Un repique de nudillos alborotó la puerta de mi habitación. Al instante presentí que era Julia.
—Mira, he encontrado estos dos libros —dijo—. ¿Tenéis bastantes o sigo buscando más?
—Ahora les echo un vistazo a ver.
—Y otra cosa, ¿me puedes ayudar? —y se me quedó mirando como hacía siempre, con los ojos muy abiertos y sin parpadear, las cejas levantadas y un ingenuo mohín de súplica contenida que solo aguardaba el más mínimo gesto de asentimiento para diluirse en el chorro de una sonrisa agradecida y coqueta—. Porfa, es solo un ejercicio. Y de esos que te gustan.
Me hice de rogar.
—Pero solo uno, ¿eh?
—¿Vengo aquí, a tu habitación? —se apresuró a preguntar.
—No, vamos al comedor.
Arrojó desdeñosamente el diccionario sobre la mesa y abrió el cuaderno. A continuación se sopló el flequillo y leyó con desgana:
—Conócete a ti misma, eso dijo que pusiéramos de título, ya ves tú, como si no lo supiéramos de sobra cada una. ¡Y qué tendrá que ver eso con la asignatura de Lengua, digo yo! El título con letras mayúsculas y subrayado, y debajo, con minúsculas: Busca en el diccionario adjetivos que empiecen por las diferentes letras del alfabeto y elige, en cada letra, el que mejor defina tu carácter. Eso dice el enunciado de la pregunta, ¿tú lo entiendes? Porque yo, ni pío.
Julia no paraba de soplarse el flequillo de la frente, que al momento, como si estuviese gastándole una broma, le volvía a caer, vencido por su propio peso, tapándole de nuevo los ojos.
—Es muy fácil: buscas adjetivos referidos al carácter de las personas, adjetivos que empiecen por cada una de las letras del alfabeto…
—Para, para… ¿Quieres decir que empiecen uno por a, otro por b, otro por c, y así todos? ¡Jo, macho, qué pesadez! ¡No acabaremos nunca! ¿Y qué es eso de los adjetivos referidos al carácter?
—Pues obediente, por ejemplo, o tímido, o rebelde…
—Ah, ya lo entiendo. Pondré que soy obediente, así seguro que me pone mejor nota. ¡Jopeta con el profe este, los deberes que se inventa, y parecía una mosquita muerta el primer día!
Íbamos por la d cuando Faustina y Tranquilino pasaron por el comedor para decirnos adiós. Se iban a dar un paseo, aprovechando la buena tarde que hacía, de gloriosa primavera, aseguró el padre.
—Julia, ¿otra vez molestando? ¡Como si Martín no tuviera otra cosa que hacer! —gruñó Faustina, que dejaba tras de sí un reguero de perfume, un perfume que olía igual que el que se ponían las mujeres de Sahelices del Cerro para ir a misa los domingos cuando yo era niño, a lo mejor es que aún lo conservaba desde entonces—. ¡Ay, Señor, la paciencia que hay que tener con esta criatura! ¡Cabeza de chorlito! —se oyeron, ya en el fondo del pasillo, sus últimas palabras.
—¿Cabeza de qué, ha dicho? —se extrañó Julia.
—De chorlito.
—¿Y eso qué significa?
—El chorlito es un pájaro.
—¿No lo diría por mí?
Julia se quejaba continuamente del calor, y se desperezaba extendiendo los brazos en cruz, y suspiraba y bostezaba.
Yo pensaba en Marina. Y cada adjetivo que Julia apuntaba en el cuaderno se lo aplicaba mentalmente a ella, a Marina, tratando de discernir si le convenía o no a su carácter, si se ajustaba o no a su forma de ser, dudando y cavilando las más de las veces, pues no la conocía tanto como para juzgarla del todo, y esto, aunque por un lado era motivo de lamentación y pesadumbre, por otro me servía de ánimo y estímulo para saber más de ella, y de satisfacción íntima, porque estaba convencido de que así iba a ser en el futuro.
Llegaron los viajantes de comercio, los dos juntos, el representante de paños y el de lencería fina, que pasaron por delante y nos miraron a hurtadillas por el rabillo del ojo, con una chispa de maliciosa sorpresa allí agazapada tras la cortina de la pupila, y aún estábamos Julia y yo sentados a la mesa en el comedor buscando adjetivos en el diccionario.
Cuando volvieron Tranquilino y Faustina íbamos ya por la z.
—¿Pero será posible, todavía así? —exclamó la madre—. ¡Niña, esto no puede ser! ¡Martín, que los haga ella, cómo va a aprender si no! ¡Julia, ahora mismo a tu habitación! ¡Por este camino no puedes seguir!
—¡Pero si ya acabamos! —replicó la interpelada—. ¡Además, que la culpa es del profesor, que nos manda ejercicios que nadie los entiende! Y si no que te lo diga Martín. ¿A que sí, Martín, a que es verdad lo que digo?
Tranquilino se inclinó por encima del hombro de su hija y empezó a deletrear en voz alta.
—¿Y tú qué miras? —Se revolvió Julia—. ¡Anda, listo, abre el diccionario y vete diciéndome adjetivos, a ver si tú los distingues! Y elige luego los que sirvan para conocerte a ti mismo, ¿qué te parece? ¿Lo sabrías hacer?
Tranquilino, al contrario que el flequillo de Julia, que no paraba de buscar su acomodo en la frente por muchos resoplidos que le dieran, se dio al momento por vencido y buscó refugio en la cocina.
Al fin, después de mucho pensar y dudar, protestar e interpelar (a mí y a ella misma en voz alta), se decidió a pasar a limpio en el cuaderno con pluma estilográfica (le vino de repente ese capricho) lo que antes había garabateado, tachado, apuntado y ordenado a lápiz en media docena de cuartillas.
—Te lo leo a ver qué te parece —dijo al concluir el trabajo—: yo soy…, ¿o pongo yo creo que soy?, no, mejor yo soy, vale más aparentar que una está segura de lo que escribe… Vuelvo a empezar: yo soy amable, ¿o afable, que lo taché?, no, amable, yo soy amable; bondadosa, confiada, chismosa…; ¿chismosa?, ni hablar; charlatana, chapucera…, prefiero charlatana, al fin y al cabo es algo natural, a quién no le gusta charlar, mejor eso que no estar callada; despreocupada…, ¿o quito esta y pongo dócil, que también la apunté, aunque ya no me acuerdo de lo que significaba?, ¿o díscola, que me la dijiste tú?; no, díscola no que era un defecto, no sé cuál pero un defecto, dejo despreocupada, aunque también podía poner decidida, no, despreocupada, el profe nos pidió que fuéramos sinceras…; extrovertida, aunque también podía poner educada; fiel, esta no me gusta mucho, pero bueno; generosa, esta sí; holgazana, no, holgazana no que es otro defecto y ya van dos, humilde apunté también, ¿soy humilde?, me parece que no demasiado, huraña taché pero no sé lo que quiere decir y suena mal, seguro que no lo soy, a ver qué otro adjetivo busqué, hipócrita, no, este tampoco, odio a las personas hipócritas, ¿tú no?, bah, holgazana, qué le vamos a hacer, nadie es perfecto… Sigo: indecisa, no me convence del todo, irritable, menos todavía, inconstante, ¿significa algo bueno, alguna cualidad?, ¿no?, pues descartada, ingenua, ¿no es lo mismo que inocente?, entonces no, ni ingenua ni inocente, que ya no soy una niña, intransigente, no, eso mi madre, y en general todas las personas mayores, yo no, insolente, nunca lo he sido, ni indolente, jamás de los jamases se lo he oído decir a nadie, eres indolente, o sea que me quedo con la primera, indecisa; ahora la j, ¿jovial?, ¡qué rara, ni idea de lo que quiere decir!, otra, aquí está, juiciosa, esta sí, juiciosa, ¿soy juiciosa yo?, mi madre dice que no pero en el fondo sí lo soy, y más de lo que parece; con la k, ¡no hay ninguna con la k!, pues vaya fallo, ¿no?, ¿no hay ninguna o no hemos buscado bien?, pues la dejo en blanco; laboriosa, locuaz, leal…, locuaz fuera por desconocida, ¿y entre laboriosa y leal, cuál escojo?, vale, leal porque no quiero engañarle, al profe, que si no cogería laboriosa; llorona, qué remedio, no había más que empezaran por ll, nada, la tacho, en blanco como la k; modesta, ¿modesta?, es lo mismo que presumida ¿verdad?, porque modesta viene de moda, que sigue la moda o algo así…¿ah no?, pues entonces una de las que tengo tachadas: metódica, maliciosa, modosa…, metódica o modosa, una de las dos: modosa, ya está, que es una palabra, o un adjetivo en este caso, que les encantaba a las monjas del otro colegio, al que iba de más pequeña, antes de que empezara la EGB esta de ahora. Continúo: negligente o nerviosa, nerviosa porque negligente tiene toda la pinta de ser otro defecto; con ñ solo encontramos una, ñoña, a ver, dime qué quiere decir…, ah, no, la borro entonces, fuera, en blanco la ñ; en la o tengo obediente, obstinada y optimista, obediente sin dudarlo ni un santiamén; pacífica, puesto que presuntuosa no lo soy y perseverante tampoco y pendenciera menos, precavida también valdría pero prefiero pacífica; ni quejica ni quisquillosa, ninguna de las dos, la q también en blanco, hala… A ver la r: retraída un poco, sí, rebelde bastante, respetuosa también bastante, reservada lo mismo que retraída, romántica…, romántica muchísimo, escojo romántica, de todos los adjetivos que llevo hasta ahora es el que más me cuadra, el que mejor me define, como diría el profe; suspicaz y sagaz tendría que volver a buscarlos para saber el significado, o sea que anulados, sociable de acuerdo, soñadora, uy, eso sí que lo soy, soñadora, simpática lo mismo, y no porque lo diga yo, sincera siempre o casi siempre, sensible a más no poder, qué lío, no sé cuál apuntar, sensible y soñadora, las dos me vienen como anillo al dedo, y si me dice algo le diré que por las letras que no tienen ningún adjetivo…; en la t habíamos buscado tímida y testaruda y terca y tolerante, pues tímida, es la más apropiada; en la u tampoco sale ninguna en el diccionario, otro fallo de los que lo hicieron, tendrías que escribir a los académicos esos que dice el profesor que escriben los diccionarios y decírselo, que se enteren, o a lo mejor es que no hay cualidades ni defectos que empiecen por u y por eso tampoco se necesitan adjetivos, vete a saber, habría que preguntárselo a los que inventaron las palabras; vergonzosa me encaja bastante, vanidosa explícame otra vez lo que significa aunque me huele que no, vergonzosa elijo; y ahora vienen tres letras seguidas en blanco, la w, la x y la y, pasamos que tengo ganas ya de acabar, allá el profe se las entienda con el diccionario, que nos explique a ver por qué nos mandó hacer un ejercicio que es imposible, no salen adjetivos en todas las letras y él sin enterarse, y si lo sabía, que lo dudo, tendría que habérnoslo advertido, o de palabra o en el enunciado, ¿o no es verdad?; y por fin la última, zascandil me dijiste que apuntara, ¿es que no encontraste más?, pues como es una palabra que hace siglos que nadie usa la tacho, y zalamera lo mismo, y zafia, equilicual pascual, que a saber si alguien las ha dicho alguna vez… Venga, ya está, corrígemelo si quieres, uf, vaya tarde de san José Artesano más larga y aburrida.