CINCO

Washington, D.C.

Mike Leaky se sentó en su escritorio mientras comía un sándwich cubano y tomaba un sorbo de Mountain Dew de una botella plástica. Tomaba el Dew porque necesitaba aumentar su energía. Había pasado la noche de parranda.

Su trabajo en el Servicio Geológico de los Estados Unidos, Centro Científico de Cambio Climático Nacional y Vida Salvaje consistía en analizar los datos del tiempo, más específicamente lo que se refería a calentamiento global. A veces las interminables estadísticas parecían desdibujarse frente a sus ojos. Como hoy. Tragó un poco más de su bebida y revisó el último informe impreso en la sala vacía de computación.

Mientras lo estudiaba, gruñó: «Oh, no puede ser. No … »

Parecía claro que había anotado el promedio en cien años en lugar del de un año. Por lo que de nuevo volvió a cargar los parámetros en su computadora, asegurándose de que esta vez fueran los promedios anuales. Oprimió Enter y esperó.

Aburrido, decidió dar una vuelta por la oficina de su supervisor, el Dr. Henry Smithson. Cuando llegó, Smithson y Ernie, sus asistentes, estaban pegados al pequeño televisor por Internet.

Cuando Mike comenzó a preguntar qué estaban viendo, Smithson se puso un dedo sobre los labios y señaló la pantalla. Esta mostraba una secuencia fílmica de los humeantes y carbonizados escombros que habían aterrizado en un barrio de Chicago.

Smithson dijo:

—Esto es horrible. Todavía no hay datos. La NTSB está investigando pero no informa nada. Algunos testigos en tierra dicen haber visto una explosión en el cielo. Solo por precaución han cancelado los vuelos. ¿Conoces a alguien que vuele hoy? —Mike negó con la cabeza—. Yo tampoco.

Smithson apretó el botón de función de búsqueda de su control remoto y apareció una columna en la parte derecha de la pantalla con una serie de bitácoras de Internet y artículos del servicio de noticias al instante Insta-News. Todos reportaban lo mismo. Smithson hizo avanzar el texto. Luego de quince entradas, todas prácticamente iguales, encontró una que se destacaba. Era de un nuevo servicio de red y cable que se llamaba AmeriNews. El titular decía: «Misil situado en Chicago avanza contra avión destinado a estrellarse … »

Ernie anunció entusiasmado:

—Oigan, ¡miren esto! —y señaló el titular.

Smithson simplemente resopló.

—¿AmeriNews? Ernie, tienes que estar bromeando. Ese es un grupo de locos. Miembros de la Sociedad de la tierra plana.

Eliminó la búsqueda de Google y agrandó la secuencia de noticias de la televisión. Mike se quedó un minuto observando la transmisión de tan horripilante noticia, luego miró la hora en su reloj y se dio cuenta de que debía volver a trabajar.

Ya en su oficina Mike miró la pantalla, oprimió el botón de impresión, y luego de unos segundos recogió las copias. Se sentó con el índice de la temperatura promedio de la tierra y tomó su sándwich cubano. Le dio un gran mordisco y saboreó los crujientes pepinillos cortados en rebanadas y la carne condimentada. Tal cual le gustaba. Masticó una vez. Una de sus mejillas se abultó.

Entonces lo vio, en la parte inferior de la última página del índice. Casi se ahoga. Tosió y se atragantó con la comida. Estaba tan asombrado que se olvidó masticar.

Esto no puede estar bien. De ninguna manera.

Había escaneado cada página, siguiendo el rastro de los datos, punto por punto, hasta que llegó al final. Matemáticamente tenía sentido. Todo encajaba, excepto el promedio anual. Eso tenía que estar mal de nuevo. Pero no … Estaba bien. Lo había chequeado. Durante un instante Mike se sintió como si estuviese a punto de vivir una experiencia extra corporal.

—Debo estar volviéndome loco.

¿O tal vez había algo más?

Si la información era correcta, significaba que los promedios más recientes de la temperatura mundial estaban llegando a niveles peligrosos. El catastrófico calentamiento global finalmente había entrado en la vía rápida. ¿Será debido al dióxido de carbono que emanaban los autos y las fábricas? Por supuesto. No hay otra explicación científica. O por lo menos ninguna decente.

Cuando Mike se dio cuenta de lo que eso significaba tomó los papeles y corrió por el pasillo como un desquiciado, sus frenéticas pisadas hicieron eco sobre el piso plástico. Llegó a la oficina de Smithson.

El Dr. Smithson y Ernie se encontraban viendo la televisión cuando Mike entró. Su desesperada entrada provocó que el doctor en climatología y su asistente de investigaciones giraran de golpe en sus asientos. Mike alzó los papeles en alto. Su cara tenía una expresión de asombro mezclado con pánico, como la de un peatón a quien casi arrolla un autobús.

—Que Dios nos ayude. Está ocurriendo …