Y en que el protagonista fuera andaluz. 

Uno - Ay, sí, ya me quería yo acordar. Es verdad que el acento andaluz.   

Dos - Siempre resulta muy divertido. 

Uno - Vale...   

Cierra el texto anillado y mira su reloj. 

Uno - Oh la la... Tengo que irme, tengo cita con un latoso (palizas) que no hay manera de librarme de él. ¿Cómo ha llamado a eso, por cierto?   

La otra mira el título de cubierta.

Uno (leyendo incrédula) - Crónica de una vida laboriosa.   

Dos - Estaba segura de que no le iba a gustar a usted, pero he preferido no decir nada para no influirla. También a mí me parece un título muy inadecuado. 

Uno - Crónicas de una vida laboriosa... Y por qué no directamente crónicas laboriosas? 

Dos - Sí, es más corto. 

Uno - Bromeaba. 

Dos - Claro. 

Uno - No, hace falta algo con más gancho.   

Dos - Un título que invite a venir a la función.   

Parece reflexionar profundamente. 

Uno - ¿Por qué no Strip Poker? Es un título con gancho, da ganas de venir al teatro. Bueno, depende de la distribución, claro... 

Dos - Sí, la verdad es que tiene gancho, pero...   

Uno - ¿Que...?   

Dos - Es el título que usted le dio a su primera obra. 

Uno - ¿Qué obra? 

Dos - En la que narra la muerte de su padre. 

Uno – Ah... (De nuevo pensando) ¿Strip Poker dos?  

La otra encuentra dificultad para aparentar entusiasmo   

Uno - No, hombre... Haría falta algo más... Un nombre quizás... Como el prota es dominicano... Amado-Domingo, por ejemplo? 

Dos - ¿Por qué no? 

Uno - Es el apellido de un actor con el que tuve la desgracia de acostarme después de haberle prometido hacer de él una vedette. Si yo le doy el papel principal, sería una forma de deshacerme de él, es un golpe bajo por demás.   

Dos - Ah... 

Uno - Ahora Amado-Domingo... Hay que reconocer que es un nombrecito de coña. ¿Cómo se llama su marido de usted? 

Dos - Amado-Domingo. 

Uno - Bueno, ya lo veremos, ¿verdad? A lo mejor, nos quedamos con Crónicas Laboriosas. Y con esto respetamos la voluntad del autor.   

Dos - E incluso las últimas voluntades.   

Uno - Ah, sí, ¿Por qué? 

Dos - ¿Pero no está usted enterada?  El autor se ha suicidado esta noche. 

Uno - No me digas... 

Dos - Creo que nunca se repuso de la muerte de su padre.   

Uno - Por consiguiente, es su última obra. 

Dos - Tiene todas las probabilidades. 

Uno - Creo que vamos a hacer negocio. Un autor muerto vende mejor que uno vivito y coleando. 

Dos - La desgracia de unos... 

Comienzan a irse.

Uno - Espero que los herederos no sean demasiado rompepelotas. 

Dos - Es una vieja, creo.   

Uno - Dicen que el pelo sigue creciendo después de muertos. ¿Lo sabía usted? 

Dos - No... 

Oscuridad.