Capítulo seis

A fin de que os hagáis una idea precisa de lo grave que era la situación, dejadme que os explique algunas cosas. El Multiverso es todo: el conjunto de las infinitas posibilidades y de todos los mundos que existen, han existido, podrían existir o existirán en el futuro. En comparación, el Altiverso es una pequeña parte de eso, una vorágine que contiene la infinita serie de Tierras que existen, han existido, podrían existir o existirán en el futuro.

Luego está el Arco. Imaginadlo como una luna en cuarto creciente: solo podéis ver una parte de ella, pero el resto de la luna está ahí, en sombra. El Arco sería la parte luminosa: una parte del todo, los mundos visibles del espectro. La parte oscura es donde existen todas las posibilidades y probabilidades, esas pequeñas realidades alternativas que se escinden cada vez que se toma una decisión importante.

Una parte del Arco está preñada de magia; la otra, de tecnología. Las Tierras que están en torno a cada una de esas partes se conocen como mundos marginales. Los Caminantes de los mundos marginales son muy apreciados porque proceden de espacios tan cargados de magia o de tecnología, que suelen ser bastante más poderosos que los que procedemos de los mundos intermedios. Los que vienen del lado mágico pueden hacer de todo, desde volar hasta hacer hechizos —y no me refiero a volar como Jo, que tiene alas y solo puede volar si hay suficiente magia en el aire: me refiero a volar sin más, a voluntad—, porque ellos mismos son lo bastante mágicos como para arreglárselas incluso en una atmósfera a la que no están acostumbrados. Los del lado científico son más como J/O, que, por lo que he oído, es lo más parecido a un marginal que hemos tenido en muchas décadas.

Los mundos marginales ya casi no producen Caminantes; los Maldecimales y los Binarios controlan sendos extremos del espectro, y se apropian de todos los Caminantes que encuentran. Muy de vez en cuando detectamos alguno, pero nunca conseguimos llegar hasta ellos antes que los Maldecimales y los Binarios.

La pantalla gigante del fondo de la cantina estaba encendida, y todos la mirábamos. ¿Vendría el nuevo Caminante del lado mágico o del científico? ¿Cuánto tardarían en localizarlo los Maldecimales y los Binarios?

—Todavía no sabemos cuál es su estatus, pero Arriba me induce a creer que tiene la capacidad de desencadenar un auténtico desastre si no lo cogemos. Joeb, Jerzy, Jonha, Jorisine y Josy: id a vestiros.

Un murmullo se extendió por la sala. Cuatro de los mencionados eran oficiales superiores, y era la primera vez que el Anciano enviaba a tantos a una sola misión. Si fracasaban, cuatro equipos quedarían inoperativos hasta que pudieran ser divididos y reasignados a otros equipos.

Aquello era muy gordo.

Y además estaba enviando a los pesos pesados. El propio Joeb venía de uno de los mundos marginales, de los del polo mágico. Pensándolo bien, eso debía de indicar que aquella era una Tierra de magia; Joeb tenía un aspecto más o menos humano, pero la piel de Jonha era como la corteza de un árbol y Jorisine era lo más parecido a un elfo que he visto en mi vida. Josy también parecía más o menos humana, pero personalmente me recordaba a Rapunzel. Su dorada melena le llegaba hasta los tobillos, y era lo más resistente que había visto en mi vida. La llevaba recogida en finas trenzas, al final de las cuales llevaba atados unos cuchillos pequeños.

En cuanto al último, Jerzy, parecía un pájaro y era ligero y rápido, además de uno de los corredores más veloces de la nave. No podía volar como Jo, pero con lo rápido que se movía, no le hacía falta. La verdad es que en cierto modo me sentía orgulloso de que formara parte de un equipo de oficiales; Jerzy había sido uno de mis primeros amigos allí, y esperaba que esto supusiera para él la posibilidad de ser ascendido a oficial.

—Esta noche todos deberéis dormir con un ojo abierto; no hay muchas probabilidades de que nos detecten, pero existe la posibilidad, sobre todo teniendo en cuenta la potencia que vamos a desplegar. Joey Harker, reúne a tu equipo y venid a mi despacho.

La pantalla se apagó y tardé unos segundos en procesar lo que acababa de oír.

—¿Ha dicho mi nombre? —dije, reaccionando de inmediato y mirando a Josef. Él y Jakon eran los únicos miembros de mi equipo que seguían levantados, que yo supiera.

—Ya te digo —confirmó Josef, que parecía tan confuso como yo.

—No puede ser que tengamos que salir otra vez; hemos salido esta misma mañana. —Jakon seguía mirando fijamente la pantalla, con el pelo levemente erizado por la confusión.

—Pues quedándonos aquí sentados no lo vamos a averiguar —suspiré, poniéndome en pie—. Vamos. Probablemente los demás también lo han oído. No les hagamos esperar.

—Buena suerte —nos dijo Acacia, y me quedé mirándola un momento antes de acordarme de darle las gracias. Había olvidado que estaba allí. Y eso planteaba un pequeño problema.

—Vaya, se supone… que debes estar acompañada en todo momento, ¿no?

—No te preocupes por eso. Me quedaré en la cantina —dijo, señalando con la cabeza a la gente que quedaba por allí; no eran tantos como a la hora de la cena, pero sí unos cuantos—. Todavía no he terminado de comer.

—Vale —dije, parándome a reflexionar un momento. Técnicamente ella no era responsabilidad mía, así que no me iba a buscar un problema por dejarla… y la orden de reunir a mi equipo había venido del mismísimo Anciano, así que estaba cubierto. Asentí con la cabeza y me despedí—. Hasta luego, pues.

No es que fuera la salida más elegante que he hecho en mi vida, pero estaba cansado y distraído. Parecía como si aquel día no fuese a terminar nunca.

 

—Ya viene —dijo Jakon, espabilándose. Llevábamos esperando frente a la puerta del despacho del Anciano apenas treinta segundos, pero incluso cinco parecen una eternidad cuando sabes que te está esperando.

Jo dobló la esquina corriendo un segundo después, con el cabello más voluminoso de lo habitual. Según se acercaba a nosotros, pudimos ver que traía las alas mojadas, y sus plumas tenían un aspecto más ralo que majestuoso.

—Lo siento —murmuró, apartándose el cabello de la cara, y poniéndose a la defensiva, añadió—. Me ha pillado en la ducha.

—Mm, hueles a pluma mojada —la chinchó Jakon, y la broma le valió una fulminante mirada.

—Mira quién fue a hablar —replicó Jo, con esa aristocrática arrogancia que al parecer solo los seres alados poseen.

—Ya podemos entrar —dije, abriendo la puerta.

Jai estaba ya en el despacho, de pie, con las manos a la espalda y en silencio. Ni siquiera alzó la vista cuando entramos. Estaba mirando fijamente un cuadro que había tras el escritorio del Anciano, que representaba el Arco que constituía el Altiverso. El Anciano nos echó una de sus características miradas nada más entrar.

—Me alegro de que hayáis decidido reuniros con nosotros. No os sentéis, vais directos al vestuario.

—Pero si hemos… —comenzó Jakon, pero se calló en cuanto el Anciano se volvió hacia ella.

—Conozco vuestro horario perfectamente, Jakon Haarkanen, soy yo el que lo diseña. —Dejó que la reprimenda calara un momento, y esperó a ver si era lo bastante estúpida como para decir algo más. No abrió la boca.

—Vais a regresar a la Tierra FΔ986. Y lo haréis por tres razones muy concretas, siendo una de las más importantes la de que yo así os lo ordeno. En cuanto a las otras dos, os las voy a explicar para que comprendáis lo importante que es vuestra misión, a ver si es posible que esta vez no fracaséis. —Esperó unos segundos a que lo procesáramos antes de continuar—. La primera es que debéis llevar a cabo con éxito vuestra primera misión. Necesitamos esa información.

Se volvió hacia J/O. Como genio informático de nuestro equipo, él sería el responsable de entrar en el ordenador central y descargar los archivos que necesitábamos. ¿Que por qué los necesitábamos? Eso no lo sabíamos (y tampoco lo preguntamos). El Anciano solo te proporcionaba la información que necesitabas, y eso significaba que a los mindundis como nosotros rara vez nos ponía al corriente de todo.

—La segunda es otro código Mercurio. El radar detectó a un nuevo Caminante hace aproximadamente una hora. Los Binarios ya lo tienen, pero está en el mismo mundo del que acabáis de regresar; probablemente lo habéis activado con vuestra rápida entrada y salida. Es muy potente, así que tenéis que atraparlo.

Todos asentimos con la cabeza, pero no podíamos evitar pensar que aquello no tenía sentido. ¿Había dos Caminantes, y los dos se habían activado a la vez? No sabía si eso había sucedido antes, pero si el otro aún no había sido descubierto, ¿por qué enviar a cuatro oficiales a buscarlo y hacer que fuéramos nosotros quienes se abrieran paso entre las fuerzas binarias?

El Anciano se volvió hacia mí y noté que la piel me escocía como si el sol me hubiera quemado.

—¿Tienes algo que decir, Harker?

Era inútil que intentara engañarle.

—Sí, señor. Si los Binarios ya lo han capturado y lo tienen en una de sus bases, ¿por qué nos envía a nosotros y no a los cuatro oficiales que ha enviado a por…?

Su intensidad aumentó un poco más, y mi piel pasó de estar quemada por el sol a gratinarse en el horno.

—Porque, pese a la importancia de esta misión, el otro Caminante tiene prioridad. Créeme si te digo que ha sido una decisión difícil. Sé que ya habéis salido hoy, pero tomaos un café y poneos manos a la obra. Jai tiene toda la información, y el alquimista se reunirá con vosotros en los vestuarios. Retiraos.

Abandonamos su despacho y nos montamos en el transportador. Normalmente nos movíamos a pie, salvo en caso de emergencia; la mayoría de los pasillos tenían cintas transportadoras cuya velocidad se podía regular. La programé para que nos llevara hasta los vestuarios y subí un poco la velocidad; de este modo tardaríamos apenas unos segundos, en lugar de los dos o tres minutos que nos llevaría ir andando hasta allí.

A veces la clave está en esos dos o tres minutos.

Jirathe nos estaba esperando con los «cafés» —una forma coloquial de referirse a las inyecciones vigorizantes— y no quiso desperdiciar saliva hablando mientras nos vestíamos. Nos inoculó una dosis a cada uno, observando atentamente nuestras reacciones. No sé qué es lo que llevan; me lo contó una vez, pero la terminología química no tiene ningún sentido para mí. Lo único que sé es que te proporcionan una gran energía que te hace sentir como si hubieras dormido diez horas seguidas en un colchón tan cómodo que hasta dejaría sin argumentos a la princesa del guisante, solo que no te despiertas embotado ni entumecido.

Nos subimos a la plataforma que había junto a los vestuarios. Las inmensas puertas automáticas se abrieron, permitiéndonos ver la prehistórica Tierra que teníamos justo debajo, y dejando pasar los mortecinos rayos de luz junto con una ráfaga de aire fresco. Detrás de nosotros, Jirathe estalló en mil colores, y empezamos a Caminar.

Signo

—¿En tu mundo había películas? Porque en el mío había una que se titulaba Misión imposible, con un tema musical muy pegadizo…

Jai apretó los dientes, y sus nudillos se volvieron blancos al apretar las manos por delante.

—Ten la bondad de acallar tu superflua verborrea —murmuró, sin apartar los ojos de Jakon—. Esto requiere un ímprobo esfuerzo de concentración.

—Perdón —me disculpé.

Qué otra cosa podía decir. Jakon estaba escalando la fachada del edificio mientras Jai la hacía invisible. O, como diría él: «Reducía las probabilidades de que la descubrieran». En realidad, más que hacerla invisible, lo que hacía era rodearla de la creencia de que no podía ser vista. Resultaba difícil de creer, teniendo en cuenta que todos podíamos ver cómo trepaba por el muro, pero Jai me había explicado que podíamos verla porque sabíamos de antemano que estaba allí. De lo que no tenía ni idea era de cómo podía trepar por aquella pared; el edificio era de vidrio y metal, y liso como una plancha. Daba toda la impresión de que sus únicas herramientas eran una mente limpia y la pureza de sus intenciones.

J/O habló en voz alta, y confirmó que Jakon había logrado colocar el microchip que se encargaría de confundir al sistema de seguridad. Puso una mano sobre el panel que había al lado de la puerta, con los ojos temporalmente desenfocados mientras analizaba el sistema de comandos.

Tras nuestro último intento, habíamos optado por un rumbo diferente. Sabíamos que ellos eran superiores en número —siempre lo eran, si bien en este caso hablábamos de cientos y no de unas docenas— pero nosotros teníamos una ventaja que aún no habíamos utilizado. Toda su atención estaría puesta en contener al nuevo Caminante, y nadie esperaría que volviéramos tan pronto después de haber escapado por los pelos esa misma mañana. Los Binarios eran ordenadores orgánicos; calculaban lo que era lógico y probable. Eran lo más parecido a un ciborg que habíamos visto —salvo en el Universo YYΣ237³, al que la mayoría llamábamos el Trekiverso—. En todo caso, nosotros éramos humanos (la mayoría), y teníamos emociones. También determinación. Y, por último, teníamos el elemento sorpresa.

Además, habíamos recibido un chute de «café», que fue probablemente lo que hizo que Jakon pudiera escalar la fachada.

—Vamos allá —dijo Jo, balanceándose levemente sobre sus pies. Pese a su habitual serenidad y su carácter algo sarcástico, su forma de actuar parecía ahora más propia de Jakon.

—Todavía no —advertí, aunque estaba tan impaciente por terminar con aquello como los demás—. Espera hasta que J/O…

—La tengo —dijo el ciborg, y sus ojos recuperaron el foco mientras se cerraban las puertas—. Jakon está arriba, en un conducto de ventilación, pero su aleatorizador portátil la mantendrá a salvo de los robots patrulla. El Caminante está en la misma planta que la información que necesitamos.

—Qué feliz casualidad —dijo Jai.

No tenía más remedio que estar de acuerdo con él, y eso me preocupaba. No sabía muy bien si me estaba volviendo paranoico o no, pero la última vez que me preocupé durante una misión, todo mi equipo cayó en una elaborada trampa de los Maldecimales.

—Pero estate atento —le advertí, lo que me valió una mirada semiairada de J/O.

—¿Dudas de mis sensores?

—No, simplemente no quiero que volvamos a acabar todos en un sándwich maldecimal.

—Esta vez se trata de los Binarios, no de los Maldecimales.

—Probablemente tendría el mismo sabor: malo.

Jo se echó a reír. Hasta Jai esbozó una sonrisita burlona. Estábamos todos un poquito pirados, y sin embargo nuestros sentidos funcionaban bastante bien. Mientras subíamos por las escaleras, empleamos dos veces el truco de «en realidad no estamos aquí» de Jai para evitar ser sorprendidos por una patrulla de clones, y J/O proyectó la imagen de un pasillo vacío para despistar a un robot de vigilancia. En cierto modo, resultaba más fácil enfrentarse a los Binarios que a los Maldecimales; para mí los ordenadores son más comprensibles que la magia, aunque no estuviera lleno de nanochips como J/O.

Pero también tenía sus inconvenientes.

—Mierda.

—Tienes tropecientos diccionarios en tu cabeza, ¿y no se te ocurre nada mejor que decir? ¿Qué pasa?

J/O se limitó a señalar una pared.

Nos quedamos mirando la pared unos segundos, luego nos miramos unos a otros. Finalmente, miramos a J/O.

—¿Se te han fundido los plomos o algo? —preguntó Jo—. ¿Qué es lo que estamos mirando?

—¿Qué te parece que es? Es una pared —respondió J/O, y creo que alguno habría intentado estrangularlo si no fuera porque no necesita respirar. Por suerte para él, continuó antes de que uno de nosotros encontrara una manera más efectiva de dar salida a la frustración—. Se supone que es una puerta, chicos.

—No todos tenemos los planos de la planta en un archivo de misión integrado —le espeté.

—Eso no es culpa mía —replicó J/O con cierta petulancia.

—Venga, proyéctalo ya.

Uno de sus ojos se iluminó con una luz roja y en la pared más cercana a nosotros apareció un mapa del edificio. Había un puntito gris en el pasillo que indicaba dónde estábamos, y justo delante de él había una puerta. Pero esta aparecía únicamente en el mapa, allí no había nada.

—Hum —dijo Jai. Dio un paso al frente pero, antes de que pudiera dar el segundo, la pared se abrió, sin más, y allí estaba Jakon.

La chica lobo estaba agazapada sobre un clon de vigilancia, y aún tenía extendido el brazo con el que había pulsado el botón para abrir la puerta oculta. Había unos cuantos guardias más tendidos en el suelo, detrás de ella, y la sonrisa de satisfacción que tenía en la cara revelaba cuál había sido su destino.

—¿Por qué habéis tardado tanto? —preguntó.

—¡Buen trabajo, chica! ¿Quieres un premio? —Josef era el único del equipo que se atrevía a chincharla de esa manera, puesto que ya había demostrado una vez que era lo suficientemente grande (y lo bastante fuerte) como para cogerla por el cogote. Ella le enseñó los dientes y gruñó, aunque con menos entusiasmo de lo habitual. Le había hecho gracia. Y a mí también, pero no podía evitar preguntarme qué sentido tenía una puerta que solo se podía abrir desde dentro. ¿Cuál era la razón de ser de una habitación de la que se podía salir pero a la que no se podía entrar?

—¿Es este el ordenador que necesitas, J/O? —pregunté mientras entrábamos—. ¿Y te importaría volver a proyectar el mapa? Quiero asegurarme de que no haya más puertas ocultas por aquí.

—Atinada observación, Joey —dijo Jai al tiempo que J/O volvía a proyectarlo.

—Joe, ¿ya no te acuerdas? —dije mientras examinaba el mapa.

No se me daba muy bien leer mapas, pero aquel parecía bastante sencillo. El puntito gris estaba ahora en el centro de la habitación; justo detrás estaba la puerta por la que habíamos entrado y había tres paredes, todas lisas y sin puertas. Todo parecía en orden, salvo por varias líneas de puntos que se movían por el mapa.

—¿Qué es eso de ahí? —pregunté.

—Conductos de ventilación. ¿Cómo crees que ha entrado aquí Jakon?

—Sigue esta de aquí —dije, señalando con el dedo una de las líneas. Se me ocurrió una idea que hizo que olvidara el misterio de la habitación sin entrada—. ¿Sabes exactamente dónde está el nuevo Caminante?

J/O entornó su otro ojo mientras se concentraba; entonces, otro punto gris apareció en el mapa, unas cuantas habitaciones y pasillos más allá de donde estábamos nosotros.

—Los conductos llevan directamente hasta allí. Podríamos enviar a Jakon.

—Cómo no —dijo la chica lobo, sonriendo con su boca llena de dientes.

—Tu plan es razonable, pero en este punto J/O debe concentrarse en los ordenadores. Yo propondría que nos dividiéramos para poder alcanzar ambos objetivos.

Jai tenía razón. Yo no quería dividir el grupo, pero teníamos un límite de tiempo. El minialeatorizador que Jakon había colocado y el que llevaba encima indicaban que aún no nos habían descubierto, pero J/O solo había logrado hacer dos, y no eran muy potentes. En cuanto entrara en el sistema saltaría la primera alarma, y el rescate del Caminante dispararía la segunda.

—Tenemos que actuar al mismo tiempo —decidí—. Jo, ¿cabrás en el conducto con las alas?

Jo miró a Jakon, que entornó los ojos con aire pensativo y asintió con la cabeza.

—Son plegables —dijo Jo, no sin cierta reticencia.

—Vale. Jo, Jakon y yo iremos por los conductos a rescatar al Caminante. Josef y Jai protegerán a J/O mientras descarga la información. Jai, tú y yo vamos a conectarnos.

Jai asintió, extendió una mano y se llevó la otra a la oreja. Yo le imité y juntamos nuestras palmas. Un extraño «sabor» metálico cruzó por mi mente. Es algo así como cuando nadas mucho rato seguido y te da la sensación de que el cloro ya forma parte de ti.

Probando, pensé, dirigiéndome a Jai, y él asintió.

La proyección de tu voz es perfectamente inteligible, pensó él.

—Ojalá el estar conectado a ti me permitiera acceder aunque solo fuera a la mitad de tu vocabulario —dije en voz alta. Luego me volví hacia Jakon y Jo—. ¿Listas, chicas? —Ambas asintieron y añadí mirando a Josef—: ¿Podrías darnos un empujoncito?

El hombretón asintió y alzó a Jakon con una sola mano. Salió despedida por el interior del conducto de ventilación, sin hacer apenas ruido. Yo fui el siguiente, aunque por desgracia hice algo más de ruido; Jakon era más ligera que yo y bastante más ágil. En ese momento decidí tener más cuidado con la distribución de mi peso; lo último que necesitábamos era que el conducto se rompiera y nos descubrieran. Jakon me miró con altivez cuando pasé sigilosamente por delante de ella para ponerme a la cabeza, iba tentando con el pie para comprobar la firmeza de la cubierta metálica.

Jo fue la siguiente, llevaba las alas alrededor de su cuerpo como si fueran una capa. El conducto era muy estrecho y no podía girarme para mirarla, pero me pareció que estaba molesta. Recordé su expresión cuando nos contó que la habíamos pillado en la ducha, pero me aseguré de contener las ganas de reír. Necesitaría otra ducha después de esto.

—¿Jakon, llevas tu arma?

—Sí —gruñó.

—Vale. Pásamela. Cuando Jai dé la señal activaré mi escudo y entraré. El escudo parará los primeros golpes; eso me dará tiempo para ocuparme de unos cuantos. Cuando oigas los primeros cuatro o cinco tiros, bajas y haces lo que tengas que hacer. La habitación a la que nos dirigimos tiene una ventana que da al exterior, está a la izquierda. En cuanto se presente la ocasión, la rompemos. Jo, cuando oigas romperse el cristal, bajas y coges al Caminante. Sácalo volando…

—Aquí no puedo volar —dijo—. Puedo planear, pero…

—¡Pues hazlo! Busca el portal más cercano y regresa a la Base. ¿Entendido?

Jakon asintió. Jo vaciló un momento, obviamente no estaba muy segura de que fuera buena idea dejarnos allí, pero finalmente murmuró un «entendido».

Continuamos avanzando por los conductos en silencio; y entonces nos encontramos con algo que no había previsto.

El conducto se bifurcaba.

—¿Por dónde? —susurró Jakon. Respiré hondo, tratando de visualizar el mapa que J/O había proyectado en la pared. Si nosotros mirábamos en esa dirección y los conductos subían… Pero yo había deslizado el dedo sobre la pared, que no es lo mismo que «subir», y ahora daba la impresión de que estábamos avanzando en otra dirección. ¿Era a la izquierda?

No estaba seguro.

—¡Joey! ¿Por dónde? —Jakon susurraba más alto ahora, y cerré los ojos. Nunca se me han dado bien este tipo de cosas. ¿Por qué podía caminar entre mundos y pergeñar sofisticados planes que a veces incluso salían bien pero era incapaz de leer un mapa?

Un momento, era porque soy un idiota. No necesitaba ningún mapa. Yo era un Caminante, igual que la persona a la que debíamos rescatar.

Respiré hondo, tratando de encontrar en mi mente aquello que me permitía Caminar, y lo expandí.

Entonces lo percibí. Era como cuando estábamos en el Maléfico y liberamos los espíritus de nuestros hermanos y hermanas, sacándolos de aquellos tarros… Tenía la sensación de que mi cerebro estaba lleno de estática, y notaba una especie de atracción magnética que me conectaba con el otro Caminante. Nuestros sentidos se tocaron, y entonces supe quién era. Se llamaba Joaquim.

—Por la derecha —susurré, y Jakon echó a andar. Yo la seguí a tientas, temblando aún por la adrenalina y el entusiasmo que me había producido aquella experiencia, y por el recuerdo de aquellos espíritus que liberamos en nuestra desesperada huida de los Maldecimales, la primera misión que nos convirtió en un equipo.

Me paré. Estábamos justo encima de ellos. Podía sentirlo.

—Es aquí.

Saqué la pistola láser de Jakon y la mía y cogí impulso con las rodillas pegadas al pecho.

¿Jai? ¿Situación?

J/O está intentando eludir el cortafuegos.

Deja que active la alarma —pensé—. Mientras consiga la información que necesitamos, la alarma nos ayudará a escapar.

Hubo un silencio y, a continuación:

Deja que lo hablemos. —Otra pausa—. Haremos lo que propones. Está desactivando el cortafuegos…

—¿Preparadas? —las chicas asintieron, yo respiré hondo y esperé a oír la voz de Jai en mi cabeza.

¡Ahora!

Abrí el conducto de una patada y activé mi escudo mientras me dejaba caer, con sendas armas en las manos como un héroe de acción. Todas las clases a las que asistí en el InterMundo fueron provechosas, pero algunas lo fueron más que otras.

Había ocho o diez guardias en la habitación, todos colinabos: tres en la única puerta, unos cuantos más alrededor y cuatro que rodeaban al nuevo Caminante. Preferí no disparar a estos últimos, corría el riesgo de darle al Caminante. Saltó una alarma y logré deshacerme de uno nada más caer al suelo, y también me deshice de otro antes de que empezaran a disparar. Noté el impacto de los disparos en mi escudo, e instintivamente los conté: uno… dos…

Por el rabillo del ojo vi que el Caminante se ponía de pie, y blandía en el aire la silla en la que había estado sentado. La rompió contra uno de los clones, y tuve que cambiar mi estrategia para defenderlo de los otros dos que iban a por él. La verdad es que estaba un poco sorprendido. Imaginaba que al Caminante le aterrorizaría todo esto. Así fue como me sentí yo cuando estuve en su lugar. Y sin embargo, estaba exponiéndose a sus disparos, y él no tenía escudo.

Ataqué al que estaba más cerca de él, y conté otros dos disparos que impactaron en mi pecho y mi brazo. Noté que el escudo se debilitaba, y justo en ese momento, Jakon saltó desde el conducto emitiendo un sonido que estaba a medio camino entre un aullido y un ladrido. Fue a aterrizar encima de uno de los clones, saltó sobre él como si fuera un trampolín y le hincó los dientes a otro. Ataqué a otro de los colinabos que estaba más cerca de Joaquim, y entonces pensé que si iba a tomar la iniciativa bien podía además ser útil.

—¡La ventana! —grité, y se me quedó mirando. Da igual las veces que lo hayas visto, siempre sorprende ver tu propia cara devolviéndote la mirada. Me pregunté si, en cierto modo, los mellizos experimentarían esa misma sensación. Joaquim se parecía menos a mí que otros; sus ojos y su cabello eran más oscuros, aunque no por ello dejaban de ser marrones y rojo, respectivamente.

Percibí en sus ojos la misma sorpresa y la misma suspicacia que sentimos todos cuando esto sucede, fue apenas un instante, y luego siguió mis instrucciones, cogió una silla y la lanzó contra la ventana.

El cristal se rompió y cayó hacia fuera, igual que la silla, y Jo saltó desde el conducto. Desplegó sus alas (levantando una nube de polvo, lo que en otras circunstancias habría resultado gracioso) y cayó sobre Joaquim. Sus ojos se abrieron como platos cuando Jo lo abrazó y salió volando por la ventana con él. Los perdí de vista unos instantes, pero luego Jo cogió una corriente ascendente y entonces volví a verlos, llevaba al nuevo Caminante colgando de sus brazos. Batió las alas una vez, dos, ganó altitud, y entonces oí un disparo a mi espalda, pero Jakon se abalanzó sobre uno de los clones y desvió el disparo. Pasó silbando justo a mi lado, llevándose lo que quedaba de mi escudo y cortando el ala derecha de Jo.

Jo cayó, dejando atrás un puñado de polvorientas plumas.