No aquella noche, sino otra, la última que volví a verla, le dije a memoria que ya había acabado la novela, pero que, como en ella se contaba la historia de mi vida, la iba a guardar en un cajón y no la publicaría hasta que no hubieran pasado, por lo menos, cuarenta años, es decir, hasta 2014, o si no, hasta que yo cumpliera los sesenta, que sería en 2015.
—Un futuro muy lejano —me dijo.
—Sí.
—Casi sin horizonte, de tan largo y lejano.
—Sí.
—Como el tuyo, Martín.
Asentí.
—Y me gustaría —le dije—, si no hubiera impedimento legal, que en la portada se reprodujera la carátula del elepé de Bob Dylan, The Freewheelin’.