Bienvenida a las oficinas de Mujer Moderna. Hay mucho trabajo por hacer: estamos preparando la edición de la próxima semana. Todavía nos falta recibir un artículo de María Pacheco y la pintora no nos ha traído la portada… ¡Ay, qué despistada soy! Tú no vienes a pedirme trabajo, sino a conocerme. Ven, siéntate conmigo. Tengo algunos minutos para ti.
Me llamo Hermila Galindo Acosta. Yo fundé esta revista de mujeres hace un par de años, en 1915. Seguramente lo sabes bien: en ese entonces la situación del país era terrible; en 1913 mataron al señor Francisco I. Madero, y desde ese momento vivimos en plena revolución. Te imaginarás cuántos vaivenes nos han asolado últimamente.
Empecé dando cursos de taquigrafía en la escuela Sebastián Lerdo de Tejada, pero ¿te confieso algo? Acércate bien para que nadie nos oiga. En realidad, los cursos eran una excusa, pues en secreto mandaba telegramas a todo el país.
La Revolución Mexicana también la hicimos las mujeres que recibíamos mensajes en clave y los enviábamos a otros revolucionarios. Era tan importante mi labor, que el mismo Venustiano Carranza me invitó a ser su secretaria particular. ¡Le dije que sí! Era mi oportunidad de estar al lado de uno de los revolucionarios más destacados que ha tenido México. Me temblaban las piernas y me sentía muy emocionada.
No satisfecha con eso, seguía pensando qué más podía hacer por mi país. Recordaba a Benito Juárez e imaginaba cómo podía parecerme a él. Entonces se me ocurrió la idea de fundar un periódico semanal. Muy pronto los mexicanos se dieron cuenta de que no era una publicación como las demás. En Mujer Moderna escribían mujeres y se hablaba de derechos. A mucha gente no le gustó, pero yo me mantuve firme. Estaba haciendo lo correcto.
Cuando una mujer escribe y comparte sus textos, se vuelve más fuerte de lo que imaginas.
Aunque tenía mi revista, seguí siendo secretaria particular de Venustiano Carranza. El año pasado, 1917, cuando se iba a votar la nueva Constitución, le escribí para pedirle que hombres y mujeres tuviéramos los mismos derechos. Le dije:
Es de estricta justicia que la mujer tenga el voto en las elecciones de las autoridades, porque si ella tiene obligaciones con el grupo social, razonable es que no carezca de derechos. Las leyes se aplican por igual a hombres y mujeres: la mujer paga contribuciones, la mujer, especialmente la independiente, ayuda a los gastos de la comunidad, obedece las disposiciones gubernativas y, si acaso delinque, sufre las mismas penas que el hombre culpado.
¿Verdad que tengo razón?
Pues aun así los diputados no quisieron otorgar el voto a la mujer. En la Constitución de 1917 se garantizaban muchos derechos a los hombres, pero muy pocos a las mujeres.
Otra vez me puse a pensar y pensar. Me pregunté: “¿Qué haría don Benito Juárez?” Y se me ocurrió otra magnífica idea: ¿y si desafío la ley electoral?
Planeo lanzarme como candidata este año para tener un lugar en el Congreso. Creo que es posible cambiar muchas cosas desde ahí, ¿no es cierto? Aún tengo mucha vida y muchas ideas. Este no es el fin de mi historia, ya verás. Las mexicanas vamos a cambiar este país para bien.
HERMILA FUE LA PRIMERA MUJER EN POSTULARSE COMO CANDIDATA A DIPUTADA; AUNQUE GANÓ LAS ELECCIONES, NO LA DEJARON ASUMIR EL CARGO POR SER MUJER. ALGUNOS HISTORIADORES, COMO LA DOCTORA PATRICIA GALEANA, PRESIDENTA DEL INSTITUTO NACIONAL DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LAS REVOLUCIONES DE MÉXICO, LA CONSIDERAN LA PRIMERA DIPLOMÁTICA DE NUESTRO PAÍS.
COMO FUE MUY TENAZ, EN 1952 LOGRÓ CONVERTIRSE EN LA PRIMERA MUJER CONGRESISTA FEDERAL DE MÉXICO. MURIÓ EN LA CIUDAD DE MÉXICO EL 18 DE AGOSTO DE 1954.