¿Te gustaría ser una adelita? No tienes que cambiarte el nombre, se trata de otra cosa.
Cuando yo era señorita, mi papá se sentaba todas las mañanas a tomar café y leer el periódico. Luego me hablaba de la guerra, de Pancho Villa, de Emiliano Zapata y de Venustiano Carranza. Me sentía muy mal al escuchar todo eso. ¿Cómo podía ayudar a todos esos hombres y mujeres que peleaban por México?
Imagino que es una pregunta que tú también te has hecho. Yo me acerqué a mi papá, que estaba leyendo su periódico, y le dije: “Quiero ser enfermera para curar a todos los heridos de la guerra”, pues uno no piensa que toda revolución está hecha de batallas, pero siempre hay heridos.
Hubieras visto a mi papá, se enojó muchísimo. Él es un señor de mucho dinero allá en Ciudad Juárez. “Adela Velarde López —me respondió—, tú te vas a quedar aquí y vas a ser una niña buena.” Definitivamente no le gustaba la idea de tener una hija enfermera.
Yo hice lo que creía correcto.
Me inscribí en la Asociación Mexicana de la Cruz Blanca y estudié enfermería. Desde niña me dijeron que quienes iban al campo de batalla y se comportaban con valentía eran “mujeres de pantalones”, y que una siempre debía “tener los pantalones bien puestos”. ¿Has oído esas expresiones? Te voy a decir una cosa: las mujeres valientes que participamos en la Revolución Mexicana, ya fuera como enfermeras o como coronelas, usábamos faldas largas. Recuerdo que me ponía, además, una blusa de algodón y me peinaba con trenzas. Vestida así, iba a atender a los heridos.
Cuando veas fotos de las mujeres en la Revolución, fíjate bien. La falda es símbolo de valor y respeto, de tener ganas de enfrentar al mundo. Por eso, úsala con orgullo.
Al volverme enfermera me uní a la División del Norte, el ejército de Pancho Villa. Cada vez que terminaba una batalla, cuidaba a los enfermos. Cuando podía les daba sus medicinas y les ponía trapos fríos en la frente para que se les bajara la temperatura.
Muy pronto me hice famosa, y otras jóvenes quisieron seguir mi ejemplo. Formamos un grupo de mujeres que, además de curar a los enfermos, luchábamos como los hombres en el campo de batalla. Nos subíamos a los trenes para ir de un lado a otro, y en ellos nos tomaron muchas fotografías.
A las mujeres que me acompañaban comenzaron a llamarlas “adelitas”, pues las relacionaban conmigo.
Sé que hay por ahí un compositor que me escribió una canción; va más o menos así:
Si Adelita se fuera con otro, la seguiría por tierra y por mar.
Si por mar, en un buque de guerra; si por tierra, en un tren militar.
Eso, la verdad, no me interesa mucho. Yo seguiré atendiendo a los enfermos, porque es mi forma de ayudar a la Revolución y hacer que México sea un lugar mejor.
Entonces, ¿qué? ¿Te gustaría ser una adelita?
SE DICE QUE NO SÓLO MUCHAS MUJERES QUERÍAN SEGUIR EL EJEMPLO DE ENTREGA DE ADELA VELARDE, SINO QUE HASTA EL MISMO CORONEL LA RESPETABA. DESDE LUEGO SE CONVIRTIÓ EN UN SÍMBOLO DE LA LUCHA DE LAS MUJERES EN LA REVOLUCIÓN MEXICANA. TRAS LA GUERRA, ADELA SE FUE A VIVIR A ESTADOS UNIDOS, DONDE MURIÓ EN 1971.