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¿Quién te dijo que una princesa necesita un príncipe que la rescate? A mí nunca me hizo falta, y aquí estoy, contándote mi historia.

En realidad me llamo Mirra, pero seguramente me conoces con otro nombre. Aunque me veas en este convento de la ciudad de Puebla, vestida de monja, hace muchísimos años fui una princesa muy querida. Vivía en Manila, con mis papás, y soñaba con el conejo de la luna.

Era sólo una niña, pero estaba segura de que algún día gobernaría un reino. Lo que no sabía era que unos piratas portugueses se habían enterado de mi existencia y me espiaban.

Una noche entraron al palacio y me robaron. Ni siquiera permitieron que me despidiera de mis padres. Me llevaron hasta el muelle y me encerraron en la bodega de un barco con otros niños y niñas como yo; eran esclavos.

El barco zarpó una mañana muy fría; antes de que cayera la noche, nos vimos atrapados en una terrible tormenta. Tuve mucho miedo, las olas eran muy altas, los rayos atravesaban el cielo y el barco parecía levantarse y luego caer en el agua. La madera crujía. Aguanté hasta que todo se detuvo.

El barco había naufragado en la costa. Armándome de valor, escapé por la puerta de la bodega y corrí por la playa. Estaba en Filipinas. Me escondí con unos frailes que me protegieron y me dieron el nombre que tengo hoy: Catarina de San Juan.

Fui feliz con ellos un tiempo, pero los piratas portugueses volvieron a robarme. Embarcamos, y esta vez no hubo problemas. Navegamos días y días hasta que llegamos a un puerto lleno de plantas verdes y mucho sol. Se llamaba Acapulco, en el reino de la Nueva España.

Era la primera vez que escuchaba hablar de ese lugar, me pareció muy bonito. Conocí la costa, las palmeras, la arena, y poco a poco aprendí el idioma. Por eso ahora hablo tan bien el español, aunque en aquel momento me costó mucho entenderlo.

Los piratas me vendieron al capitán Miguel de Sosa como esclava. Él y su mujer fueron muy buenos conmigo; me llevaron a su casa en Puebla y siempre se aseguraron de que fuera feliz. Gracias a ellos aprendí a leer, escribir y cocinar. Me dedicaba a limpiar la casa y a hacer las compras en el mercado.

Te voy a decir algo que nunca le he confesado a nadie. Aunque era esclava en Puebla, nunca dejé de sentirme princesa. Al principio esperaba que mis papás enviarían a alguien a rescatarme; sin embargo, con el paso del tiempo me di cuenta de que estaba sola, pero también de que era fuerte.

Una princesa siempre es capaz de rescatarse a sí misma.

Nunca olvidé de dónde venía. Tampoco dejé de usar trenzas con listones en el pelo ni de bordar pájaros y otros animales en mis blusas. Todos en Puebla me conocían por cómo me vestía.

Un día murió el capitán, y quisieron casarme con un chino para que me mantuviera. Yo dije que sí, pero con una condición: yo dormiría en mi propio cuarto y tendría libertad para hacer mis cosas.

Así ocurrió por muchos años, y en la ciudad se me conoció como la China Poblana. Pero el chino murió, y me quedé sola. ¿Crees que llegó un apuesto enamorado a salvarme? Ideé un mejor plan para mí. Me hice monja, pero mi fama no desapareció. Mujeres de toda la Nueva España venían a conocerme, a que les contara cómo una princesa había encontrado la fuerza lejos de su país. También me pedían ayuda, querían que les preparara alguna poción de hierbas de las que se hacían en Manila. Podía curar muchas enfermedades con ellas. Cada vez venían más y más, y yo las ayudaba.

Ahora soy feliz. Antes de dormir me quedo en la ventana, mirando el conejo de la luna y pensando en lo bonito que es Puebla. Me pregunto cuál será mi siguiente gran aventura. ¿Sabes? No tengo miedo de vivirla. Soy tan valiente como tú.

CATARINA DE SAN JUAN, MEJOR CONOCIDA COMO LA CHINA POBLANA, MURIÓ EL 5 DE ENERO DE 1688. CUENTAN QUE SU FUNERAL FUE UNO DE LOS MÁS GRANDES QUE HA HABIDO EN PUEBLA. POR MUCHOS AÑOS SE LE SIGUIÓ RECORDANDO CON CARIÑO Y SU TUMBA ES UNO DE LOS LUGARES MÁS VISITADOS DE LA CIUDAD. HASTA LA FECHA, NUMEROSAS MUJERES MEXICANAS SE VISTEN COMO ELLA: CON BLUSAS BORDADAS, FALDAS DE COLORES Y LISTONES ENREDADOS EN LAS TRENZAS.

LA PRÓXIMA VEZ QUE TE VISTAS DE CHINA POBLANA, RECUERDA LA HISTORIA DE ESTA PRINCESA QUE ROMPIÓ LAS REGLAS CON VALENTÍA.