—… Bota, cota, dota, gota, jota, mota, nota, pota, rota, sota —oía recitar, como el murmullo de un rezo, y no sabía si es que me estaba durmiendo, igual que me ocurría a veces de niño en la iglesia cuando rezaban el rosario, o, por el contrario, empezaba a despertarme—. Boba, boca, boda —continuó el sonsonete, y reconocí entonces la voz de memoria, más grave y calmada que de costumbre, que pronunciaba despacio como si estuviera enhebrando una aguja y cada palabra fuera un hilo distinto—, boga, boja, bola, bota, boya… ¡Nada, que no encuentro una serie completa! ¿Me estabas oyendo o te hacías el dormido?
—Te oigo, te oigo…
—Cuando hay paz en el diccionario, como esta noche —explicó—, aunque no sé por cuánto tiempo, me entretengo con estas cosas. Acababa de empezar… —Se interrumpió de repente, pensativa—. Acabar de empezar… ¿no te suena raro? ¿Y al revés: empiezo a acabar, empezar a acabar? Se lo tengo que consultar a algún académico, que no se me… ¡Maldita palabra, casi se me escapa! También lo de descarado… ¿A ti no te ha llamado nunca la atención esta palabra? Des-carado, prefijo des- que significa negación, más el sustantivo cara, o sea, sin cara, ese debería ser su significado, y van los académicos y dicen que no, que descarado es aquella persona que habla u obra con desvergüenza, sin pudor o respeto humano: esto es, que tiene mucha cara, como si dijéramos, justo al revés, como las paradojas. Pasan muchas cosas raras en el diccionario, muchas… ¿Por qué al aeroplano le llaman ya siempre avión, y coche al automóvil, y lavabo al retrete, y asistenta a la criada, y bar a la cantina? Y a los académicos, que son muy pagados de sí mismos y bastante presuntuosos y algo pedantes les gusta de vez en cuando dar la nota. En la última edición, la vigésima, de 1970 como bien sabes, a uno le dio por incorporar una nueva palabra para designar a ese pájaro de canto tan melodioso y dulce como no hay otro igual en la naturaleza, y que tiene además un nombre bien bonito, el ruiseñor. Pues a ese académico cuyo nombre no quiero recordar no se le ocurrió otra que hacerle un sitio a bulbul, por el único motivo (capricho, mejor) de que lo había visto escrito en dos poetas famosos, Bécquer y Rubén Darío. ¡Llamarle bulbul al ruiseñor, el pájaro que canta solo cuando está enamorado, y el más tímido, pues se calla en cuanto sospecha que alguien que no sea la destinataria de sus trinos le está escuchando! …¿Pero qué te pasa esta noche que estás tan adormilado?