Nuevos cálculos
Embarazada de seis semanas y dos días
Seattle, Washington
Chloe
Tap. Tap. Tap.
La tubería rota que había encima de mi escritorio le sirvió a mi fiambrera una tercera ración de agua.
Cualquier otra noche habría sacado la masilla instantánea de debajo de mi cama y habría tratado de arreglarla yo sola, pero estaba demasiado ocupada empapándome de todos los cotilleos sobre la familia real para ponerme al día con veinte años de escándalos y distraerme así de mi situación.
—La princesa Joanna se sentiría totalmente ultrajada con el comportamiento de su hijo al abandonar la familia real —anunció una reportera británica a través de mi portátil—. No ha sido nada propio de la realeza y, si cree que puede escapar al escrutinio de esta transgresión tan vil, está muy equivocado.
El vídeo dio paso a otro de Tyler con una morena preciosa. La cogió de la mano, le dio un beso en la mejilla y ella le sonrió.
—Desde el homenaje a la princesa Joanna de este año, había quedado claro que el príncipe Carrington tenía una relación amorosa y estable con la princesa de Dinamarca, y ella estaba más que lista para pasar la vida con él —continuó la reportera—. Según las fuentes que lo rodean, desconocía totalmente esa decisión, y no tenía ni idea de que tuviera una editorial. Ni de quién era él, al igual que tampoco nosotros lo sabemos.
Detuve el vídeo y lo rebobiné un poco. Entonces abrí mi documento de «William-Tyler-Mentiroso» y comprobé la fecha del homenaje a su madre.
El día antes de acostarse conmigo.
Puaj… Qué cabronazo.
Me obligué a ver el resto del vídeo, en el que la reportera narraba grabaciones interminables de Tyler y la princesa caminando por jardines, dándose besos en la mejilla en cafeterías y susurrándose cosas que no querían que nadie más supiera.
Aquellas escenas me pusieron enferma. Hasta tal punto que tuve que tomarme dos pastillas de paracetamol y colocarme una bolsa de hielo en el estómago. Hasta tal punto que tuve que tumbarme y aclararme la mente durante un buen rato.
Tardé dos horas en darme cuenta de que no se trataba en absoluto de que me hubiera puesto enferma por ver a Tyler con una posible prometida. Era un dolor casi mortal de nuevo, e incluso peor que el que sentí la primera vez.
Llorando, me giré y cogí el teléfono.
Un Uber no era una opción en esos momentos.
Llamé a una ambulancia.
Una hora más tarde
En la mano tenía una ecografía en blanco y negro, y pasé los dedos por la mancha amorfa sobre la que habían escrito «Bebé A». Después, sobre la que decía «Bebé B».
—Pensaba que había dicho que era un bebé. —Miré a la doctora de urgencias que había visto la vez anterior—. Uno.
—Nunca dije nada de ninguna cantidad. —Sonrió—. Solo confirmé que estaba embarazada.
—No puedo tener dos bebés.
—Hay un montón de mujeres que tienen dos bebés, señorita March. —Tiró sus guantes a la basura—. No es tan raro como cree. ¿Ha encontrado ya al padre de los niños?
—Sí.
—¿Está emocionado?
—No es el término que yo usaría, exactamente.
—Ah. Bueno, es duro. —Negó con la cabeza—. No se olvide de pedir el subsidio por hijos y una orden de alejamiento en cuanto los bebés abran los ojos. Un padre reticente es siempre un posible incumplidor, así que tiene que asegurarse del dinero primero o robarle el coche cuando no esté en casa y venderlo.
Debería nominarla para la peor atención al paciente de todos los tiempos.
—Muchas gracias por sugerir un posible delito, doctora.
—De nada —respondió—. Por cierto, sabe que puede pedir citas con el médico en vez de venir a mi sala de urgencias durante la madrugada, ¿no?
—Mi trabajo no me deja tiempo suficiente para programar nada, y mucho menos citas con el médico.
—En ese caso, deje que le dé un consejo. —Parecía sentir compasión hacia mí—. Si yo fuera usted, mantendría en secreto por ahora lo de que son dos bebés. Dígaselo solo a las personas con quienes tenga más confianza hasta que ambos sean viables, ¿vale?
Yo asentí.
—Ahora, váyase a casa y busque una serie en YouTube que se llama Cómo convencer a un juez para hacer que el padre de tu bebé te mantenga de por vida, y después puede darme las gracias.
Salió de la sala, y yo volví a vestirme.
Me guardé la ecografía en el bolso, salí al vestíbulo y esperé a que apareciera el coche de Madison.
Mi teléfono vibró segundos más tarde, pero no era ella para avisarme de que estaba cerca.
Eran dos correos nuevos de Tyler.
Asunto: Tu número de teléfono
Acabo de recibir los resultados del tema con el que me has atacado hoy. Tenemos que hablar.
Tyler.
Asunto: Y tu dirección
Prefiero que nos veamos en persona en mi casa, pero si no quieres hacerlo, dame tu dirección (no está en el directorio de la empresa) y ahora mismo voy para allá.
Tyler.
Qué cojones…
Asunto: Re: Y tu dirección
¿Crees que quiero hablar contigo sobre este problema a las tres de la madrugada? (Atención, spoiler: pues no).
Chloe.
Asunto: Re: Re: Y tu dirección
Si te dejara decidir a ti la hora de nuestra conversación, no la tendríamos nunca. (Atención, spoiler: eso no va a ocurrir).
Tyler.
Asunto: Re: Re: Re: Y tu dirección
Estaré encantada de redactar las condiciones, y podremos negociar a partir de ahí.
Será justo, y creo que estarás contento con lo que se me ha ocurrido.
Chloe.
Asunto: Re: Re: Re: Re: Y tu dirección
Estaré «más contento» si me das tu dirección…
Tyler.
Asunto: Re: Re: Re: Re: Re: Y tu dirección
Paso. No te gustó demasiado el sitio la última vez.
Te veré en el trabajo.
Que duermas bien.
Chloe.
Asunto: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Y tu dirección
Si no respondes con tu dirección en los cinco próximos minutos, tú y yo vamos a tener un problema. (Spoiler: no te va a gustar mi solución).
Tyler.
Asunto: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Y tu dirección
Amenazar a la madre de tu hijo no estará bien visto en el tribunal. *Me guardo este mensaje* *Espero la «solución» que propones*
Chloe.
Me envió otros tres mensajes más, pero no quise abrirlos.
Tenía que pensar en el otro bombazo.