40

Me preocupo por ti

Embarazada de veinte semanas

Seattle, Washington

Chloe

Horas después de que Tyler me trajera a casa, me desperté con un sudor febril. Había tratado de llamarlo para pedirle ayuda, pero tenía la garganta reseca y la cabeza me pulsaba.

Me escuché a mí misma respirar con agitación, aunque no podía hacer nada por controlarlo. Casi no podía ver.

¿Qué demonios está pasando?

Tratando de permanecer en calma, salí de la cama con toda parsimonia y apoyé las manos contra la pared para guiarme hasta la cocina.

Intenté encender las luces, pero no ocurrió nada. Incapaz de dar otro paso más, temí haber usado toda mi energía, así que me apoyé sobre la barra del desayuno.

—¿Chloe? —Tyler encendió la luz de repente—. ¿Qué ocurre?

Yo negué con la cabeza.

Tenía la garganta cerrada.

—Bebe un poco de agua. —Inclinó una botella sobre mis labios, pero no pude tragar.

Me puso una mano en la frente.

—Tienes la piel ardiendo.

Cerré los ojos durante varios segundos mientras él me levantaba y me depositaba con gentileza sobre el sillón de piel. Lo siguiente que sentí fue un paño frío sobre mi cuello.

—Doctora Tevis, necesito que venga a mi apartamento cagando leches —dijo Tyler—. No, no es para mí. Es por Chloe.

Su teléfono cayó sobre el suelo con un ruido sordo, y me apretó la mano.

—¿Puedes decirme algo? —preguntó—. ¿Puedes decirme qué te pasa?

Intenté decir algo, pero todo se puso negro.

Cuando desperté, Tyler me estaba acariciando el pelo con los dedos y besándome en la mejilla cada pocos segundos.

—Uno de los bebés está teniendo algunas complicaciones leves. —Las palabras suaves de la doctora Tevis me provocaron un dolor en el corazón—. Creo que podremos controlarlo si establecemos un plan pronto, así que no se preocupe.

—¿Qué tipo de complicaciones? —preguntó Tyler.

—Lo sabré con certeza cuando haga algunas pruebas más —contestó—. Entre tanto, ¿qué es lo que ha cenado Chloe hoy?

—No estoy seguro. —Tyler me besó la frente—. No hemos cenado juntos esta noche.

—¿Está tomándose las recetas y las vitaminas prenatales tal y como debe?

—Que yo sepa, sí.

—¿Y qué hay del descanso?

—Hay bastante margen de mejora…

—Bueno, si descartamos cualquier resultado extraño en las pruebas, creo que bastará con hacer reposo en cama —anunció—. El agotamiento extremo es típico en este estadio del embarazo, sobre todo, con gemelos, pero es bueno que llamara cuando lo hizo.

La doctora Tevis se acercó a mí y me colocó algo frío contra el estómago. Después, me tocó el cuello.

—En cuanto se encuentre mejor, tiene que decirme si ha habido algún problema de salud en su familia que puede que haya pasado por alto, porque creo que esa podría ser la causa principal de lo que está pasando. También tiene que asegurarse de que hace todo lo de la lista que le he entregado.

¿Qué lista?

Intenté levantar la cabeza, pero seguía demasiado débil.

—Un montón de líquidos, nada de cafeína y reposo obligatorio durante cuatro semanas, para empezar —informó—. Vendré cada dos días para hacer más pruebas y comprobar cómo está, ya que me ha pedido con tanta amabilidad que esté de guardia las veinticuatro horas del día, toda la semana.

—No le he «pedido» nada —dijo Tyler en tono hosco.

—Ha sido sarcasmo, señor Carrington. Los veré a Chloe y a usted dentro de unas pocas horas.

Se marchó de la suite, y Tyler suspiró y me habló en voz baja.

—¿Has escuchado todo eso?

—Sí —conseguí decir.

Me pasó las manos por debajo de las piernas y me colocó en su regazo.

—¿Hay algo en tu historial familiar que hayas pasado por alto? —Me miró a los ojos—. ¿Cualquier cosa?

—Ya te lo he contado todo —respondí—. Mi madre tenía la tensión alta, y mi padre a veces sufría convulsiones. Eso es todo.

Me acarició los costados.

—¿Cómo murieron, Chloe?

—El forense dijo que fue un accidente de coche —contesté—. Eso es lo que todo el mundo cree hasta el día de hoy. Pero yo sé que fue un suicidio conjunto.

Él arqueó una ceja.

—Mi padre estaba perdiendo la cabeza —proseguí—. Primero, fueron cosas pequeñas, como no acordarse de dónde había dejado las llaves, ir a la tienda y olvidarse de la compra, cosas así. Pero después empezó a olvidar otras más importantes: quién era yo, quién era mi madre… Y, a modo de broma, hacía esas búsquedas del tesoro en mi cumpleaños y me decía que me preocupara de mi propio cerebro y no del de él. —Cerré los ojos durante un momento, recordando la última mañana en la que vi su cara—. Los médicos querían que lo ingresáramos en una residencia, pero él no lo entendía, y mi madre no entendía vivir sin él, tanto si estaba presente por completo como si no, así que… Siguieron a un camión de combustible en la autopista, se acercaron demasiado y, bueno…

Me limpió las lágrimas que me resbalaban por la cara con los dedos, sin decir nada.

—No fue un accidente —declaré—. Me niego a aceptarlo.

Tyler me abrazó un poco más fuerte.

—¿Qué hay de tu madre? —le pregunté, mirándolo—. No he investigado los detalles por respeto, así que, si prefieres no hablar de ello, lo entiendo.

—En realidad, sí fue un accidente de coche —respondió él—. Había un fotógrafo obsesionado siguiéndola por la autopista, como siempre. Mucho después de que anunciara que abandonaba la familia real, continuaban siguiendo cada uno de sus movimientos y una noche se acercaron demasiado y se cruzaron con ella. Murió en el acto, y nadie ha publicado nunca una disculpa.

—¿Y por eso odias tanto a la prensa?

—En parte. Luego está mi familia, y la manera en que han vuelto a confiar en ella con tanta facilidad. Deberían haberlos bloqueado a todos después de lo sucedido, y no haberlos utilizado para ningún tipo de juego.

—Lo siento —dije—. ¿Crees que tu madre estaría contenta con tu decisión?

—Estoy seguro de que estaría eufórica. —Me dio un beso en la frente y me tapó con una manta—. Le habrías gustado.

—¿Con mi apartamento cochambroso y todo?

—Nunca le habría dejado ver tu apartamento. —Se rio y me apartó el pelo de la frente—. Sé que vas a discutir conmigo por esto, pero no voy a dejar que incumplas el reposo. Tendrás que perderte lo que haya en el calendario, puede que incluso la gala. Sacaré fotos para ti, ¿vale?

—El reposo es solo de cuatro semanas. —Ya les había dado vueltas a mis opciones mientras la doctora continuaba hablando—. La gala es dentro de cuatro semanas y un día. A esa puedo llegar.

—Ya veremos. Podrías pasar el rato aquí, trabajando en las campañas para el lanzamiento de los libros más importantes de este mes.

—Ya he terminado con eso —contesté—. Éxitos de ventas garantizados para tu primer lanzamiento oficial.

—¿Solo para uno?

—Al menos cuatro.

Sonrió.

—Lo creeré cuando lo vea.