¿Podrías darme las vendas que están en la mesita de allá? También voy a necesitar algodones y agua oxigenada para limpiar una herida. Aquí en la Cruz Roja colaboramos todos, y ahorita tenemos muchos heridos. ¿Quieres hacerme compañía unos minutos? Gracias. Mucho gusto, me llamo Luz.
Sí, sé que una señora como yo podría estar en su casa, jugando a las cartas y tomando limonada en la terraza. Yo no pude. Este México necesita que alguien le eche una mano. Recuerdo que en Zacatecas yo salía a caminar con mis papás y veía a los heridos de la guerra, y también a los niños que no tenían casa y pedían dinero. Me ponía muy triste porque no sabía qué podía hacer por ellos.
Me quedé con esa idea por algunos años. Ya luego me vine a vivir a la Ciudad de México y conocí a un hombre que tenía la misma inquietud de socorrer a los demás. Es doctor y se llama Fernando López. Pensando en ayudar, comenzamos con pequeños pasos: fundé y reuní dinero para el Asilo Colón, la Gota de Leche, la Asociación de Madres Mexicanas y el asilo protector de la primera infancia. Puse especial atención en los niños discapacitados.
Sí, en lugar de ir a los bailes de sociedad que se organizaban en casa de la señora Limantour, muchas veces me quedé poniendo trapos fríos en la frente de los niños para quitarles la fiebre. También recaudaba fondos para sus medicinas.
Pero ¿sabes? Como que me hacía falta algo. No estaba tan contenta…
Entre 1800 y 1900 hubo muchas guerras en el mundo. La Cruz Roja nació gracias al deseo de hombres y mujeres de auxiliar a los heridos en el campo de batalla. Muy pronto hubo sedes en todo el mundo. Yo hablé con mi esposo y concluimos que México necesitaba una. Nos pusimos de acuerdo y, en junio de 1909, integramos la primera mesa directiva. Así se creó la Cruz Roja Mexicana.
Dos meses después entró en acción. En el mes de agosto cayó una tormenta en Monterrey. Llovió sin cesar durante dos días y, como te podrás imaginar, todo se inundó. Muchas personas resultaron lastimadas, se cayeron casas y había calles por las que no se podía transitar.
Junto con otras damas voluntarias, formé un grupo de auxilio. Teníamos que hacer algo, y rápido.
Rescatamos a muchas personas y las llevamos con los doctores que nos apoyaban. También les ofrecimos agua purificada y comida para que pudieran desayunar, comer y cenar todos los días cuando no estuvieran en los albergues temporales.
Nos fue tan bien con lo que hicimos en Monterrey, que todo el país se enteró, hasta el mismísimo presidente. Estoy muy orgullosa de lo que sucedió después. El 21 de febrero de 1910, se expidió un decreto presidencial que reconocía oficialmente a la Cruz Roja Mexicana. A partir de entonces se estableció el primer grupo de damas voluntarias, y aquí estamos, ayudando en todo lo que podemos.
¿Me pasas más algodones? Todavía queda mucho trabajo por hacer.
A LO LARGO DE LOS AÑOS, LA CRUZ ROJA MEXICANA HA ATENDIDO A PERSONAS QUE HAN RESULTADO HERIDAS A CAUSA DE CONFLICTOS MILITARES, ACCIDENTES AUTOMOVILÍSTICOS, FENÓMENOS NATURALES (COMO HURACANES O TERREMOTOS), O SIMPLEMENTE CUANDO HAN NECESITADO UN MÉDICO. CADA VEZ QUE VEAS A UN RESCATISTA, MÉDICO O AMBULANCIA DE LA CRUZ ROJA, SABRÁS QUE EL LEGADO DE LUZ GONZÁLEZ COSÍO ESTÁ VIVO.