Desiderio volvió a recordarme al encontrarnos en el salón a la hora de comer que llevaba tiempo buscando la ocasión de hablar conmigo, y que si podía ser allí mismo cuando se fueran los demás y nos quedáramos solos.
—Me van a ascender en el trabajo —fue lo primero que me confesó en cuanto terminó el telediario y Paciano se retiró murmurando por lo bajo a su habitación: si los americanos bajaban la guardia, todos los países caerían uno tras otro como fichas de dominó bajo las garras del comunismo, y España sería uno de los primeros si el Caudillo no estaba atento y cortaba de raíz los brotes del dichoso aperturismo, el disfraz de los enemigos de la patria, lobos con piel de cordero, para traer otra vez la partitocracia y llevarnos a todos a la ruina, parecía mentira que hubieran olvidado algunos tan pronto la lección del treinta y seis—. Eso me ha dicho el dueño. Y que me subirá también el sueldo. Esto último lo entiendo, pero lo del ascenso no mucho, porque ya soy el encargado y por encima de mí solo le tengo a él, a don Estanislao Capdevila, o sea el dueño.
—A lo mejor es que te va a confiar alguna otra función…
—No te entiendo.
—Pues eso, que tendrás que hacerte cargo de algo que ahora lleve él personalmente…
—Como qué, por ejemplo…
—No sé, la contabilidad, o los pedidos…
Desiderio se quedó pensativo y en silencio.
—Aunque lo de la subida del sueldo —reanudó al cabo la exteriorización en voz alta de sus pensamientos, sin levantar la cabeza y con el dedo índice de la mano derecha siguiendo el dibujo del hule de la mesa— tampoco me dijo cuánto iba a ser. Habló algo de la paga del dieciocho de julio, que a ver si podía ser doble, pero nada más.
—En cualquier caso —dije, tratando de animarle—, está claro que confía en ti.
Desanduvo en sentido inverso con el dedo todo el dibujo del hule sin alzar los ojos ni hacer ningún comentario.
—Luego está también lo de mi novia. —Sacudió los hombros y la cabeza al mismo tiempo, como si quisiera espantar las cavilaciones que le tenían sumido el ánimo.
—¿Tu novia? —me miró de soslayo, molesto acaso por haberle interrumpido.
—Que quiere venir cuanto antes a Barcelona.
Iba a decirle que era una buena noticia, algo de lo que debía alegrarse, pero me contuve.
—Que ya no aguanta más en el pueblo, así mismo me lo ha dicho.
No parecía sentirse del todo satisfecho por aquella repentina decisión de su novia, o al menos eso era lo que dejaba traslucir el tono en que hablaba y el rictus que le sombreaba la cara.
—¿A ti qué te parece?
Esperé unos segundos antes de responderle.
—Bien, muy bien, qué me va a parecer si no.
Una chispa de desconfianza o de recelo cruzó por su mirada.
—Que le busque algo, me ha pedido, un trabajo o lo que sea.
De repente le vi desbordado, incapaz de asimilar tantas novedades juntas y de sobreponerse a los acontecimientos que, así me lo pareció, se le venían encima.
—Total, que ya la he matriculado en una academia.
—¿En una academia?
—Sí, para hacer un curso de secretariado.
Se me quedó mirando fijamente, como pidiendo mi aprobación.
—No está mal.
—Y otro de taquimecanografía.
Hice un gesto de aquiescencia.
—Sin saber escribir a máquina no se va a ninguna parte hoy día —sentenció con aplomo—. Una mujer que quiera empezar, me refiero.
Tamborileó con los dedos en la mesa.
—Lo malo es dónde se va a instalar. —Retomó el hilo de sus pensamientos, y el tono meditativo y pesaroso de la expresión—. Una pensión, se me ocurre, o una habitación de realquilada, qué otra cosa si no. Lo cual quiere decir otro gasto más, ahora que tenía que empezar a ahorrar en serio para un piso.
Se llevó las manos a la cara, y se frotó con ellas los ojos y luego, repetidamente y con más fuerza, las mejillas y el mentón.
—A no ser que encontráramos una casa en que pudiera trabajar algunas horas de asistenta, un matrimonio ya mayor o alguna señora impedida…
—¿Y lo tuyo? —le pregunté, por distraerle un poco, y para tranquilizarle y alentarle.
—¿Lo mío?
—Sí, hombre, lo de estudiar…
—Ah, sí, se me olvidaba. —La mirada se le iluminó de golpe—. He visto un sitio en que preparan para el examen de graduado escolar, por correspondencia, estudios CEAC me parece que se llama. Me voy a apuntar, y después, si me queda tiempo, también a otros cursos que ofrecen, de contabilidad y cosas así, ¿qué te parece?